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Jisung subió por las escaleras del barco, cabizbajo, ¿cómo podía dejar el pueblo donde vivió desde 1927 en un solo momento? Giró su cabeza junto a un lado de su cuerpo para contemplar el paisaje que, seguramente, no volvería a ver en su vida. Pero, ¿qué más daba? Nadie lo quería allí.

El aire dio en su cara, despeinándolo delicamente, mientras el barco anunciaba su partida.

Una lágrima cayó por su mejilla mientras cogía sus maletas y se daba prisa para entrar en el barco. Hacía calor ahí dentro, nada parecido con el frío que se presenciaba fuera. Se hundió en su bufanda y se encogió en su abrigo al notar la calidez del lugar. Un chico joven se aproximó a él a paso ligero, llevando a Jisung el olor de su colonia.

— Buenos días, Señor, ¿cómo se llama? —dijo un empleado bien vestido y con el pelo perfectamente colocado. Hizo una reverencia con elegancia y le sonrió.

— Buenos días. Me llamo Han Jisung, ¿usted? —limpió sus lágrimas mientras ponía recta su espalda y levantaba la cabeza como siempre le habían enseñado, aunque nunca le explicaron que preguntara el nombre de empleados. Miraba los ojos del joven mientras intentaba mantener la compostura frente a él.

— Señor Han, no debo, ni tengo permitido decirle mi nombre. Solo soy un empleado de este barco que le ayudará de ahora en adelante, hasta que llegue a su destino. —sonrió de forma suave y miró un momento al suelo con compasión por la pregunta de Jisung.

— Sí... lo lamento. —acercó sus maletas a su cuerpo—. Muchas gracias. —no sabía cómo comportarse de forma elegante, nunca lo había practicado en situaciones reales.

— ¿Estaría de acuerdo con que le acompañe a su habitación y le muestre rápidamente el barco? Debo enseñarle donde debe ir y donde puede encontrarme. —lo miró fijamente, sin despegar sus ojos de los de Jisung, con una mirada penetrante la cual Han no sabía a qué se debía.

— Me encantaría. —Jisung notó una sensación de nostalgia al fijar su mirada en los ojos de ese chico, sentía que ya lo conocía y que, además, necesitaba estar con él. Solo suspiró, habiéndose acordado de su historia con amor de su vida;  la cual, nadie tenía permitido conocer, ¿acaso no era eso por lo que se iba de su amado pueblo?

Caminaron mientras el empleado le explicaba cada servicio, decoración y esquina, aunque no tuviera sentido que Jisung las conociera, el joven se las enseñaba. Han no se enteró de nada porque buscaba de qué le sonaba ese chico, no le quitó el ojo de encima en ningún momento, aunque sí supo disimularlo de una manera extraordinaria cada vez que él se giraba para mirarlo.

— Bueno, Señor Han, esta es su habitación. —le miró con respeto mientras abría la puerta y le señalaba con la mano que entrara en el cuarto—. Mis compañeros y yo solemos venir a las habitaciones cada cierto tiempo para revisar si nuestros pasajeros necesitan alguna cosa. —explicó—. ¿Usted también quiere que vengamos a preguntarle si necesita algo?

— Sí, supongo que estaría bien... ¿Cada cuanto vendrían ustedes? —preguntó mientras miraba la habitación de un lado a otro, observando hasta el último detalle.

— Entendido, Señor Han. —asintió—. Vendremos, diciéndolo de forma aproximada, cada dos horas. —sonrió—. Por cierto, si necesita salir de la habitación, recuerde que debe avisarme con este botón. —lo señaló, Jisung se extrañó por la afirmación, ¿no era demasiado?—. Para no venir en ese periodo de tiempo y, además, abrirle la puerta, ya que siempre está cerrada con llave. No se extrañe, es por seguridad, aunque quizás le parezca demasiado. En este barco hay mucha gente.

— Muchísimas gracias por el aviso. —dijo, con el ceño fruncido por la confusión, no entendía porqué debían esmerarse tanto en hacer seguro el barco. Mientras buscaba una razón, metió sus maletas dentro de la habitación.

Titanic | Fanfic Minsung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora