Capítulo 2: El Espejo de Caín

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El viento golpeaba con fuerza las ventanas de la Central de Investigaciones, como si el propio aire tratara de advertirles de lo que estaba por venir. Daniel Márquez estaba sentado en su escritorio, rodeado de una pila de informes y fotografías de la escena del crimen.

El caso se había instalado en su mente como una espina, incómoda y persistente, y aunque intentaba mantener la objetividad profesional, algo en su interior le decía que estaba a punto de enfrentarse a una maldad mucho más profunda de lo que jamás había imaginado.

Habían pasado horas desde que dejó la escena del crimen, pero la imagen del cuerpo yaciendo en el círculo de velas, con la Biblia ensangrentada sobre su pecho, se había grabado en su memoria. Aquella Biblia había sido enviada al laboratorio para un análisis más detallado, pero Daniel no podía esperar los resultados.

Sabía que el asesino estaba jugando con él, lanzándole un desafío velado a través de esos símbolos religiosos. Pero lo que más le inquietaba era la posibilidad de que aquel homicidio fuera solo el primero de muchos.

La idea de que se estuviera iniciando una serie de asesinatos rituales, cada uno más perturbador que el anterior, lo mantenía en vilo.

Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Era el comisionado Rodríguez, quien entró sin esperar respuesta. Su rostro, como siempre, mostraba una mezcla de determinación y preocupación.

—Daniel, tenemos que hablar —dijo, tomando asiento frente a él.

—Lo sé. Esto no es un caso común, y lo que estamos enfrentando es mucho más grande de lo que parece —respondió Daniel, mirándolo a los ojos.

Rodríguez asintió lentamente, como si las palabras de Daniel confirmaran lo que él ya temía.

—Hemos identificado a la víctima. Se llamaba Juan Valenzuela, un hombre sin antecedentes, trabajador, sin conexiones con el crimen. Nada en su vida sugiere por qué alguien podría querer matarlo de esta manera. Es como si hubiera sido elegido al azar.

Daniel se frotó la barbilla, procesando la información. —Elegido al azar, pero colocado en una escena que claramente no es aleatoria. El asesino está siguiendo un patrón, algo relacionado con las escrituras. El uso de la Biblia, el versículo de Caín y Abel... No son simples detalles, son partes de un rompecabezas que estamos obligados a resolver.

Rodríguez sacó un sobre de manila de su bolsillo y lo colocó sobre la mesa de Daniel. —Aquí tienes todo lo que hemos podido encontrar sobre Valenzuela. Su familia, sus amigos, sus rutinas diarias. Todo está aquí. Pero tengo la sensación de que no será suficiente. Este asesino no está matando por razones convencionales. Está enviando un mensaje, y si queremos detenerlo, necesitamos entenderlo.

Daniel tomó el sobre y lo abrió, examinando los documentos en su interior. Mientras repasaba los detalles de la vida de Juan Valenzuela, no pudo evitar preguntarse: ¿Por qué él? ¿Qué lo conectaba con la historia bíblica de Caín y Abel? 

No había nada en sus antecedentes que indicara alguna relación con crímenes o rituales. La única conexión que podía ver era la inocencia de la víctima, similar a la de Abel, quien fue asesinado por la envidia de su hermano.

El teléfono en el escritorio de Daniel sonó, cortando el aire pesado en la habitación. Levantó el auricular y escuchó la voz de un agente al otro lado.

—Detective Márquez, hemos recibido un mensaje para usted. Vino en un sobre sellado, sin remitente. Pensamos que debería verlo de inmediato.

Daniel frunció el ceño, intercambiando una mirada con Rodríguez antes de colgar. —Es el asesino. Nos está enviando otra pista.

Minutos después, un agente llegó a la oficina con el sobre en la mano. Daniel lo tomó, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda mientras lo abría. Dentro del sobre había una única hoja de papel, con un pasaje bíblico cuidadosamente escrito a mano. Lo leyó en voz alta para que Rodríguez también pudiera escucharlo:

"Y al abrir el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: Ven. Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado poder de quitar la paz de la tierra y que se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada."Apocalipsis 6:3-4

Rodríguez se inclinó hacia adelante, con el rostro endurecido por la gravedad del mensaje. —Está hablando de la guerra, de la violencia entre hermanos. Es como si estuviera advirtiéndonos de lo que va a hacer.

Daniel asintió, dejando que el peso de las palabras se asentara en su mente. —Este asesino está jugando con nosotros. No solo está imitando las plagas, sino que está utilizando las Escrituras para justificar sus crímenes. Si el primer asesinato fue Caín matando a Abel, el próximo será más violento, más caótico. Tal vez quiera provocar una reacción en cadena, algo que lleve a más muertes.

El detective se levantó de su silla, con el sobre en la mano, y comenzó a pasearse por la habitación. Su mente trabajaba a toda velocidad, intentando trazar un perfil del asesino. —Este hombre, o mujer, está profundamente perturbado. No está simplemente matando por placer o por venganza. Cree que está cumpliendo una especie de mandato divino. Y si ese es el caso, no va a detenerse por nada.

Rodríguez observó a Daniel con preocupación. Sabía que el detective estaba llevando el peso del caso sobre sus hombros, y que este no era un caso común. Había algo en los ojos de Daniel, una mezcla de resolución y desesperación, que le hizo comprender la magnitud del desafío que tenían por delante.

¿Qué propones que hagamos?preguntó Rodríguez finalmente.

Daniel dejó de caminar y se volvió hacia él. —Necesitamos una unidad especial dedicada exclusivamente a este caso. No podemos tratarlo como un asesinato más. Tenemos que adelantarnos a sus movimientos, entender su psicología, sus creencias. Y para eso, necesitaremos expertos en criminología, teología, y símbolos religiosos. Este no es un asesino común; es un fanático que cree estar cumpliendo una misión sagrada.

Rodríguez asintió, comprendiendo la urgencia en la voz de Daniel. —Tienes mi apoyo completo. Haré las llamadas necesarias y pondré en marcha la unidad. Pero, Daniel... ¿Estás seguro de que puedes manejar esto? Este tipo de casos puede quebrar a cualquiera.

Daniel lo miró fijamente, con una determinación que nacía no solo de su deber como policía, sino de algo más profundo. —Tengo que manejarlo. No es solo un caso más, Rodríguez. Esto es personal. Este asesino está profanando las Escrituras, está distorsionando la fe, y no puedo permitir que continúe. Voy a detenerlo, cueste lo que cueste.

Rodríguez asintió una vez más, respetando el compromiso de Daniel. —Muy bien. Pongámonos en marcha. Cuanto antes empecemos, mejor.

Mientras Rodríguez salía de la oficina, Daniel se quedó mirando la nota del asesino una vez más. Las palabras del Apocalipsis se sentían como un eco sombrío, una premonición de los horrores que estaban por desatarse.

 Sabía que el tiempo no estaba de su lado. Cada segundo perdido significaba una mayor posibilidad de que el asesino cumpliera su retorcido plan. Y mientras la tormenta continuaba golpeando la ciudad, Daniel se preparó para enfrentar la oscuridad que se avecinaba, consciente de que esta batalla no sería solo contra el asesino, sino también contra los demonios que él mismo llevaba dentro.

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⏰ Última actualización: Aug 22 ⏰

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