3: Alfa - Gamma

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Mina los odiaba, los odiaba tanto. Pero eran dos, y eran altos y fuertes. Miraba al director, Mark Tuan, y no podía entender lo que la castaña veía en él. Claro, era exitoso, con una carrera prometedora pero fuera de eso: nada. Jaebam, por su parte, era más de lo mismo. Quizás peor.

—  Habían unas cosas que llamaban pirámides, por ejemplo.

— Y un tipo llamado Shakespeare. Claro que ustedes no han oído hablar jamás de estas cosas.

— Había una cosa, como dije antes, llamada Cristianismo.

Los estudiantes anotaban esos conceptos en sus bloc de notas, sin embargo, era innecesario. No necesitaban saber nada de eso.

— Pero ahora tenemos el Estado Mundial. Y las fiestas del Día de Ford, y los Cantos de la Comunidad, y los Servicios de Solidaridad.

"Ford, cómo los odio", pensaba Mina.

— Había una cosa llamada alma y otra inmortalidad.

— Solían tomar morfina y cocaína.

— Parece malhumorada — dijo el Predestinador Ayudante, señalando a Mina.

— Estás melancólica, Myoui — la palmada en la espalda la sobresaltó. Levantó los ojos. Era aquel bruto de Mark Tuan. — Necesitas un gramo de soma.

— No, gracias — respondió al tiempo que rechazaba el tubo de tabletas que le ofrecía.

— Uno puede tomarse unas vacaciones de la realidad siempre que se le antoje, y volver de las mismas sin siquiera un dolor de cabeza. ¡Es simplemente maravilloso!

— Tómalo — insistió Mark — tómalo.

— La estabilidad quedó prácticamente asegurada.

— Un solo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos — dijo Jaebam, citando una frase de sabiduría hipnopédica.

— Sólo faltaba conquistar la vejez.

— Dale, toma uno para que te sientas mejor.

— ¡Déjame en paz! - gritó Mina.

— ¡Que mal humor te cargas, Myoui!

— Todos los estigmas fisiológicos de la vejez han sido abolidos. A los sesenta años nuestras fuerzas son exactamente las mismas que a los diecisiete. — dijo Jaebam con una sonrisa — En la antigüedad, los viejos solían retirarse, entregarse a la religión, pasar el tiempo leyendo, pensando... ¡Pensando! — rió de manera burlesca y los estudiantes lo acompañaron divertidos.

"Idiotas", se decía Mina mientras avanzaba por el pasillo en dirección al ascensor. Ya había tenido suficiente.

— Pero en la actualidad, los ancianos trabajan, cooperan.

El ascensor estaba lleno de hombres procedentes de los vestuarios Alfa y la entrada de Sana provocó muchas sonrisas y cabezadas amistosas. Sana era una chica muy popular, lo cual la enorgullecía tremendamente.

Al volverse, se encontró con Mina, que estaba de pie al final de la cabina.

— ¡Mina! — exclamó, acercándose a la chica — Te buscaba.

Su voz se oyó muy clara, por encima del zumbido del ascensor. Los demás se volvieron con curiosidad.

— Quería hablarte de nuestro plan de Nuevo México.

Por el rabillo del ojo vio que Kim Seok Jin se quedaba boquiabierto de asombro.

"No me sorprendería que esperara que le pidiera ir con él otra vez", se dijo Sana. Luego, en voz alta y con más valor, prosiguió:

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