~CAPÍTULO SIETE~

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Visenya se encontraba recostada en su cama, era tarde de noche y no podía dormir... los truenos y la lluvia se escuchaban exageradamente fuertes en comparación a otros días. La joven vestía una bata de seda blanca y su cabello rubio casi blanco estaba alborotado, se levantó de la cama y decidió salir por el castillo.

Estaba descalza para no hacer ruido, se dirigió hacia el comedor donde se sentó a mirar por una ventana que daba a la calle, sentandose a un lado para observar la ciudad y cada detalle de ella, viendo como las gotas caían con fuerza. Su concentración era tanta que no se había dado cuenta de que había alguien más en la habitación y la estaba observando. Visenya vio el reflejo de Aemond en la ventana, parado en silencio, vestido completamente de negro, algo despeinado -extraño en él- y sin su singular parche, pero ahora, era diferente... no llevaba el zafiro en la cuenca del ojo, algo que la asustó un poco, pero no lo demostró. Sin dudas, su tío podía ser escalofriante si se lo proponía.

-Me despertaste.-dijo Aemond, acercandose un poco más con ligeros pasos.

-No fue mi intención.-respondió Visenya, volteandose a ver las calles nuevamente a través de la ventana.

Aemond sonrió de lado.

Visenya tenía algo en ella que hacía que él sintiera todo aún más intenso, él no sabía qué era aún... la joven despertaba en él una curiosidad inmensa, pero también un resentimiento profundo por lo que ella le hizo cuando eran niños. Ambos sentimientos luchaban en su mente constantemente cada vez que la tenía enfrente. La necesidad de tomarla en sus brazos y someterla ante él pero también la necesidad infinita de saber cómo era la textura de sus labios... el sabor de su lengua y a qué olía su cabello.

A veces, cuando estaba solo se sentía como un depravado de sólo pensarlo. Se sentía como su hermano Aegon... estúpidamente incontrolable... por ella.

Aemond se sirvió un vaso con agua y tomó de él.

-Aemond, lamento lo que te dije en el almuerzo. Quise hacerme la graciosa y salió mal-dijo intentando destensar la situación.-Debo respetarte, después de todo.

-¿Visenya Targaryen pidiendo disculpas, eh?-respondió con sarcasmo.-Debo asegurarme de que no estoy soñando.

Visenya se levantó de donde estaba para caminar hacia él. Mientras los truenos se adueñaban del cielo y la lluvia sonaba cada vez mas fuerte.

-Buenas noches, tío.-dijo de pronto ella, acercandose a su mejilla para depositar un beso suave en su mejilla fría. Aemond se mantuvo inmóvil, conteniendo las ganas de apretarla contra su cuerpo. Si había algo sobre Visenya, era que sabía perfectamente como comportarse y con quién hacerlo, de alguna manera, sentía que debía llevarse bien con ellos (incluyendo a Aegon) si quería reclamar su herencia al trono de hierro, y, por supuesto, la de su madre.

La joven princesa se fue caminando tranquilamente descalza por el castillo, mientras Aemond se quedó observando por la ventana las calles, lo solitario que era el reino de madrugada, donde ni un alma se atrevía a salir. Lo que algún día sería suyo, pensó.

Visenya estaba preocupada por lo que pudiera suceder ese mismo día con su hermano Luke, pues no sólo se ponía en juego el futuro de Driftmark, sino, también el futuro de Jacaerys y ella misma como herederos. Aunque Jacaerys era el favorito para heredarlo después de Rhaenyra, mucha gente se oponía y sugería a Visenya como futura Reina de los 7 reinos, por ser la mayor y por su fisico, mucho más cercano a los de un Targaryen.

A la mañana siguiente, Visenya se arreglaba para la ocasión con ayuda de algunas mucamas, vistiendo un hermoso vestido amarillo que en su día le perteneció a su madre Rhaenyra. La joven se veía decente y hermosa, las mucamas no paraban de decirle lo guapa que se veía.

𝐁𝐀𝐒𝐓𝐀𝐑𝐃𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora