«Forbidden Feelings»

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Sentimientos prohibidos
























Clara

El sonido de las teclas resonaba suavemente en el estudio mientras repasaba una y otra vez la misma melodía. Llevaba horas intentando encontrar la armonía perfecta para la canción en la que estaba trabajando, pero algo no encajaba. Apreté los labios, frustrada, y me incliné hacia adelante, dejando que mis dedos descansaran sobre el teclado.

Justo en ese momento, la puerta del estudio se entreabrió y Emma asomó la cabeza, interrumpiendo mis pensamientos.

—Clara, me voy a trabajar —anunció, con ese tono casual que usaba cuando no tenía prisa.

Me giré en la silla, dejando de lado la frustración por un momento.

—¿Quieres que te lleve? —le ofrecí, sabiendo que era poco probable que aceptara.

Negó con una sonrisa que me resultó un poco extraña, como si supiera algo que yo no.

—No hace falta, tengo todo bajo control. Además, tienes una visita importante dentro de poco —dijo con una pizca de burla en la voz—. No querrás que se vaya antes de que llegues.

La miré con una ceja levantada.

—¿Visita? —pregunté, aunque sabía perfectamente a quién se refería.

—No te hagas la tonta —se rió Emma, lanzándome una mirada cómplice—. Y ni se te ocurra ir a recogerme más tarde.

Asentí, fingiendo desinterés mientras intentaba ocultar lo que realmente sentía. La verdad es que estaba algo nerviosa por la conversación que Aitana y yo íbamos a tener, pero traté de no dejar que Emma lo notara.

—Está bien, señorita independiente —bromeé, mientras ella se acercaba para darme un rápido abrazo de despedida.

—Nos vemos luego —me dijo, caminando hacia la puerta.

—Nos vemos, Em —respondí, observando cómo salía del estudio y la escuché cruzar el salón para salir del apartamento.

El silencio volvió al estudio, pero esta vez no pude concentrarme en la música. Mi mente estaba demasiado ocupada anticipando la conversación que tendría con la futbolista. Habíamos hablado sobre vernos para aclarar lo que había pasado en la fiesta, pero ahora que el momento había llegado, sentía una mezcla de emociones difíciles de descifrar.

No pasó mucho tiempo antes de que el timbre sonara. Me levanté y caminé hacia la puerta del apartamento, deteniéndome un segundo para respirar hondo antes de abrirla.

Aitana estaba allí, con una expresión ligeramente nerviosa pero sonriente.

—Hola —saludó, dándome una pequeña sonrisa.

—Hola —respondí, abriendo más la puerta para que entrara—. ¿Todo bien?

—Sí, todo bien. Lo siento por llegar tarde, vine en taxi —me explicó mientras entraba al salón y dejaba su bolso en el sofá.

Asentí, cerrando la puerta detrás de ella. El ambiente estaba cargado de una ligera tensión, pero había algo tranquilizador en su presencia que me permitió relajarme un poco.

—¿Quieres algo de beber? —le ofrecí, dirigiéndome hacia la cocina.

—Agua está bien —respondió mientras se sentaba en el sofá, mirando a su alrededor como si intentara evitar la conversación que ambas sabíamos era inevitable.

Entre dos mundos | Aitana BonmatíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora