Prefacio

10 2 0
                                    

; 〨 - - - - - - - - - - 〨

La vida muchas veces nos resulta triste, aterradora. Nos dan ganas de no vivir y quedarnos encerrados en un lugar para siempre por el terror a salir lastimados. Ese miedo a ser apuñalados incluso por los que nosotros consideramos tan cercanos a nosotros como para llamar familia. Da miedo, mucho miedo.

El terror producido por ese sentimiento indescriptible nos hace temblar, hiperventilar. Nos provoca vómito y el sentimiento de querer huir y no volver más incluso si esto significa dejarlo todo nos parece negociable o incluso comprensible. Simplemente queremos irnos, huir para ser más claros, y en el mejor escenario posible lo podemos lograr, pero ¿y aquella carga emocional que soportamos por el hecho de ir? ¿Aquel pesar en el pecho y el malestar de la bilis que nos provoca ganas de vomitar al recordar? ¿Qué hay de eso? o mejor dicho ¿Quién mierda habla de eso en la actualidad?

Porque muchísimas personas toman tan a la ligera el dejar ir, como si no fuese nada; como si no sintieras nada. Y eso duele, duele su ignorancia ante nuestro pesar y ante aquello que nos quema por dentro. Duele que nos recuerden a eso que deseamos olvidar y rogamos desde lo más profundo olvidarle para siempre; o olvidarlo para nunca y mejor desear que el día uno nunca llegue.

Que por casualidad del destino ese día todo se complique, que no crucemos miradas ni choquemos hombros o muchísimo menos que alguien de quien conocemos nos presente. Que su foto nunca la encontremos en redes o que su sugerencia de amistad nunca llegue a nuestras vidas. Porque si eso ocurre, nos dolerá el alma entera dejarle ir.

Nos dolerá porque una parte de nosotros se va junto a esa persona, porque todos esos recuerdos se los lleva el viento sin mirar ni retroceder; porque ese tipo de cosas tienen que suceder para que el hombre deje de ilusionarse con algo y se enfoque en sí mismo. Porque de alguna forma los dioses detestan que su creación sea feliz, y como producto de la envidia, quiebran sus corazones como si fueran migajas de pan.

Es por que actualmente muchos corazones se encierran y no permiten nada, no se permiten ser felices por el terror a ser lastimado por primera vez -o incluso si ya pasó más de una y que aquel sentimiento de pánico le inunde por dejar que pase de nuevo-. Por eso, en aquel laberinto de la vida moderna, dónde aquellas conexiones vestidas en verdades parecen ser un bien escaso, Oliver Sallow se encuentra atrapado en una existencia marcada por la soledad y la dependencia emocional.

En su mundo, las emociones se convirtieron de a poco en sombras esquivas, y el grito interno de su corazón se pierde en el eco de un vacío totalmente abrumador y grotesco. Desde muy chico, Oliver ha buscado aferrarse a cualquier persona o relación que le prometa compañía, sin importarle cuán dañina pueda ser. No quiere sentirse solo, no lo desea.

Ese deseo insaciable de conexión lo ha llevado a un ciclo interminable de decepción y dolor, un bucle que lo ha condenado de por vida y en el que las pastillas y las evasiones temporales apenas proporcionan un alivio pasajero. En su búsqueda de significado, Oliver se enfrenta a los fantasmas de lo que podría haber sido, esas realidades alternativas llenas de "quizás" y "hubieras" que lo atormentan y desdibujan la línea entre la esperanza y la desesperación. Cada día es una lucha por encontrar un propósito, un sentido en medio del caos emocional que lo rodea.

Aunque con una pequeña ayuda, Oliver encuentra aquella paz y por fin conoce el significado de Jung. Sin temer al destino, quién puede ser un poco hijo de puta en su opinión más sincera.

; 〨 - - - - - - - - - - 〨

Jung ⚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora