Parte 5

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"No conozco otro camino... y, wey, de verdad, ya tengo mucho miedo. Me quiero ir", dijo Claudia con la voz temblorosa, mirando cómo la niebla comenzaba a descender, envolviendo el suelo.

"Podríamos intentar salir por el lado izquierdo de la casa, pero no estoy seguro... creo que es más largo", sugirió Carlos, su tono inseguro mientras tragaba saliva. El frío se colaba por su camiseta mojada de sudor, al mismo tiempo que intentaba regresar a su ritmo normal.

"¿Tal vez vimos mal, no?", murmuró Gabriela, todavía en negación. Antes de que pudiera terminar, Jorge respondió con sarcasmo: "¿Los seis, Gabriela? ¿En serio?"

"Bueno... el miedo colectivo existe. A ver si de verdad aparece esa mujer... ¿Dónde es...?" intentó replicar Gabriela, pero Claudia, pálida, le tapó la boca con brusquedad. Sus dedos, fríos la apretaron con fuerza. "No te atrevas... por si acaso", susurró con temor, como si pronunciar la aparición pudiera atraerla de nuevo.

Mayte, mientras tanto, empezaba a atar cabos. La mujer del bosque... era la misma que habían visto ella y Fernanda el día que entraron en la casa. La misma figura que había aparecido en lo que Mayte pensaba que solo había sido un sueño. Su mente daba vueltas tratando de encontrar sentido mientras sus ojos se posaron en los zapatos de Fernanda. Lentamente, su mirada subió por el cuerpo hasta llegar al rostro de la morena, donde solo encontró una profunda tristeza. La culpa la recorrió, incapaz de aceptar que, en parte, era responsable de ese dolor.

Claudia tenía razón: habían sido meses difíciles para Fernanda, y aunque Mayte sabía eso, la había besado sin pensar en las consecuencias. Para ella, había sido solo un juego, algo pasajero, pero no imaginó que ese beso lo cambiaría todo... ni que se convertiría en un arma para romper el corazón de Fernanda.

Mayte estaba confundida. Sabía que amaba a Fernanda, pero no estaba segura de quererla como pareja. Le atraía la idea de experimentar y conocer a otras personas, pero temía seguir haciéndole daño.

Aprovechando un momento de distracción, la bajita se acercó silenciosamente a Fernanda, quien parecía absorta en sus pensamientos mientras los demás seguían discutiendo.

"Rompiste la promesa que me hiciste", susurró Mayte cerca de su oído, buscando alguna reacción. Pero Fernanda la ignoró, manteniendo la mirada fija en el grupo. "Me dolió", continuó en un murmullo más bajo, pero Fernanda no reaccionaba, concentrada en acariciar suavemente su oreja, como si nada hubiera pasado.

"Y mucho... pero te perdono", añadió Mayte con más fuerza, intentando provocarla, esperando al menos una respuesta emocional. Finalmente, Fernanda giró hacia ella con una mirada furiosa.

"No me digas", respondió con sarcasmo, preguntándose si Mayte realmente podía ser tan egoísta, tan ciega al dolor que ella estaba sintiendo.

"Pues sí te digo...", replicó la bajita. Luego, con más suavidad, dijo: "Estoy feliz de verte bien. Me asusté mucho pensando que te podría haber pasado algo."

La morena cerró los ojos con fuerza, luchando contra las emociones que las palabras de Mayte despertaban en su interior. Su resistencia se desmoronaba lentamente, pero no podía permitirse ser vulnerable, no después de lo que pasó en el restaurante.

Mayte inclinó ligeramente la cabeza, buscando la mirada de Fernanda. "¿Estás bien? ¿Necesitas algo?", preguntó, acariciando suavemente su hombro. Pero Fernanda se apartó, esquivando el contacto.

"Estoy bien, May. Gracias", respondió Fernanda sin mirarla.

Pero en esa respuesta, Mayte detectó una pequeña grieta en el muro que parecía haber construido Fernanda, ese muro que levantó en cuestión de horas en medio de un amor que llevaban años construyendo. "Sé que estás molesta conmigo y lamento mucho lo que pasó. ¿Podríamos hablar cuando lleguemos a casa?", susurró Mayte, intentando una vez más.

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