CAPITULO 3

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Después de la tensa noche en la aldea, Isabella se despertó al amanecer, el cielo aún teñido de tonos rosados y dorados. Sus pensamientos estaban centrados en Kocoum, que yacía en la choza, herido pero con vida. La incertidumbre de su recuperación la llenaba de ansiedad, y cada crujido de la madera bajo sus pies parecía amplificar su preocupación. Sabía que necesitaría estar en completa observación para monitorear sus avances en la recuperación.

Pocahontas, encerrada en la choza, había pasado la noche en vela, reflexionando sobre el conflicto con Isabella y las consecuencias de sus acciones. El sonido de las voces y el movimiento de los guerreros fuera de su prisión la mantenían alerta. Su corazón se debatía entre la culpa y la desesperación, sintiendo el peso de su traición. Aun con todo eso, no podía dejar de pensar en lo que podría pasarle a John, tras recordar que su padre lo había sentenciado a muerte.

Mientras tanto, John se encontraba prisionero. Toda la noche, varios pensamientos lo atormentaron, y el simple hecho de saber que en unas horas podrían matarlo aumentaba aún más su preocupación.

—Buenos días, John. ¿Lograste descansar o te pasaste la noche asimilando dónde te llevaron tus aventuras? —dijo Isabella.

—Lo siento mucho, Isabella. Nunca pensé que todo esto pasaría... pero ahora que estás aquí, quiero decirte algo. Quiero expresarte lo que siento con todo esto. —Isabella decidió sentarse enfrente de John para escuchar de una vez por todas lo que tenía que decirle. Aunque ya sabía lo que iba a decir, no pudo evitar sentir angustia, y un nudo se formó en su garganta. No sabía cómo reaccionar después de lo que le dijera.

—Eres una mujer increíble, Isabella: determinada, fuerte, inteligente y amable. Sé que lo que hice estuvo mal, lastimar a una mujer como tú. No merezco lo mejor por hacerlo. Tú mereces estar con alguien que te valore. Quiero romper este compromiso. Vete de aquí y sigue con tu sueño de salvar a las personas. No sé cómo decírtelo, pero al ver a Pocahontas sentí una emoción que nunca había experimentado. Fue como amor a primera vista; me di cuenta de que quiero estar a su lado. No es deseo, es amor lo que siento por ella. Trataré de salir de aquí y poder irme con ella. —Cada palabra que Isabella escuchó de John fue como una puñalada a su frágil corazón. La frustración y el odio la invadían al saber que John se había enamorado de una mujer que solo conoció en poco tiempo.

—¿Sabes lo doloroso que es todo lo que me estás diciendo? Me duele saber que quieres aventar todo por una mujer de la que te enamoraste tan rápido... Pero está bien, John. No te detendré, no voy a rogar. Soy una mujer lo suficientemente madura para aceptar que he perdido al hombre por el que luché durante años. Trataré de llegar a un acuerdo con el jefe de la tribu para que nos perdone la vida. Siento que será fácil, ya que su hija te ama y no permitirá que te pase algo. Estoy segura de que no me matarán sabiendo que salvé a uno de los suyos. Puedo decir con facilidad que Kocoum es más hombre que tú y es mucho mejor. Vaya desperdicio que se fijara en Pocahontas. —Isabella se levantó y se dirigió a la choza donde se encontraba Kocoum, dejando a John con su remordimiento.

Al entrar a la choza, se percató de que Kocoum ya se había levantado y salió desesperada hacia donde se encontraba el jefe. Para su sorpresa, Kocoum estaba allí, pidiendo al jefe que perdonara a ella y a John.

—Por favor, jefe, ella me salvó la vida, y John no tuvo la culpa. Después de todo, fui yo quien se abalanzó sobre él sin saber controlar mi ira. El otro que escapó solo lo hizo para protegerlo. Sea comprensivo con ellos y déjelos ir libres. —El jefe miró a Kocoum y le puso una mano en el hombro como gesto amable.

—Debes descansar por ahora. No les haremos daño a la mujer, pero con el hombre tendremos que saber qué trama su gente. Por ahora solo lo tendremos prisionero y pospondremos su muerte. —aclaró el jefe.

Isabella se acercó a Kocoum, preocupada por el esfuerzo que estaba haciendo con la herida.

—No era necesario que hicieras eso. Yo pensaba llegar a un acuerdo. Tú deberías estar descansando. Vamos a la choza. —Kocoum se apoyó en Isabella, y juntos fueron a su choza para que él siguiera guardando reposo. Kocoum sonrió amistosamente.

—Muchas gracias por salvarme. Estoy agradecido de que estuvieras dispuesta a ayudarme a pesar de haber lastimado a tu prometido por mi enojo. —dijo Kocoum.

—Es la segunda vez que me lo agradeces. Ya te dije que no lo hagas. Estoy cumpliendo mi deseo de salvar a las personas. Sobre John, me dijo que cancelaba el compromiso. Quiere estar con Pocahontas, dice que la ama, y decidí tomarle la palabra para no aferrarme a un hombre que no sabe valorarme. O tal vez sí es mi culpa, no fui la mejor prometida. —Al decir estas palabras, Isabella comenzó a llorar. No pudo soportar más el no desahogar su tristeza y culpa con alguien. El nudo en su garganta la acechaba desde que John le dijo que rompieran el compromiso.

Kocoum, a pesar de su debilidad, se esforzó por levantarse lentamente. Con movimientos cuidadosos, extendió su brazo hacia Isabella, envolviéndola en un abrazo suave pero sincero. El gesto era un intento de ofrecer consuelo, y el calor de su abrazo buscaba calmar la tormenta emocional que había estado enfrentando.

—En el poco tiempo que te conozco, te has mostrado como una mujer increíble, Isabella. Tú no tienes la culpa. El amor funciona de formas diferentes, y lo que nos queda por hacer es aceptar que debemos dejar ir. Además, yo también estoy pasando por lo mismo; los fuimos engañados. —Kocoum soltó una ligera risa de conformidad. Era reconfortante tener a alguien que entendiera por lo que estaba pasando y cómo se sentía.

—Muchas gracias, Kocoum. —Entre lágrimas, Isabella correspondió al abrazo de Kocoum, un poco más relajada. —Por ahora, sigue descansando. Gracias por escucharme.


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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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