Enzo
Difícil de dominar
La noche es un pozo interminable, el silencio en la mansión pesa como una lápida. Estoy sentado en el comedor, con Lucca en brazos. Su pequeño cuerpo se acurruca contra el mío, y aunque no dice nada, siento la intensidad de su mirada clavada en mi rostro. Es curioso cómo unos ojos tan pequeños pueden cargar tanta oscuridad. Esos ojos grises, idénticos a los míos, no tienen nada de inocencia. Son los ojos de alguien que ya ha visto demasiado, que ha sentido el vacío de una pérdida que ni siquiera debería entender a su edad.
Lucca no habla. No lo hace porque no puede, no porque no quiera. Su mutismo es su forma de sobrevivir, su refugio. Sé que es mi culpa. Perdió a su madre por mi maldita vida, por mis decisiones. Y aunque lo sostengo en mis brazos con la firmeza de alguien que quiere protegerlo, la verdad es que no puedo protegerlo de lo peor: de mí.
Acaricio su cabello negro azabache, tan suave como el mío. Apoya su cabeza en mi pecho, pero sus ojos no dejan de analizarme, como si intentara leer en mi rostro algo que no sé cómo ofrecerle. Ni amor ni consuelo. Solo este vacío que parece ser nuestra herencia familiar.
Uno de mis hombres entra al comedor con los informes que pedí. Mi mandíbula se tensa. Ordené que investigaran todo sobre Elena, cada detalle de su vida. No porque sea necesario, aún en mis manos no puedo sacármela de la cabeza.
-Su nombre completo es Elena Rodríguez García -comienza, su voz formal, indiferente-. Dieciocho años recién cumplidos hoy. Nació y creció en Madre Vieja Norte, San Cristóbal, en República Dominicana. Su madre, Juana García, es viuda y ha criado sola a Elena y a su hermana menor, Mariel, de diecisiete. La familia vive en una casa modesta, pero sin grandes problemas económicos. Terminaría los estudios en unos meses, si no fuera por... "La desaparición". Tenía buenas calificaciones y es conocida en su barrio por ser educada, de carácter fuerte. Su mejor amiga es Irina Brown González, vecina de la familia y huérfana de padres, vive con su abuela paterna.
Asiento y se retira.
Hoy. Dieciocho años, hoy.
Es el huracán que he metido a mi vida, y no estoy dispuesto a dejarla salir.
Lucca emite un pequeño sonido, algo entre un suspiro y un quejido. El corazón se me aprieta un poco. Ningún niño merece crecer en esta maldita oscuridad, pro es lo que soy.
-Llévalo a dormir -ordeno a una de las niñeras que espera cerca. Se acerca rápidamente para llevarse a mi hijo. Él no protesta. Me mira por última vez, recordándome que el silencio también puede gritar.
Estoy solo. En la mesa, una botella de Whisky y un vaso vacío me esperan. Mi mirada vaga por el comedor, pero mis pensamientos están con ella. Con su voz, ese acento dominicano, con la furia que no se molesta en esconder, esa mirada que parece retarme a cada segundo. Es mía, aunque me odie.
La puerta se abre. Al verla entrar, siento una punzada en el pecho que no quiero analizar. Está descalza, con el cabello aún húmedo y vestida con ropa sencilla que no debería hacerla lucir tan hermosa, pero lo hace. Su mirada choca con la mía, llena de desprecio.
Nota la botella en la mesa y, antes de que pueda detenerla, toma un jarrón decorativo que esta cerca. Lo levanta con ambas manos, como si estuviera lista para estrellarlo contra mi cabeza.
-¿Qué haces? -pregunto, levantándome lentamente de la silla. Es como enfrentarse a un animal salvaje.
-No te me acerques, porque te lo rompo en la cabeza -amenaza, y su voz tiene esa chispa que logra desarmarme más de lo que debería.
Mis labios se curvan apenas en una sonrisa irónica.
-Baja eso. Mejor dime... ¿Qué quieres de Cumpleaños, nena? -pregunto, cruzándome de brazos.
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Los Secretos Que Nos Unen (+21) |#1| ©
KurzgeschichtenDuología: Corazones En llamas. Soy Elena, una simple muchacha de República Dominicana. Pero mi vida cambió el día que cometí el error de estar en el lugar equivocado, en el peor momento posible. Vi algo que no debía: a Enzo Di Angelo, el hombre más...