—Para de patalear y gritar, pareces una cabra —hizo una pausa—. No es ningún error, la persona que te secuestró soy yo. ¿El motivo?, te casarás conmigo mañana—sus labios se movían sensualmente mientras su voz masculina formaba aquellas palabras tan incoherentes.
El sudor frío me recorría la espalda, había estado tirando de la gruesa soga de cáñamo que me mantenía atada al duro respaldo de una silla. Mis manos y pies eran inútiles, la maldita cuerda los envolvía con firmeza. Me sentía tan jodidamente vulnerable que solo tenía deseos de partirle la mandíbula al idiota frente a mí.
—¿Qué?—fue lo único que salió de mi boca.
—Lo que escuchaste.
¿Acaso había oído bien? Digo, ¿este loco se había escuchado? Seguramente estaba dopado.
Una carcajada dejó mis labios y me miró con detenimiento.
—¿En serio piensas qué me casaré contigo? No sabes quien soy.
—Sé exactamente quién eres, Alessia Atherton, no me casaría con alguien que no conozco.
—Escucha, muñeco,—porque sí, el muy cabrón estaba para tirárselo una semana entera y hasta más —si no dejas de hablar estupideces ahora mismo, haré de tu miserable vida un puto infierno —no es que amenazara muy seguido a la gente, pero era una situación desesperante y debía demostrar soberbia.
La comisura izquierda de su boca se alzó con diversión dejando ver como se le formaba en la mejilla un hoyuelo diminuto, casi imperceptible, que le daba un aire sexy y masculino.
—Oh, Alessia, que equivocada estás—niega con la cabeza —. Algo muy importante que debes saber sobre mí es que cuando yo quiero algo —con cada palabra daba un paso, cada vez más próximo a mí —lo consigo. Y ahora es tu vida la que se convertirá en un infierno. Ya dependerá de ti si decides arder en este de una forma tan placentera que te dejará sin aliento o de una tan lenta—ya estaba a dos pasos de mi —, tortuosa—un paso de mí— y letal —se agacha para estar a mi altura —que recordarás por el resto de tu existencia —su voz ya era un susurro pero lo oía muy claro.
—Acaba con este teatro y suéltame, imbécil—le ladro como respuesta y el muy estúpido se ríe ¡se ríe en mi cara!
—¿Si te suelto que garantía tendré de que te comportarás como una persona civilizada y no cómo una psicópata que me quiere romper cada hueso del cuerpo?—¿Bueno, y qué me sugieres hacer tú después de quéme trajeran inconsciente a un lugar que ni siquiera conozco, me amarraran como si fuera una loca que se escapó de un hospital psiquiátrico y constituye una amenaza para la sociedad, y para colmo, cuando recupero la consciencia te apareces tú, qué en mi vida te he visto, diciendo cosas sin el más mínimo sentido?
—Y como esperaba una respuesta como esa —saca del bolsillo una jeringallena con un líquido— vine preparado.
—No te atrevas a…
No me dejó terminar. Me agarró un brazo con firmeza y aunque me sacudí en un intento de liberarme de su agarre, cosa muy inútil porque estaba amarrada, sentí como la aguja penetraba en mi piel y el contenido de la jeringa comenzaba a esparcirse por mi cuerpo.
—Maldito —su sonrisa petulante fue lo último que divisé antes de cerrar los ojos.
+++
Abro mis párpados lentamente. Me cuesta ubicar el entorno a mi alrededor, y cuando lo consigo me doy cuenta al estirar mis extremidades con libertad de que no estoy amarrada, de hecho me abrazan unas suaves mantas de seda. Mi cerebro divaga intentando recordar lo que sucedió:
Estaba retocando mi maquillaje en el baño de un club nocturno cuando de repente entraron dos tipos corpulentos en traje y con lentes negros. Aunque intenté resistirme, uno me inmovilizó con un brazo y opacó mis gritos con la mano mientras el otro me inyectó con un líquido en el brazo que me hizo perder la consciencia poco a poco.
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En Sus Manos
RomansaAlessia Atherton siempre ha huido del compromiso, hasta que un hombre desconocido la secuestra, obligándola a una vida que nunca deseó. Privada de su libertad y sin escapatoria, se encuentra atrapada en sus manos. Ahora, enfrenta una elección desgar...