𝑮 𝑹 𝑨 𝑪 𝑬

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— ¡NOOOOO!

Mi grito fue tan desgarrador que atravesó el aire como una navaja y se perdió en el gris de las ruinas de aquella ciudad olvidada. El nocivo ambiente parecía tornase cada vez más y más oscuro con cada segundo que pasaba. La imagen de todos los posibles escenarios que podrían haber ocurrido se alzaban imponentes en mi cabeza, como burlándose de mí y de un final feliz que ahora nunca tendría. Mis respiraciones agitadas creaban nubes de vaho que trepaban por el frío aire polvoriento y desaparecían antes de siquiera tener la oportunidad de ser apreciadas. Justo como las esperanzas.

Esperanza. ¿No es gracioso? Hasta hacía tan solo un instante, aquella palabra había parecido la salvación, prometiendo todo un mundo de sueños perfectamente imposibles, pero, de alguna manera, reales. Ahora, solo era un patético suspiro, tan débil como la llama de una vela, capaz 

de desaparecer con una simple exhalación.

Tenía batallón de palabras atrapadas en la garganta que se suicidaba por mis mejillas en la forma de un millón de lágrimas, calientes y saladas, que caían en libertad durante un momento, solo para luego ser absorbidas por la fría y dura tierra muerta bajo mis pies.

Caí de rodillas mientras me abrazaba a mí misma. O más bien me arañaba los brazos desenfrenadamente, desesperada y abatida. Sentí como unos brazos me tomaban por detrás, tratando de evitar que mi hiciera más daño, o solo intentando apartarme de allí, de esa escena llena de dolor e infelicidad. Traté de zafarme de el agarre, pero otro par de manos vino a retenerme. No podía hacer nada. Estaba totalmente inmovilizada y solo podía ver como me alejaban de aquel espantoso lugar.

Y entonces lloré. Lloré como nunca había llorado en toda mi vida. Llore por mi familia y por los amigos que había perdido a causa de aquella mierda. Llore por esta vida tan patética y llena de sueños rotos que me veía obligada a sufrir. Llore hasta que me quedé sin lágrimas y llore hasta que mi garganta me ardía tanto que sentía que acababan de arrancarme mis cuerdas vocales.

Llore hasta que noté que me pesaban los párpados, y cerré los ojos, sumiendo esta triste y lánguida ilusión de vida en el más profundo y lóbrego vacío.

relatos que rescaté de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora