Londres, Inglaterra.
16 de septiembre de 1907
—¿Jae Wright?
La suave voz de la mujer resuena en el interior de la recepción de la biblioteca. De inmediato asiento con la cabeza e inclino ligeramente mi torso, presentándome; y para cuando regreso a mi posición inicial, la descubro examinándome con detenimiento. Revisa la fotografía de mi identificación y regresa a mi rostro varias veces, tratando de cerciorarse de que coinciden.
Paso saliva con dificultad y le dedico una leve sonrisa, nervioso. En su semblante, detrás de aquellas gafas ovaladas, hay cierta confusión combinada con sorpresa.
Pero la comprendo. La presencia de personas del continente asiático en Inglaterra, y específicamente en Londres, no era común en términos numéricos.
—Un placer —extiendo mi mano en su dirección cuando comprueba mi identidad—. Es mi primer día como bibliotecario.
La adulta, quien tiene su cabello castaño claro sujetado con un moño, se apresura a responder mi saludo. A diferencia de su expresión de desconcierto de hace unos segundos, esta vez una amable sonrisa crece en su rostro.
—Olivia Clarke. Eres más joven de lo que esperaba, Jae —revela, dejando salir una leve risa. Rodea el mostrador de madera, y cuando llega a mi lado, dice con un ademán—: Sígueme.
—¿Más joven? —repito. No es la primera vez que me lo dicen, pero siento curiosidad por saber a qué se refiere específicamente en esta ocasión.
—Me notificaron tu contratación el viernes pasado —habla en un volumen bajo, el cual me obliga a acercarme a ella—. Así que cuando leí tu nombre, juré que se trataba de un hombre mayor. Normalmente son ellos quienes aplican para este tipo de vacantes.
—¿De verdad?
—Es raro ver a alguien de tu edad en esta clase de trabajo y con experiencia. La mayoría estamos por encima de los treinta años, incluso pensé que era uno de los requisitos —comenta con cierta diversión—. ¿Cuántos tienes tú?
—Veinticuatro.
La mujer se detiene frente a una puerta doble, y volviéndose hacia mí, deja que otra risa se le escape. Me rasco el cuello, tímido, y aparto la mirada de su rostro. A pesar de que es mayor que yo, es una mujer hermosa que irradia confianza.
—Todavía eres un bebé —dice, sosteniendo la manija—. ¿Qué te motivó a ingresar aquí, Jae? —se anima a preguntar luego de abrir la puerta.
Y aunque deseo contestarle de inmediato, me quedo completamente embobado con el largo pasillo que aparece delante de nosotros. No miento al decir que el lugar emana una atmósfera de erudición, digna de albergar siglos de conocimiento.
El espacio está vacío y es amplio, demasiado; pero estoy seguro de que no es ni un tercio del interior de la biblioteca. El techo alto está sostenido por columnas esculpidas que le brindan un aire de sofisticación, mientras que los ventanales arqueados permiten que la luz natural bañe el interior.
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El Inquilino del Apartamento 307 | Nomin
Fiksi PenggemarCuando Na Jaemin comienza a recibir cartas anónimas tras mudarse a su nuevo apartamento, algo en su interior le dice que debe huir. Especialmente si los recuerdos de ese hombre resurgen desde el fondo de su memoria. . . . ✓Original ✓Lenguaje y escen...