El aire era gélido aquella noche, más frío de lo que Lilith Shirayuki había sentido nunca. Las montañas, que rodeaban el antiguo hogar de su clan, se alzaban imponentes, sus picos ocultos por las nubes oscuras que anunciaban tormenta. Los muros del santuario Shirayuki, que alguna vez habían simbolizado seguridad y poder, ahora parecían sofocar a Lilith, atrapándola en una red de tradiciones y secretos que no podía comprender del todo.
Apenas tenía cinco años, pero en su corta vida había aprendido que su lugar en el mundo era incierto. Nacida como melliza, había pasado su infancia bajo la sombra de su hermano, Hiroshi. Mientras él crecía demostrando las habilidades prodigiosas que se esperaban de un miembro del clan Shirayuki, Lilith no mostraba nada. Ni un solo indicio de los poderes que corrían por las venas de su familia: la manipulación de la oscuridad y la sangre. Era, según decían en susurros, una "flor marchita", destinada a marchitarse para dar paso al verdadero heredero.
Lilith no entendía completamente lo que eso significaba, pero había visto la forma en que sus padres la miraban, con una mezcla de lástima y desaprobación. Y había escuchado las conversaciones que creían que no oía, sobre el antiguo rito del clan, el sacrificio necesario para transferir el poder de uno a otro. El más débil debía morir para que el más fuerte floreciera.
El día de su cumpleaños se acercaba, y con él, el rito. Lilith no sabía qué esperar, pero no podía evitar sentir un nudo en el estómago cada vez que pensaba en ello. A diferencia de Hiroshi, que parecía anticipar el evento con una mezcla de arrogancia y excitación, Lilith se aferraba a su muñeca de trapo, su única compañera, como si fuera su único refugio en el mundo.
Pero esa noche, todo cambió.
El clan Shirayuki, orgulloso y temido, jamás había imaginado que podría caer. Los asesinos llegaron en silencio, sombras entre sombras, expertos en ocultar su presencia hasta el último momento. Lilith estaba en su habitación, sentada en su tatami, mirando la luna que se asomaba a través de la ventana cuando escuchó los primeros gritos. No comprendía lo que sucedía, pero el miedo se apoderó de ella rápidamente.
Las puertas del templo principal se abrieron de golpe, y Lilith corrió hacia el pasillo. La vio. Su madre, normalmente una figura imponente y distante, estaba en el suelo, su rostro pálido y los ojos desorbitados. Hiroshi estaba a su lado, su pequeña figura rígida por el terror. Los asesinos se movían con rapidez, como sombras alargadas, sus movimientos apenas visibles en la penumbra.
-¡Lilith! -gritó Hiroshi, pero su voz fue ahogada por un golpe seco. Lilith se paralizó, incapaz de comprender la escena frente a ella. Los asesinos no mostraron piedad. Uno por uno, los miembros del clan cayeron, hasta que solo quedaron los dos niños.
El líder de los asesinos, una figura alta con una máscara que ocultaba su rostro, se acercó a Hiroshi. Lo observó por un instante, su mirada fría como el acero. Luego, sin previo aviso, extendió una mano y apretó la frente del niño con fuerza. Lilith, paralizada por el miedo, vio cómo su hermano se retorcía, su cuerpo convulsionándose en espasmos antes de quedarse inmóvil.
La figura se volvió hacia Lilith, pero no mostró el mismo interés. Su cabello oscuro, el flequillo que caía sobre su frente, ocultando la marca característica de su clan, la hizo parecer... insignificante. Sus ojos, normalmente brillantes y llenos de curiosidad, ahora estaban llenos de lágrimas. El asesino la observó por un largo momento, luego simplemente la dejó atrás, dando por hecho que no valía la pena matarla.
Lilith no se movió hasta mucho después de que las sombras se hubieran desvanecido en la noche. Se acercó al cuerpo de su hermano, sintiendo una mezcla de alivio y culpa. Sabía que él había deseado su muerte, pero ahora, él era el que yacía inmóvil, mientras ella seguía respirando.
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Marca maldita
AdventureNarra la historia de Lilith Shirayuki, la última heredera de un antiguo clan casi extinto, cuya maldición y poder se manifiestan en una marca en su ojo. En un mundo donde la magia y las habilidades sobrenaturales son tanto una bendición como una car...