Capitulo 1 La favorita del líder

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Hubo un tiempo cuando una mujer del clan Uchiha tenía la atención especial del líder como ni una otra pudo lograrlo. Esta hermosa mujer se llamaba Mio Uchiha, y era conocida como la única persona que podía hacer reír inocentemente al temible líder Uchiha. Los miembros del clan comenzaron a rumorar que podía tratarse de la futura esposa del sanguinario líder y por ende debían estar en buenos términos con la hija única del herrero de corte que forjó las espadas y katanas de los últimos tres líderes Uchiha y sus soldados.

Cuando Madara llegaba de un combate junto a su hermano Izuna y el resto de los ninjas sobrevivientes, Mio daba la bienvenida a todos, en especial a Madara. La Uchiha se hacía cargo especialmente de curar las heridas del líder y darle de comer mientras escuchaba las anécdotas del combate. Nadie más tenía esta tarea que era especial para las esposas y amantes. Ambos pasaban mucho tiempo juntos a solas que comenzaron a rumorar que quizá era amante y no futura esposa, pero como era normal que los altos rangos tuvieran varías mujeres dentro del clan, no juzgaban a Mio por ello.

Los miembros del clan esperaban que el líder anunciará la futura unión con la hermosa Mio de ojos peculiares o que le diera título de amante, pues la joven mujer poseía ojos zafiros y era demasiado hermosa. Hasta la fecha no se sabía por qué poseía ese tono de color de ojos y tampoco era como si los Uchiha les importará más que ganar en el campo de batalla, ya que sus antepasados llegaron a tener ojos verdes oscuro y marrones. Que Mio tuviera ese tono de ojos no era cosa del otro mundo, pero sí una forma rápida para describirla y diferenciarla de las otras mujeres.

Sin embargo, todo ello cambió después de la muerte del último hermano de Madara, convirtiendo al líder en una persona solitario que prefería pasar los primeros días de duelo sin la compañía de nadie, incluyendo Mio, que entendió que por el momento no era necesitada por Madara, ella entendía que lo mejor sería esperar que sanará la gran pérdida, estaría para él cuando estuviera listo de su compañía. Pero los días se convirtieron en meses, Madara no la llamaba, y cuando se topaban dentro de la fortaleza, él actuaba indiferente. La muerte de Izuna cambió mucha a Madara, su forma de pensar, su actitud, y el trato que deba a los demás en especial a Mio.

Mio estaba preocupada por Madara, y por primera vez fue a buscarlo sin ser llamada. Sabía que esto podía ser un acto de doble filo, pues últimamente, el líder no estaba de humor con nadie. Los miembros del clan pensaban dos veces antes de buscarlo sin una buena excusa que no provocará el mal genio de Madara.

Esta vez fue sola porque nadie se atrevería acompañarla. En unos días salían a batalla contra el clan Senju, pues Madara quería vengar la muerte de Izuna.

Mio sabía el caminó hacia los aposentos del líder y la hora que descansaba. Se escabulló hasta llegar frente a la puerta corrediza de la habitación y golpeó ligeramente. No paso mucho tiempo cuando Madara dio permiso de ingresar como si esperará a alguien, a una de las criadas, no a Mio.

Cuando él la vio se mantuvo callado y en su lugar, al centro de la amplia habitación con un pergamino sobre sus piernas doblada y más alrededor suyo. Mio entró a la habitación y medio cerro la puerta corrediza, acto seguido, caminó hacia él y se detuvo a dos metros de Madara. Con delicadeza tomó asiento sobre un cojín, los glúteos sobre los talones de los pies y manos sobre los muslos.

—¿Por qué viniste sin ser llamada?

La pregunta de Madara hizo a Mio arrepentirse de su atrevimiento. Con esto dejaba claro que no quería verla. Lo conocía demasiado bien para saberlo.

—Vine a ver cómo seguías. Estoy preocupada por ti.

Madara bajó la mirada al pergamino sobre sus muslos mientras respondía.

—No deberías estarlo, yo no te lo he pedido.

—Pero te he visto mal. ¿Cómo puedes decir que no debería preocuparme si me importas?

En el amor y la guerra todo se vale (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora