Primer Capítulo: El Último Escalón

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El viento frío golpeaba el rostro de Andrés mientras subía la escalera de la torre. Sus pasos resonaban en el vacío metálico, un eco sordo que solo intensificaba el silencio que siempre lo había acompañado. Cada peldaño que subía lo acercaba más a su decisión final, una que había tomado mucho tiempo atrás, en la oscuridad de su habitación, cuando la desesperanza era lo único que podía abrazar.

Recordaba claramente cómo había llegado a este punto. La indiferencia de su familia, la soledad aplastante en la escuela, los murmullos y las risas a sus espaldas. Cada palabra, cada gesto, cada día, había sido un recordatorio de que no pertenecía a este mundo. Se había preguntado tantas veces qué había hecho mal, por qué nunca era suficiente, por qué su existencia parecía ser una carga para todos.

Cuando llegó a la cima de la torre, el viento soplaba con más fuerza, y el horizonte se extendía ante él, vasto y lleno de posibilidades que nunca experimentaría. Cerró los ojos por un momento, sintiendo cómo la gravedad lo llamaba, cómo el vacío le prometía paz.

Un último suspiro. Un último pensamiento.

Y luego, la caída.

El impacto no fue lo que esperaba. No hubo dolor, no hubo oscuridad. Solo una sensación de liberación. Pero cuando abrió los ojos, no se encontraba en el lugar de paz que había imaginado. Estaba en un espacio extraño, nebuloso, donde el tiempo parecía no existir. No era el cielo, pero tampoco el infierno.

"¿Dónde estoy?" murmuró, su voz resonando en el vacío.

"Estás en el limbo," respondió una voz suave y serena. Andrés giró la cabeza y vio a un ángel, su figura radiante y llena de una calma inquietante.

"¿El limbo?" preguntó Andrés, confuso.

"Sí. Un lugar entre la vida y la muerte, entre el juicio y la condena," explicó el ángel, sus alas brillando con una luz suave. "Tu vida terminó de manera trágica, pero el destino de tu alma aún no ha sido decidido."

Andrés sintió una mezcla de alivio y miedo. No sabía qué esperar, pero al menos no estaba en el infierno. O eso pensaba.

"Pero... tomaste tu vida," continuó el ángel con un tono de tristeza. "Y aunque el dolor te llevó a esa decisión, hay consecuencias."

De repente, el entorno cambió. Las nubes grises del limbo se disiparon y Andrés se encontró en un lugar oscuro, ardiente, donde el aire olía a azufre y gritos resonaban en la distancia. Demonios de aspecto aterrador lo rodearon, sonriendo con una crueldad que helaba la sangre.

"Bienvenido al infierno," dijo uno de ellos, agarrándolo con fuerza. "Tu castigo apenas comienza."

Antes de que Andrés pudiera procesar lo que estaba sucediendo, fue llevado a una cruz, y sin piedad, los demonios lo colgaron de ella, clavándolo en su lugar. La cruz fue levantada y colocada en una posición desde la que podía ver el cielo, un lugar tan cercano, pero eternamente fuera de su alcance.

El dolor físico era insoportable, pero más doloroso era ver ese lugar de paz y felicidad, un lugar donde él nunca podría estar.

"Deseo que nunca hubieras nacido," murmuró Andrés, mientras las lágrimas caían de sus ojos.

Pero entonces, una voz suave rompió el silencio. "¿Por qué lloras?"

Andrés levantó la vista y vio a una joven, vestida de blanco, flotando a cierta distancia. Era hermosa, y su presencia irradiaba una paz que contrastaba con el tormento a su alrededor.

"¿Quién eres?" preguntó Andrés con la voz entrecortada.

"Soy Eva," respondió ella, con una sonrisa triste. "Y tú... ¿qué haces aquí?"

"Estoy pagando por mi pecado," respondió Andrés, su voz llena de amargura. "No pertenezco al cielo."

Eva lo miró con compasión. "Nadie debería sufrir así," dijo, sus palabras llenas de empatía. "Prometo que vendré a verte todos los días. No estarás solo."

Y así comenzó su extraño y trágico vínculo. Todos los días, Eva venía a verlo, y aunque no podía tocarlo ni liberarlo de su sufrimiento, sus palabras eran un bálsamo para su alma herida. Pero con cada día que pasaba, el tormento de Andrés empeoraba, y Eva no podía soportarlo más. Decidió hacer lo impensable: intentar salvarlo del infierno, aunque eso significara arriesgarlo todo.

La primera promesa de compañía se había transformado en una promesa de liberación, pero el camino hacia la redención de Andrés estaba lleno de obstáculos insuperables, y el destino no siempre es tan misericordioso como el amor puede ser.

Amor en el LimboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora