2. La noche de San Juan

31 5 1
                                    


Este tipo de cosas me ocurrían a menudo. Había programado la alarma con el tiempo justo para disfrutar un poco del ritual matutino: un expreso en la terracita, aprovechando el frescor de la madrugada. Además, tenía suficiente margen para una ducha fría y vacilar entre las prendas de mi armario buscando el look apropiado para la entrevista. Pero lo que realmente sucedió fue que me desperté a las cuatro de la mañana. Vaya si tenía tiempo, tanto que podría haberme quedado dormida dos veces, pero el insomnio no me dejó.

En lugar de eso, salí con demasiada antelación, y media hora antes de la entrevista, ya estaba frente al retrovisor ensayando una versión más "tonta" de mí misma; lo suficiente para inspirar esa docilidad que suelen buscar en este tipo de empleos.

Después de anunciarme en recepción, me senté en el lobby del hotel a esperar. Normalmente, este sería uno de esos momentos en los que la gente corriente ojea sus redes sociales o se sumerge en contenidos diseñados para secuestrar la atención. Por fortuna, mi facilidad para la distracción voluntaria me permitía abstraerme sin necesidad de artilugios.

Observaba a los clientes entrar y salir, arrastrando maletas y, en algunos casos, fingiendo diversión para disfrazar el cansancio. También me fijaba en el personal del hotel; después de todo, podrían ser mis futuros compañeros de trabajo. Me entretenía haciendo conjeturas sobre sus vidas y personalidades basándome en sus gestos y actitudes. No es que fuera una cotilla, pero tenía afición por observar y deducir.

Estaba en pleno vuelo especulativo cuando una mujer con un traje perfectamente planchado apareció en la puerta del despacho.

—Sofía, pasa por favor —dijo, señalando con la cabeza hacia el interior.

Crucé el umbral del despacho y la mujer que me recibió extendió su mano en señal de saludo.

—Hola, soy Miriam López, relaciones públicas del hotel —se presentó con un apretón firme pero breve—. Estamos muy contentos de poder contar contigo para el programa socioeducativo. La verdad es que, con tu currículum, pensamos que podrías haber declinado nuestra oferta, dado que la remuneración es un poco inferior a la que estarás acostumbrada.

¿Se estaba cachondeando? Su comentario me descolocó bastante. Y mucho menos esperaba que la entrevista la dirigiera alguien de relaciones públicas.

—Bueno... quien tiene vocación por aprender, sabe apreciar todas las oportunidades —respondí con una sonrisa, tratando de transmitir una seguridad que no tenía.

Miriam asintió, satisfecha con mi respuesta, y me invitó a sentarme en una silla frente a su escritorio.

—Agradecemos mucho tu disposición —dijo mientras se acomodaba en su propia silla—. Antes de pasar a detalles más específicos, me gustaría hacerte algunas preguntas para conocerte mejor y trabajar en tu presentación.

¿Presentación? Traté de mantener una expresión neutral mientras mis neuronas confundidas buscaban una aclaración lógica.

—Claro —respondí, algo dubitativa.

Miriam encendió una pequeña grabadora que había colocado en el escritorio y comenzó con la primera pregunta:

—¿Cómo definirías la mentalidad de un emprendedor exitoso?

Parpadeé, sorprendida. ¿Qué clase de entrevista era esta? A pesar de la confusión, decidí mantener la máxima amabilidad y soltura que pude para salir del paso.

—Bueno, creo que para responder habría que definir primero qué es éxito.¿No? Supongo que para mí, el éxito reside en no perder la ilusión. No creo que el término "exitoso" deba medirse por los ceros en una cuenta corriente, sino en encontrar satisfacción en lo que se hace. El dinero, la fama y el posicionamiento, deberían enfocarse siempre como una consecuencia, no un fin.

El Filo de SofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora