Parte II: Bajo la Superficie

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Los días en el castillo se extendían como sombras alargadas en un reloj sin agujas, donde el paso del tiempo se sentía irreal, casi como una ilusión.

Cada nuevo amanecer traía consigo la misma rutina: los entrenamientos, las largas caminatas por los pasillos desiertos y las comidas que transcurrían en un silencio tenso, roto solo por el ocasional murmullo del viento al colarse entre las ventanas. Sin embargo, mientras los muros del castillo permanecían inmutables, algo dentro de Yuki comenzaba a agrietarse, aunque lo ocultara tras su máscara de frialdad.

Para Ran, el castillo representaba un laberinto de secretos, y Yuki era el centro del enigma. Desde su llegada, Ran había percibido que había mucho más en el capitán de lo que mostraba a simple vista.

El misterio no solo residía en la maldición que parecía rodear al castillo, sino en la batalla interna que Yuki libraba consigo mismo, una lucha silenciosa que no se reflejaba en su postura imponente, pero sí en los momentos de fugaz vulnerabilidad que a veces dejaba entrever.

Ran había aprendido a observar esos momentos, a descifrar las señales que otros no notaban. El modo en que Yuki desviaba la mirada cuando los temas del pasado surgían en la conversación,la forma en que sus manos, siempre firmes durante los entrenamientos, temblaban imperceptiblemente al tocar ciertos objetos en el castillo, como si esos lugares guardaran memorias que Yuki prefería olvidar. Para Ran, aquello solo confirmaba lo que había sospechado desde el principio: la maldición no estaba en el castillo, sino en el propio Yuki, y era un castigo que él mismo se había impuesto.

Con el paso de los días, la rutina del entrenamiento empezó a adquirir un matiz diferente. Lo que antes había sido un simple intercambio de golpes y técnicas en la cancha ahora se había convertido en algo más profundo, un diálogo sin palabras. Ran lo sentía en cada movimiento, en cada mirada furtiva que Yuki le dirigía cuando pensaba que no lo veía,el silencio entre ellos ya no era incómodo, sino que se había transformado en un espacio lleno de posibilidades. Era como si las barreras que Yuki había erigido durante años comenzaran a ceder, lentamente, pero con una certeza que inquietaba a ambos.

Una tarde, después de un entrenamiento especialmente agotador, Ran decidió quedarse un poco más en la cancha. El sol se estaba poniendo, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados que bañaban el castillo con una luz suave y cálida, Yuki había terminado su rutina y se había retirado, pero Ran sintió la necesidad de permanecer allí, como si el aire cargado de la tarde guardara respuestas que él aún no comprendía del todo. El eco de los pasos de Yuki aún resonaba en su mente, y no pudo evitar preguntarse cuánto más podría sostenerse esa distancia antes de que algo, o alguien, rompiera el silencio entre ellos.

***

Esa misma noche, después de una cena que transcurrió en la habitual calma tensa, Ran decidió que ya no podía seguir ignorando la creciente urgencia dentro de él. Había algo que necesitaba decir, algo que ambos habían estado evitando, pero que ahora colgaba sobre ellos como una sombra.

Los dos se encontraban en el gran comedor, una sala imponente con techos altos y pesados candelabros que proyectaban sombras danzantes sobre las paredes de piedra, Ran observaba a Yuki en silencio mientras el capitán se concentraba en el plato frente a él, aunque era evidente que apenas había comido.

La luz de las velas dibujaba contornos suaves en el rostro de Yuki, pero no podía borrar la dureza que parecía permanentemente grabada en su expresión.

Finalmente, Ran rompió el silencio.

-Yuki, no puedo seguir fingiendo que no pasa nada -dijo, su voz sonando baja pero firme

-. Hay algo en ti, algo que llevas demasiado tiempo guardando,no puedes cargar con todo eso solo.-

Yuki alzó la mirada, sus ojos dorados destellando con una mezcla de sorpresa y advertencia. El silencio que siguió fue ensordecedor, como si el castillo mismo estuviera conteniendo la respiración, esperando su respuesta.

-No sabes de lo que hablas -respondió Yuki, con una frialdad que intentaba ocultar su incomodidad

-. Lo que pasó... lo que soy... no es algo que puedas cambiar.-

Ran no desvió la mirada. Sabía que Yuki intentaría cerrarse, que levantaría más barreras si sentía que se acercaba demasiado, pero también sabía que no podía seguir fingiendo que no veía el dolor detrás de sus palabras.

-No estoy intentando cambiarte -replicó Ran

-. Solo quiero que dejes de castigarte... Esa maldición no te define, no es lo que eres realmente, lo que te mantiene atrapado no es el castillo, Yuki, eres tú mismo.-

Las palabras de Ran atravesaron a Yuki como una lanza. Por un instante, su expresión endurecida se quebró, y en sus ojos brilló una emoción que no había mostrado en mucho tiempo: miedo.

Miedo a lo que Ran pudiera ver si se acercaba demasiado, miedo a revivir las traiciones y pérdidas que lo habían convertido en lo que era. Pero sobre todo, miedo a que, si permitía que alguien rompiera esas defensas, terminara perdiéndolo todo de nuevo.

Yuki se levantó bruscamente de la mesa, el sonido de la madera raspando el suelo resonó en la sala vacía.

-No entiendes, Ran. He perdido a todos los que he amado, todos. Esta maldición me protege, me aleja de más sufrimiento. No puedes cambiar lo inevitable. No puedes salvarme.-

Ran también se levantó, y esta vez fue él quien se acercó a Yuki. Había una determinación en su mirada, una resolución que no flaqueaba ante el miedo que veía en los ojos del capitán.

-No quiero salvarte, Yuki. Quiero que me dejes estar a tu lado, pase lo que pase, no importa lo que creas, no voy a huir. -

El silencio que siguió fue casi tangible.

Los dos se quedaron inmóviles, frente a frente, en una tensión cargada de emociones no dichas, de promesas implícitas. Yuki, por primera vez en mucho tiempo, no supo qué decir,no supo cómo reaccionar ante alguien que no solo veía más allá de sus barreras, sino que estaba dispuesto a quedarse, sin importar el peligro o el dolor.

El castillo, que hasta ese momento había sido testigo de años de soledad y desesperanza, pareció respirar con ellos.

La oscuridad que lo envolvía no se había desvanecido, pero una pequeña chispa de luz comenzaba a surgir, una chispa que, si ambos lo permitían, podría crecer hasta iluminar incluso los rincones más oscuros del corazón de Yuki.

***

Esa noche, mientras la luna iluminaba los jardines del castillo, Yuki se quedó solo en su habitación, mirando el cielo estrellado a través de la ventana. Ran no estaba lejos, lo sabía, y esa simple certeza lo inquietaba más de lo que quería admitir.

Había algo en Ran, algo en su mirada, en su determinación, que hacía temblar las defensas que había construido con tanto cuidado.

Yuki suspiró, sintiendo una presión en el pecho, una mezcla de miedo y esperanza que lo mantenía despierto. Ran no se iría, lo había dicho, y, por primera vez en años, Yuki comenzó a creer que tal vez, solo tal vez, no tendría que enfrentarse a la maldición solo.













Qué creen que siga a continuación... Drama? Angustia? Alegría? Maybe ururu

Espero que les guste esta locura, porque no sé a dónde quiero llegar con esto pero anyways, más tarde les traere la siguiente actualización.

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⏰ Última actualización: Sep 14 ⏰

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