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Cuando se trata de tesoros, los mitos llegan a cada parte del mundo, algunos no creen, y otros se creen con la esperanza de encontrarlos y encontrar la grandeza.
El dorado era uno de esos mitos, no tan conocido, y la mayoría de las personas, no creen en que una ciudad de oro pueda existir.
Imposible ¿Verdad?
Pues no para Tehya, quien despertaba con la dorada caricia del sol, y que cuando se levantaba, lo primero que veía era esa hermosa ciudad, bañada en oro sagrado de los dioses.
A la vista de cualquiera, eso podía ser impresionante, pero para ella, era una realidad. Una realidad que adoraba, porque no había nada que la morena amara más, que el dorado y su gente.
Siendo hija del jefe Tanabok, su deber era cuidar a su gente y era un deber del que no se quejaba para nada. La vida en el dorado era tranquila, todos se ayudaban entre todos, pasaban tardes de paz y diversión, sin ningún conflicto que no pudieran resolver.
Porque vivir en el dorado significaba eso : vivir en paz.
Pero la paz se acaba cuando personas externas interrumpen un hogar que no es de ellos, y la morena se ve envuelta en un conflicto que podría poner en riesgo a su gente.
Tehya sabía que era peligroso, y apesar de que su primera intención era proteger a su pueblo :
No pudo evitar perderse en la mirada de aquel rubio que la miraba con tanto amor.
