CAPITULO I: Inicios

41 3 1
                                    

<<Todo marcha bien. Terminamos al fin de acomodarnos en el estudio, nuestro propio estudio. Tenemos un gran proyecto en marcha y estamos listos. Mamá recibió el alta y volvió a casa. Este año comenzó bien, es hora de despegar.>>

Jonathan Ricci había deseado ser un arquitecto desde su niñez y hoy junto a Octavio, su socio y amigo de la secundaria, ve cómo todo toma forma.

Después de tres años de pasantías y trabajos en diferentes estudios importantes cuentan con uno propio. El séptimo piso en un edificio sencillo del centro, ubicado a pocas cuadras del histórico obelisco.

Les llevó todo el verano preparar minuciosamente cada detalle del lugar. La organización de los escritorios y oficinas,  la instalación de un sofá para la recepción acompañado de pequeños puffs. Habían dejado la mejor sala para recibir a los clientes potenciales más importantes, pues desde su balcón se apreciaba el hermoso centro porteño, con sus calles arboladas siempre transitadas, la mezcla entre edificios históricos y otros muy modernos, y su ruido siempre tan escandaloso como acogedor.

Pese a que se trataba de un lugar modesto se habían encargado de darle toda la sobriedad y elegancia para cautivar a todo aquel que los visite. Después de todo lo consideraban su carta de presentación, y necesitaban mostrar su sofisticación y calidad ya que apenas estaban iniciando por lo que conseguir proyectos requería mucho esfuerzo.

Por un golpe de suerte o el destino, como quieran llamarle, se encontraron con uno perfecto para hacerse conocer: la restauración y puesta en valor de la Iglesia y Convento San Francisco. Un histórico edificio y de alto valor cultural de Buenos Aires. Octavio preparaba su boda en ese lugar cuando el sacerdote le contó que la empresa a cargo canceló la obra por problemas con los trabajadores. Rápido y entusiasmado avisó a Jonathan de la enorme oportunidad que se les presentaba y en dos semanas realizaron la investigación y presentaron el proyecto que fue aprobado por la diócesis y la secretaría de cultura de la ciudad. Era el trabajo que estaban esperando por lo que decidieron dedicarse exclusivamente a él.

—Bien, parece que estamos cerca de terminar —respiró profundo Jonathan, cerrando una gruesa carpeta y dejándola sobre la mesa.

—Eso parece. Ya solo queda que Ulises vaya mañana con el equipo y deje todos los materiales listos para arrancar el lunes —Octavio, igual de agotado, se dejó caer en su silla y se recostó mirando al techo.

—Habrá que llamarlo mañana temprano para ver si necesita ayuda —sugirió Jonathan revisando la hora en su teléfono. Habían pasado veinte minutos desde la medianoche.

—Hacelo vos, yo hoy a dormir —dijo a modo de broma Octavio con mucha pereza.

—No esperaba que vos lo hicieras.

—¡Dale amigo! Sabes que él no tendrá problemas y si algo surge llamará. No te preocupes —Octavio se levantó y comenzó a apilar las carpetas.

—Nunca se sabe. En todo caso debes estar atento —Jonathan también acomodaba los papeles, cuando se detuvo a mirar un plano—. Esto es del jardín de los Barrionuevo. ¿Ya está todo resuelto con ellos verdad?

­—Así es. Sólo queda que los jardineros comiencen a trasplantar. Mañana llega todo del vivero por lo que en una semana esa familia podrá presumir su hermoso jardín —Octavio enrolló el plano y lo guardó en el tubo con cuidado.

Jonathan inhaló profundamente y largó todo el aire de una sola vez.

—Sé que fueron clientes difíciles, pero son el tipo de referencia que necesitamos para poder conseguir más clientes.

—Sí que lo fueron. Pero como dices, nos traerán otros clientes ricachones —Octavio volvió a reír y tomo asiento de nuevo. Miró su teléfono y comenzó a escribir—. Este fue el último de febrero. Entregamos todo a tiempo de nuevo —le hizo un guiño a su socio.

AMARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora