Capítulo II Desarrollo del Equipo

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Los días en el equipo nacional pasaron rápidamente para Ran, cada uno lleno de entrenamientos exhaustivos y una competencia intensa. Sin embargo, lo que más sorprendía a Ran no era la exigencia física, sino la forma en que comenzaba a sentirse parte de algo más grande. El equipo era una unidad, una familia en la que cada miembro tenía su lugar y su función. Lentamente, Ran se daba cuenta de que no estaba solo en su lucha por destacar; estaba rodeado de compañeros que compartían su pasión y que, de una manera u otra, lo apoyaban.

Uno de esos compañeros era Yuki Ishiwaka. Como capitán, Yuki tenía una presencia constante y tranquilizadora en la cancha, y sus palabras siempre parecían llegar en el momento adecuado. Ran notaba cómo Yuki se aseguraba de que todos estuvieran en la misma página, cómo manejaba las situaciones tensas con calma y determinación. Pero lo que realmente marcaba la diferencia para Ran era la atención especial que Yuki le dedicaba.

En cada práctica, Yuki se tomaba el tiempo para ofrecerle consejos específicos, para corregir su técnica con una paciencia que Ran no había experimentado antes. Cuando cometía errores, Yuki no lo criticaba; en cambio, se acercaba a él con una mano firme sobre su hombro y le explicaba cómo mejorar en el siguiente intento. Eran esos pequeños gestos los que empezaban a afectar a Ran de una manera que nunca había anticipado.

La cercanía de Yuki se sentía diferente a la de los demás. Había algo en la manera en que el alfa se inclinaba un poco más cerca de lo necesario al corregir su postura, en cómo sus dedos rozaban ligeramente la piel de Ran al ajustar la posición de sus brazos durante los bloqueos. Eran toques casi imperceptibles, pero para Ran, cada uno dejaba una huella que era difícil de ignorar. A veces, cuando Yuki le hablaba en voz baja, su aliento cálido en el oído de Ran hacía que su corazón latiera más rápido de lo que le gustaría admitir.

Ran empezó a preguntarse si Yuki se daba cuenta de cómo lo afectaba. Pero si lo hacía, el alfa no mostraba ninguna señal evidente. Yuki mantenía su profesionalismo, sus interacciones siempre enfocadas en el rendimiento del equipo. Sin embargo, había momentos en los que las miradas entre ambos duraban un poco más de lo necesario, en los que Ran sentía que había algo más detrás de los ojos oscuros de Yuki, algo que estaba al borde de ser revelado, pero que aún permanecía cuidadosamente contenido.

Estos sentimientos nuevos y desconocidos comenzaron a inquietar a Ran. Nunca antes había pensado en un alfa de esa manera, y la idea de estar desarrollando sentimientos por Yuki lo perturbaba. Sabía que la dinámica entre alfas y omegas podía ser complicada, especialmente en un ambiente tan profesional como el equipo nacional. Ran no quería poner en riesgo su posición en el equipo, ni quería que sus sentimientos personales interfieran con su desempeño en la cancha. Pero cada día que pasaba, esos pensamientos se volvían más difíciles de ignorar.

Las noches eran las más difíciles para Ran. Después de cada entrenamiento, cuando se retiraba a su habitación, se encontraba solo con sus pensamientos. En la oscuridad, con el sonido lejano del tráfico de la ciudad, las imágenes de Yuki aparecían sin ser invitadas. Recordaba cómo el alfa se movía con gracia en la cancha, cómo su voz firme pero suave resonaba en su mente. Imaginaba, sin quererlo, cómo sería si Yuki lo abrazara con esos brazos fuertes, si lo mirara con la misma intensidad pero en un contexto más íntimo.

Pero con esos pensamientos también venía el miedo. Ran sabía que era un omega, y eso significaba que sus emociones, su atracción hacia un alfa, podrían llevarlo a un lugar vulnerable. Yuki era su capitán, su líder, y la posibilidad de que esos sentimientos no fueran correspondidos o, peor aún, que fueran malinterpretados, lo aterrorizaba. El voleibol era su vida, y la idea de arruinar todo por una emoción descontrolada lo llenaba de ansiedad.

A pesar de sus intentos por mantener la distancia emocional, Ran no podía negar que había algo especial en Yuki, algo que lo hacía sentir seguro y nervioso al mismo tiempo. Yuki, por su parte, no era ajeno a la lucha interna de Ran. Aunque mantenía su postura profesional, había algo en la manera en que se comportaba con Ran que lo diferenciaba de los demás jugadores.

Yuki admiraba la dedicación de Ran, su habilidad para darlo todo en la cancha sin importar los obstáculos. Pero lo que realmente lo intrigaba era la vulnerabilidad oculta en Ran, esa mezcla de fuerza y fragilidad que lo hacía único. Había algo en Ran que despertaba en Yuki un instinto protector, una necesidad de asegurarse de que estaba bien, tanto física como emocionalmente.

Yuki no podía evitar sentir una atracción creciente hacia Ran, una atracción que iba más allá de lo profesional. Sabía que no era el momento adecuado para actuar sobre esos sentimientos; ambos estaban enfocados en el equipo, en los torneos que se avecinaban. Pero cada vez que sus miradas se cruzaban, sentía que había una conversación no verbal que aún no habían tenido, un entendimiento tácito de que algo más estaba ocurriendo entre ellos.

A medida que el tiempo pasaba, la tensión entre ambos se hacía más palpable, aunque ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso. Había demasiado en juego: sus carreras, la dinámica del equipo, la presión de representar a Japón en el escenario internacional. Pero en lo más profundo, ambos sabían que lo que sentían no desaparecería simplemente porque lo ignoraran. Era solo cuestión de tiempo antes de que esas emociones salieran a la superficie, y cuando lo hicieran, cambiarían todo, para bien o para mal.

Las semanas continuaron, y con ellas, la rutina del equipo nacional. Cada sesión de entrenamiento traía consigo nuevos desafíos, pero también nuevas oportunidades para que Ran y Yuki se acercaran más. Durante los descansos, Yuki se aseguraba de estar cerca de Ran, a veces compartiendo una botella de agua o simplemente intercambiando algunas palabras rápidas sobre el juego. Era evidente para algunos de los otros jugadores que había una conexión especial entre ellos, pero nadie se atrevía a mencionarlo. Todos respetaban la autoridad de Yuki como capitán y sabían que cualquier comentario fuera de lugar podría alterar el equilibrio del equipo.

En uno de esos días, después de una práctica especialmente difícil, Ran decidió quedarse un poco más en la cancha para trabajar en su servicio. Estaba solo, o al menos eso pensaba, cuando escuchó los pasos de Yuki acercándose. El alfa lo observó en silencio durante un momento antes de acercarse.

—Estás mejorando mucho —comentó Yuki, rompiendo el silencio.

—Gracias, pero todavía siento que me falta mucho —respondió Ran, intentando sonar despreocupado, aunque la presencia de Yuki lo hacía sentir más consciente de sí mismo.

—Es normal sentir eso. Siempre habrá algo que mejorar, pero no debes ser tan duro contigo mismo —Yuki lo miró con una expresión que mezclaba seriedad y calidez—. Has demostrado que mereces estar aquí, Ran. No necesitas probarlo todo el tiempo-

Ran se detuvo y bajó la mirada, sintiendo el peso de las palabras de Yuki. Quería decir algo, expresar la mezcla de emociones que lo embargaban, pero no encontraba las palabras adecuadas. Yuki, como si entendiera su dilema, dio un paso más cerca, hasta estar lo suficientemente cerca como para que Ran pudiera sentir el calor que emanaba de su cuerpo.

—No tienes que cargar con todo el peso solo —dijo Yuki en voz baja

—. Estoy aquí, estamos todos aquí para apoyarte.-

El contacto visual que compartieron en ese momento fue más profundo de lo que habían experimentado antes. La tensión que había estado creciendo entre ellos parecía intensificarse, y por un breve instante, ambos se preguntaron si ese era el momento en el que todo cambiaría. Pero antes de que alguno pudiera actuar sobre lo que sentía, el sonido de una puerta abriéndose en la distancia rompió el hechizo, y Yuki retrocedió, recobrando su postura profesional.

—Descansa, Ran. Mañana tenemos un día largo —dijo Yuki antes de darse la vuelta y marcharse, dejando a Ran solo con sus pensamientos y un corazón latiendo con fuerza.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Ran no podía dejar de pensar en lo que había sucedido en la cancha. Por un instante, había creído que algo iba a pasar, que Yuki iba a cruzar la línea que ambos habían mantenido hasta ahora. Pero no fue así, y aunque parte de él se sentía aliviado, otra parte, una más profunda y silenciosa, no podía evitar sentir una punzada de decepción.

A medida que se hundía en la cama, Ran sabía que sus sentimientos hacia Yuki estaban lejos de desaparecer. Si algo, estaban creciendo, enredándose más profundamente en su corazón. Y aunque no sabía cómo, intuía que tarde o temprano, esos sentimientos encontrarían una manera de manifestarse.





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