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Layla

Bostezo, me doy la vuelta en la cama, pero entonces choco con algo duro.

Mis ojos se abren de golpe, sabiendo que no es uno de los muchos animales de peluche con los que comparto mi cama. Por un momento, sigo pensando que podría estar dormida cuando miro a los mismos ojos verdes que veo en el espejo todos los días.

─¿Knox? ─susurro.

Si todavía estoy soñando, no quiero despertar. Han pasado años desde la última vez que vi a mi hermano.

─Feliz cumpleaños, bonita.

Una lenta sonrisa se dibuja en su cara, se inclina hacia delante y su boca roza la mía.

─¿De verdad estás aquí?

─Claro que estoy aquí. ─Frota su nariz contra la mía, exactamente como siempre lo ha hecho─. Te dije que volvería.

Tiene razón.

Cuando vi la nota que dejó en mi tocador, corrí a su habitación confundida. Compartíamos un baño que comunicaba nuestras habitaciones, y yo solía colarme en su dormitorio por la noche porque me daba miedo la oscuridad.

Tuve que dejarlo cuando mamá me dijo que ya no podía hacerlo.

Por suerte para mí, Knox nunca seguía las normas y era él quien se colaba en mi habitación.

Le importaba un bledo que lo castigaran, ya que de todos modos siempre se quedaba en casa conmigo. Lo único que hacía fuera del colegio era jugar al fútbol, y nosotros íbamos a todos sus partidos.

La mañana que encontré la nota, busqué en la habitación de Knox, pero no estaba.

Todas sus cosas en el baño habían desaparecido, junto con la mayor parte de su ropa. Knox retira la manta peluda que me cubre.

─Te queda bien mi camiseta.

Acaricia con los dedos la parte delantera de la camiseta, sobre las letras de su antiguo instituto. En el proceso, el pulgar de Knox roza mi pezón, y mi respiración se entrecorta.

─Quizá deberías devolvérmela.

Tira suavemente de la tela, pero al mismo tiempo me toca el pezón.

─Solo llevo bragas ─le digo.

─¿En serio? ─me levanta la camiseta para echarme un vistazo porque no me cree.

La sube demasiado y deja al descubierto mi vientre y la parte inferior de mis pechos.

─¡Knox!

Me contorsiono mientras el calor me sube a la cara. No sé por qué soy tan tímida. Me ha visto cambiarme en el baño muchas veces.

Siempre tenía la puerta abierta. Cuando éramos más jóvenes, nos bañábamos juntos, pero supongo que mi cuerpo ha cambiado desde entonces.

─¿Qué? ─Arruga las cejas─. Soy yo. Antes nunca te importaba mi aspecto.

─Ahora es diferente ─susurro.

─¿Porque ahora tienes tetas? ─Knox desliza su mano por debajo de mi camisa, ahuecando mis pechos─. Creo que todavía están creciendo.

Abro la boca para protestar y la cierro de golpe. Mi cuerpo tiene una reacción que no puedo explicar.

─Yo también he cambiado ─me dice mientras su pulgar calloso me pasa por el pezón.

─¿Dónde has estado? ─Apenas puedo formular la pregunta mientras mi cuerpo se calienta.

─Al principio fui a casa de la tía Bee. Luego a la universidad. ─Knox se inclina hacia delante y entierra su cara en mi cuello─. Pero no te preocupes. Nunca volveré a dejarte.

Ecos de lo prohibido [+21] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora