«A Special Menu»

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Un menú especial
















Clara

—Oye —dijo suavemente—, ¿qué hora es?

Me estiré hacia el teléfono en la mesa, lo desbloqueé y miré la pantalla.

—Son casi las doce y media —respondí.

Aitana se incorporó un poco, sorprendida por lo rápido que había pasado el tiempo.

—¿En serio? —dijo, aunque para ser honesta, no debería haberle sorprendido tanto.

Ella se pasó una mano por el pelo, un poco nerviosa, y me miró.

—Creo que ya debería irme —dijo, aunque una parte de ella no quería hacerlo—. Es tarde.

La observé con una mezcla de preocupación y calma, negando suavemente con la cabeza.

—No creo que sea buena idea que te vayas ahora —le dije, con un tono más firme que antes—. Has bebido y es tarde. No quiero que te pase nada.

Ella intentó bromear para quitarle importancia al asunto.

—Estaré bien, he vuelto a casa en peores condiciones —dijo con una sonrisa.

Pero no estaba convencida. Me incliné un poco hacia ella, mirándola con esos ojos que siempre parecían comprender todo.

—No, Aitana. Quédate, de verdad. No me quedaría tranquila sabiendo que te has ido así. Además, puedo prepararte algo para cenar… Y puedes quedarte aquí a dormir.

Suspiró, sopesando la situación. Sabía que tenía razón. Habíamos bebido más de la cuenta, y volver sola no le sonaría tan bien como quedarse conmigo.

—Está bien, me has convencido —respondió, sonriendo finalmente.

Le devolví la sonrisa y le di un suave toque en el hombro antes de levantarme.

—Voy a ver qué tenemos para cenar —dije mientras me dirigía hacia la cocina.

La observé mientras se acomodaba en el sofá, mordiendo mi labio sin poder evitar sonreír.

—¿Y qué hay en el menú esta noche? —preguntó en un tono juguetón mientras se acomodaba.

Me detuve en seco, volviendo la cabeza para mirarla con una sonrisa traviesa en los labios.

—Pues… no estoy segura. ¿Alguna sugerencia? —respondí, manteniendo ese brillo pícaro en los ojos.

—Bueno, no sé si lo habías considerado, pero… ¿tú estás en el menú? —dijo, con un tono juguetón.

Reí suavemente y me apoyé en el marco de la puerta de la cocina, cruzándome de brazos mientras la miraba con diversión.

—¿Yo, en el menú? —repetí, como si estuviera pensando en la posibilidad—. No estoy segura de que me hayan puesto en la carta hoy, pero… podría hacer una excepción para ti.

La vi morderse el labio, jugando con la idea.

—Mmm, entonces quizás debería aprovechar antes de que cambies de opinión. No todos los días se puede pedir algo tan exclusivo.

Me acerqué lentamente, dejando la cocina atrás, y me senté a su lado en el sofá. La tensión entre nosotras se volvió más evidente, y el juego verbal se transformó en algo más tangible.

Entre dos mundos | Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora