Capítulo 5. Michael Lang.

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Año 119 después de la creación.

–Lo sentimos jovencito, no podemos darle trabajo, es muy pequeño y lamentablemente nos pueden descubrir.–Dijo el dueño de la tienda.

–¡Por favor, necesito el trabajo!–Decía un pequeño Michael.–No le diré a nadie que tengo 9 años, pero por favor deme el trabajo, sino no podré pagar los medicamentos de mi hermanita.

El dueño de la tienda al ver la desesperación de aquel niño decidió darle el trabajo, pero, le explicó que cada vez que la policía fuera a hacer revisión el tendría que irse y, que también le pagaría menos que a una persona normal. Michael al estar tan desesperado aceptó las condiciones.

Día a día Michael se esforzó para poder recibir su paga. Casi no dormía y tampoco comía, sólo por el bien de su hermanita. El sentía que si se esforzaba y trabajaba duro podría ayudarla a superar la enfermedad que la tenía en cama, y, que con suerte podría trabajar con el también algún día.

–Hoy tienes la tarde libre Michael.–Le menciono su jefe.– pero antes quisiera hablar contigo.–Le decía mientras le tocaba el hombro.–Si gustas podría pagarte más pero, tendrías que trabajar en las noches también.

Por un momento Michael quiso aceptar pero recordó a su hermana quien no podía quedarse sola en las noches ya que, el lugar en el que vivían era peligroso. Estaba lleno de delincuentes y personas que se aprovechaban de los niños sin hogar para robarles lo único que podían tener. Por alguna razón que Michael no comprendía el era más fuerte que un niño de su edad por lo cual se le hacía menos difícil defenderse.

–Lo siento mucho, jefe. Mi hermana me espera en casa y con lo que gano hasta ahora tal vez no sea suficiente para comer 3 veces al día, pero puedo pagar los medicamentos de ella, y eso es lo más importante.–Respondió Michael.

Su jefe simplemente lo miró con desagrado y lo dejó ir. Al llegar a su casa Michael fue a la cocina a preparar una sopa ligera a su débil hermana.

–Mira hermanita, aquí tienes tus medicamentos y tu medicina. Hoy mi jefe me dijo que podía trabajar en la noche pero le dije que no porque tenía que cuidarte.

–P-pero Michael, tu no comes bien, deberías aceptarlo.–le respondió su hermana.

–Con lo que gano es suficiente. Nada en este mundo es más importante que tu para mi. Estoy seguro que te vas a sanar de la leucemia y que un día podremos trabajar juntos.–decía Michael acariciando su cabeza.– Te quiero mucho Sofía.–Seguido de sus palabras el dejó un beso en su frente y ambos hermanos fueron a dormir.

Al siguiente día, Michael estaba ocupado con su trabajo como siempre hasta que su jefe lo tomó del hombro. Michael se sentía incómodo pero no dijo nada y sólo le siguió a aquel hombre fuerte.

–¿Qué desea, jefe?
–De ahora en adelante no podrás trabajar cerca del mostrador. Sólo trabajarás en el almacén y la parte trasera de la tienda. Me avisaron que la policía está revisando tiendas más que nunca últimamente.
–Está bien, jefe.

Desde ese día Michael trabajó en el lugar indicado, pero, algo se le hacía raro. Y es que, la policía nunca había ido a hacer su revisión. Esto desconcertada a Michael ya que el sabía que su jefe estaba ocultando algo y, de cierta forma no le daba comodidad trabajar en el lugar más oculto del local, así que un día decidió ir a hablar con su jefe.

–Señor, le tengo una pregunta.
¿Por qué la policía nunca viene?

–Bueno, ellos vienen cuando pueden, no cuando yo les digo
¿sabes?—El señor de para de su silla y empieza a caminar por la oficina.—Tal vez sólo eran rumores o era en el otro distrito.–En ese momento el camina a la puerta y le pone seguro.–Michael, en vez de hacer tantas preguntas deberías quedarte a trabajar esta noche.

–Jefe, ya le dije que yo no puedo.–Respondió el pequeño Michael con mucho miedo.

El jefe tomó con fuerza al niño y lo acostó en su escritorio.

–Michael, por un día que no vayas a tu hogar dudo mucho que a tu hermana le pase algo.–El dueño de la tienda comenzó a tocar al aterrado niño por la cintura. Michael comenzó a llorar y a forcejear.

–Por favor señor... No me haga nada, tengo que cuidar a mi hermanita, ella me está esperando, por favor no me haga daño.–Eran las palabras del pequeño Michael.

Su jefe no le tomó importancia y simplemente siguió tocándolo hasta que algo dentro de Michael se sintió diferente.

–¡Ya le dije que parara, viejo asqueroso!–Gritó Michael con fuerza. Por alguna razón el hombre que estaba a punto de abusar de el se detuvo con un sentimiento de culpa y miró los brillantes ojos de Michael.

–¿Qué me hiciste?–Preguntó desconcertado. Michael sólo se puso la mano en la boca y salió corriendo.

Mientras corría miró uno de los relojes de los puestos de la calle y vio que eran las 8 de la noche. Michael estaba aterrado. Corrió tanto como pudo hacia su casa pensando en todo lo que le podía pasar a su hermanita sin el. Cuando llegó todo lucía normal.

–¡Sofía!–Gritó con angustia, pero nadie respondió.
Cuando entró a su habitación su hermana estaba dormida. Se le hizo tierna la escena pero salió y fue a la cocina a preparar la comida de siempre. A pesar de saber que su hermana a veces se dormía tenía un sentimiento de intranquilidad, sentía que algo no iba bien. Pensó que sólo era el miedo del mal rato que había pasando con su ahora ex jefe, así que tan sólo terminó de hacer la cena y se fue a la habitación de su hermana. Se sintió un tanto extrañado de que su hermana seguía durmiendo en la misma posición que cuando se fue, así que la llamó.

–¡Sofía! La cena está lista, despierta.

Nada. Sofía seguía sin moverse.

Michael fue a la cama y topó a Sofía pero de repente sintió como un líquido le caía en el zapato. Era sangre. Asustado le quitó la sábana a su hermana de encima y la escena que vio lo dejó totalmente asqueado.

Sofía estaba muerta. Pero no parecía una muerte normal, parecía que alguien que le tenía mucho odio lo había hecho. Sofía tenía el estómago abierto y cortadas por todas partes. Sus entrañas estaban afuera y una gran mancha de sangre cubría la cama.

Michael comenzó a respirar de forma desesperada, sentía como su corazón latía tan rápido que podía salirse por su boca. De repente una gran mano salió de debajo de la cama y agarró el pie del chico haciendo que este se cayera. Esa gran mano era una que conocía muy bien, era la mano de su jefe. Michael estaba desconcertado y mareado, intentó quitar la mano que agarraba con fuerza su pie, pero en ese momento comenzó a ver oscuro hasta que perdió la consciencia.

Michael despertó mareado y en una cama que no reconocía. De repente a su mente vinieron los recuerdos de lo que había visto antes de desmayarse y como pudo se levantó y comenzó a vomitar. Se sentía enfermo y culpable al mismo tiempo. Pensaba que si tan sólo no se hubiese puesto de curioso a preguntar cosas tan estúpidas tal vez su hermanita estaría con vida.

–Hasta que por fin despiertas.–Dijo esa voz que tanto asco le daba.–Si hubieras aceptado mis ofertas tal vez tu hermana seguiría con vida y quien sabe, tal vez hasta se hubiera sanado de su cáncer.

–¿Tú hiciste esto, maldito enfermo?–Michael no temió en tutear a su ex jefe ya que no sentía ninguna clase de respeto por el.

–Suenas muy irrespetuoso para alguien que sabe muy bien que no es una persona normal.–Le dijo al mismo tiempo que se paró de su silla.–Siempre sospeche que eras algo raro niño, pero nunca pensé que eras un fenómeno. Es curioso pero combina muy bien contigo.–El se acercó a Michael y se subió encima de el.–Michael, ya no tienes a nadie que te proteja ni a nadie a quien cuidar. Ahora estaremos juntos para siempre.

El viejo se acercó a Michael y lo besó

My land: Wonderful circus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora