Introducción

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El cielo sobre la ciudad estaba cubierto por un manto de nubes oscuras, como si la misma naturaleza presagiara la maldad que estaba por desatarse. El detective Daniel Márquez observaba el horizonte desde la ventana de su oficina, en el piso 12 de la Central de Investigaciones. 

Afuera, la lluvia caía en torrentes, golpeando los cristales con una furia inusitada. Habían sido semanas de trabajo incesante, rastreando pistas en los callejones oscuros del submundo criminal, pero nada lo había preparado para lo que estaba por descubrir.

Daniel, con sus cuarenta años bien llevados, tenía el aspecto de un hombre que había visto demasiado. Sus ojos, de un marrón profundo, mostraban la mezcla de cansancio y determinación que lo definía. 

No era la primera vez que se enfrentaba a la oscuridad de la humanidad, pero el peso de los años y la brutalidad de los casos habían dejado marcas invisibles en su alma. Una cicatriz en su mentón, resultado de un altercado años atrás, era la única señal externa de las batallas libradas. Internamente, su fe en Dios había sido su ancla, pero esa misma fe estaba siendo puesta a prueba como nunca antes.

La llamada llegó justo cuando consideraba terminar su jornada. El tono grave del comisionado Rodríguez en el otro extremo del teléfono cortó cualquier esperanza de descanso. "Daniel, tenemos un cuerpo. Es... diferente a todo lo que hemos visto. Necesitas venir de inmediato." 

El comisionado, un veterano con más de treinta años en la fuerza, no era alguien que se impresionara fácilmente. Si él estaba inquieto, Daniel sabía que lo que encontraría no sería nada común.

Daniel sabía que este caso sería diferente a cualquier otro que hubiera enfrentado. Las pistas no estarían únicamente en los lugares habituales: en los callejones oscuros o en los interrogatorios de testigos. Este asesino dejaba pistas en la Biblia, en las antiguas escrituras, y para atraparlo, Daniel tendría que enfrentarse a sus propios demonios, navegando por los laberintos de la fe, la justicia, y la venganza. 

La primera plaga había sido desatada, y Daniel no podía evitar preguntarse: ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar el asesino para cumplir su retorcida visión?

El Lamento de CaínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora