32. No puedes estar así

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—¿De qué era? —pregunté expectante y con las esperanzas de que la llamada que mi madre había recibido fuera de alguna de las ofertas de trabajo a las que le he ayudado a inscribirse durante la semana pasada.

—¡Me van a hacer una entrevista! —exclamó, estaba tan feliz que casi daba saltos de alegría—. Es el viernes de la semana que viene, no coincide con la fecha de mi último vuelo antes del despido.

—¡Mamá! Eso está fenomenal. —Me levanté de la silla del comedor y me acerqué a ella para darle un abrazo—. ¿Cuál es el trabajo?

—Será para trabajar en aquel supermercado que vimos, ¿recuerdas? Espero que me contraten.

—Sí, pero no es... —Cerré mi boca. El puesto no era relacionado con los aviones porque era muy difícil encontrar un empleo de ello, pero temía que trabajar en un supermercado fuera algo duro para ella—. ¿Al menos te gusta?

—Creo que puede ser una oportunidad para probar algo nuevo, quién sabe.

Asentí con la cabeza, lo importante es que pruebe y si no le gusta podemos intentar buscar otro aunque eso fuese igual de complicado. Además, aún debían hacerla la entrevista lo que era un buen paso pero no indicaba que le fueran a contratar sí o sí.

El mundo laboral era muy complejo.

Fui hacia la cocina y saqué un vaso del armario, me iba a preparar un café con hielo para así ponerme a estudiar toda la tarde. La semana que viene está llena de exámenes y no podía permitirme suspender ni uno solo.

Desde la semana pasada que fui a comer a casa de Michael he estado estudiando todos los días como siempre he hecho, sin distracciones. Para desconectar he estado decorando y escribiendo un poco en el cuaderno de campo que me servía mucho para relajarme y desahogarme.

Aún así, seguía pensando en Odette, ella quiso quedar conmigo el viernes pero rechacé su propuesta para hacer unas tareas y estudiar. A ella parece que le entristeció un poco por su tono de voz bajo, pero lo entendió. A mi también me duele esto, pero era lo que tenía que hacer para seguir yendo bien en la universidad y no bajar mi nota media.

—¡Mia! ¿Has pedido algo online recientemente? —gritó mi madre desde la entrada de la casa.

—¿Por qué? —pregunté pensando, lo único que había pedido era la camisa de Odette, pero esa supongo que me la entregará ella cuando nos veamos algún día. Está vez escuché los pasos de mi madre hasta que apareció en la cocina.

—Porque acaban de llamar a la puerta. Ve tú, que igual es alguno de tus amigos o el repartidor.

—Sí, sí... —contesté algo extrañada, ella podía haber abierto la puerta, no sé porqué tenía que hacerlo yo—. Ya voy.

Dejé el cartón de leche sobre la mesa y atravesé el pasillo que conectaba la cocina con el salón y la entrada. Coloqué la mano en la manilla y ejercí fuerza hacia abajo, abriendo la puerta.

Al abrirla por completo no daba crédito, era Odette quien tenía una pequeña caja marrón decorada con un lazo rosa. Ella llevaba puesto un top blanco que dejaba ver su abdomen a partir de su ombligo, un pantalón negro y una chaqueta tipo varsity. Era capaz de verse guapa con cualquier cosa.

—Hola, soy la repartidora, vengo a entregar un paquete a nombre de... —Hizo como que miraba la caja y yo intenté no sonreír, pero me estaba costando—. Mia Thompson, ¿es usted ella, señorita?

—Está usted de suerte, ¿sabe? Yo soy ella.

—¡Bien! Por fin encontré a tal bella dama. —Se inclinó ligeramente hacia mí mientras agarró mi mano y me dejó un beso en el dorso. No podía esconder mis nervios—. Creo que su camisa le va a quedar muy bien. Hace una semana y media no dejabas de mirar la que yo llevaba puesta, supongo que te gustó.

El hilo que nos unióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora