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Rainelis Rosario, también conocida como Rai por sus compañeros más cercanos, murió el 8 de septiembre de 2020, a las 21:59 horas, a los 71 años

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Rainelis Rosario, también conocida como Rai por sus compañeros más cercanos, murió el 8 de septiembre de 2020, a las 21:59 horas, a los 71 años.

Su educada petición de que Alondra se ocupara de las flores fueron sus últimas palabras conocidas.

Todavía era capaz de hablar después de eso, sólo que se negó a decir más, porque quería que sus últimas palabras tuvieran algo que ver con Alondra.

Fue Abril quien le dio la noticia a Alondra al día siguiente por medio de un mensaje de texto, asegurándole que no tenía la culpa de nada y que la propia Rai sabía que su tiempo se estaba acabando.

Alondra no sabía cómo atreverse a hablar con Rai por teléfono sabiendo que su futuro homólogo había perdido la vida, hasta que recordó lo que Rainelis le había dicho la noche antes de morir.

– No puedes. Mañana es nueve de septiembre, Alondra. Me aseguré de que no pudiera volver a llamar.

Alondra intentaba comprender lo que eso había significado, pero sabía que iba a seguir sentado el tiempo que fuera necesario, sólo para esperar que sonara el teléfono. Tendría que guardarse el hecho de que había muerto para sí mismo. Necesitaba volver a escuchar la voz de Rai. La Rai que amaba.

La Rai que estaba viva.

Alondra estaba ocupado en sus pensamientos, cuando escuchó golpes en el piso de abajo. Le costó mucho levantarse y empujarse hacia abajo. Por no hablar del hecho de que aún no había desayunado. Abrió la puerta y vio a Ari, que tenía los ojos hinchados y marcados de tanto limpiarse.

– ¿Abril? — Alondra la condujo al interior. — Lo siento mucho. — Alondra ni siquiera pudo terminar la frase sin que se le atragantaran las lágrimas.

Abril hizo lo posible por sonreír. — No lo sientas, nada es culpa tuya.

Alondra no podía comprender la pena que probablemente tenían ella y su familia. Se le partía el corazón al pensar en Rocío. Cómo esperaba Rocío que su abuela volviera. No podía imaginar lo difícil que era para Ari como madre sentarla y decirle la verdad. Ellos también acababan de acercarse.

Alondra ayudó a la mujer a entrar, su paso había sido tan inseguro y confuso. — ¿Por qué has venido aquí Ari?

– Tengo que decirte algo, Alondra. — Se volvió hacia Alondra, haciendo todo lo posible por mantener la compostura, pero era evidente que le salía el tiro por la culata.

– Claro, cualquier cosa. — Alondra se sentó frente a ella, ofreciéndole un vaso de agua y unos pañuelos de papel, dándole una palmadita en la espalda.

Abril le dio las gracias antes de respirar profundamente. — Mi madre era una gran mujer. Le temblaba la voz, y cada parte de ella se desmoronaba lentamente como un castillo de arena que un millón de manos intentaban mantener unido.

Flowers from 1970 || RailoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora