CAPITULO 1

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Mis manos tiemblan y tengo que apoyarlas en algún sitio para conseguir mantenerme de pie, mientras al otro lado de la línea, un médico me explica que mis padres acaban de tener un accidente de coche y probablemente no terminen el día con vida, y m...

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Mis manos tiemblan y tengo que apoyarlas en algún sitio para conseguir mantenerme de pie, mientras al otro lado de la línea, un médico me explica que mis padres acaban de tener un accidente de coche y probablemente no terminen el día con vida, y mientras me sigue hablando, yo dejo de escucharle mientras el zumbido de las luces de la oficina se vuelve ensordecedor, un montón de sentimientos se vuelven un remolino en mi pecho; la culpa de haberme ido a vivir lejos, por lo que aunque saliera corriendo, no llegaría a tiempo. El odio a mí misma, por haber elegido marcharme hace dos años en vez de quedarme con ellos. El pánico de saber que no volveré a verlos. Después paso al miedo, y por último, mi respiración se acompasa mientras el teléfono se escapa de mis manos y entro en un episodio de ansiedad..

— ¿Evie? — Mi compañera de trabajo me mira, preocupada.

Mis manos ya no soportan mi peso y caigo al suelo cuando escucho que el médico me cuelga, a lo que Emily se arrodilla para acercarse a mi lado, colocando una mano en mi hombro..

— Estoy bien. — Miento, pero mi voz ha salido tan fina que casi no ha sido audible, y mi cabeza da vueltas, me estoy mareando.

— Evie, mirame. — Yo le hago caso y la miro. — Ahora quiero que respires conmigo, sigue mi ritmo.

Intento seguir su guía, pero no puedo y tras unos segundos me rompo. Emily se queda en silencio, acariciando mi espalda mientras lloro y nuestros compañeros pasan de largo, algunos lanzando miradas curiosas y otros ignorando el tema.

Tres días después de esa escena, me encuentro frente a mi casa de toda la vida, en un pequeño pueblo costero donde se conoce todo el mundo, y por ende, llevo desde la estación de tren escuchando la misma frase "Lo siento mucho", sintiendo las miradas de pena que me echa la gente y rogando por llegar ya aquí, pero ahora soy incapaz de entrar a casa.

Simplemente no puedo. No soy capaz de enfrentarme al momento de entrar y no escuchar sus saludos alegres, los chistes tontos de papá o las frases sarcásticas de mamá.

Mi pie comienza a temblar y respiro hondo mientras meto la llave a la cerradura. Click. Silencio. Por un escaso segundo la esperanza de escuchar cualquier cosa había pasado por mi mente, pero solo me recibe la entrada principal, con esa horrible foto que me hicieron cuando tenía catorce y me pusieron brackets. Cierro la puerta detrás de mí y voy directa a mi dormitorio mientras abro y cierro la mano izquierda varias veces y escucho el crujir de la madera rompiendo el silencio. Hay demasiado silencio.. No soy capaz de mirar el sofá de papá o el taller de pintura de mamá.

Una vez allí cierro la puerta. La habitación está tal como la dejé. Deposito las maletas en el suelo y me siento en mi cama.

— Solo una semana. — Me digo a mí misma. — Una semana y te marchas de aquí.

Cuando recupero el aliento, me levanto para sacar de mi maleta un pijama cómodo, pero mientras me estoy quitando la camisa, siento una mirada en mi espalda. No tardo en girarme, dirección a la ventana. No hay nada y siento que con solo unos minutos en esta casa ya estoy perdiendo la cabeza.

Termino de ponerme mi pijama de osos panda y me meto en la cama. Por hoy ya he tenido suficiente. 

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