CAPITULO 20 - LION

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•✦───────────•✧ Emma.

La sombra de Patrick Linguini me cubre preocupado por el león que tengo encima, se afana por ayudarme, pero el animal se pone a la defensiva mostrando los colmillos sin dejar de gruñir y me esmero por apartarlo, sin embargo, pesa una tonelada y es el ruso quien lo mueve molesto.

—¿Estás bien? —pregunta Patrick preocupado y asiento mientras que intenta saludarme con un abrazo, pero retrocedo evitando meterlo en problemas.

Es el mejor amigo del coronel, por ende, no es un desconocido para mí, ni para mi familia. Le sonrío sin ganas cuando repara el collar que tengo en el cuello, «Enjaulada otra vez».

Salamaro regresa moviendo la cabeza para que salga y decido hacerle caso sin alegar, tampoco tengo fuerzas para abrir la boca, ya que si lo hago sé que me pondré a llorar.

Camino detrás del moreno, las luces del jardín están encendidas y el que Christopher esté saliendo de la propiedad tomando el sendero por donde vengo no hace más que hincharme el pecho. Su ego se siente hasta acá y me agacho a recoger las piedras de la orilla cuando presiento su soberbia.

—Hasta que tienes los cojones de venir a asumir lo que te toca...

—¡Cállate! —exclamo arrojándole la primera piedra— ¡Cállate mierda!

Se mueve mirándome como si estuviera loca y agarro más yéndome contra él. Una le da en el brazo y suelto la última atacándolo con los puños cerrados. No le voy a tolerar insultos a nadie ni mucho menos humillaciones.

—¡Conmigo cierra la boca! —le grito— ¡Cállate gran hijo de perra, que no sabes como me la he tenido que jugar y no tienes idea de lo que es tener que pagar una condena que no te buscaste!

Intenta atrapar mis manos, pero rompo a llorar empujándolo una y otra vez.

—¡Ya!

—¡A pisotear a otros, pero a mí no! —espeto rabiosa— ¡A mí no que no soy un puto soldado, pero me he mantenido en pie como uno al igual que tú y todos aquellos que se creen invencibles!

Mis empujones no lo mueven, pero sigo hasta que Salamaro me toma queriendo que me calme. Me callé la primera vez, pero no voy a dejar que, aparte de tener que volver a lo mismo, vengan a hacerme sentir menos como en años atrás. Bastante porquería tengo encima ya.

—¡Llévatela! —le pide al moreno que me arrastra con él y me libero del agarre de sus brazos avanzando al palacete.

«Solo quiero ver a mi hija». Quito las lágrimas dejando que me guíen adentro. No reparo detalles, solo busco la puerta que lleva a los calabozos o donde sea que la tengan. En la fortaleza había una debajo de la escalera y no sé porque asumo que aquí es igual.

—Por aquí —me indica Salamaro subiendo los escalones.

Troto tras él y el pasillo entapetado del segundo piso queda bajo mis pies.

—¿Ha comido? —le pregunto al consejero que no me contesta— No la tienen atada, ¿Verdad?

Los Voyevikis que resguardan una de las alcobas se mueven abriendo la puerta y no es un calabozo lo que me encuentro, es una alcoba digna de la propiedad. Ella está dormida y corro a la cama queriendo revisarla sin importarme si la despierto o no.

—Amelie —la tomo—. Cariño, ¿Estás bien?

La destapo atrayéndola a mi pecho, está adormilada todavía y no hago más que apretarla contra mí mientras sus brazos me rodean notando que soy yo.

—Queen —me besa— ¿Ya viste a Chispas?

Le agradezco al cielo que esté bien y me levanto con ella queriendo sacarla, pero la presencia de Salamaro en la puerta me detiene.

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