1. Dos actores y una coach

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—Martin, deja de suspirar. Ya hemos llegado, pesado. Según esto... la puerta es la número trece.

—Pues agárramela que me crece.

Infantil, lo sabemos. Era para romper el hielo un poco, para unas risas antes de empezar. Está bien, ha sido divertido. ¿Deberíamos presentarnos? Da igual, dejamos las presentaciones para después. Esto es más importante, es el comienzo de la historia.

Juanjo se detuvo durante un segundo, tomando una bocanada de aire antes de suspirar. Estaba cansado y le dolía todo el cuerpo. Las maletas pesaban demasiado y, para colmo, el camino de tierra y gravilla que los llevaba hasta la casa de aquella mujer no ayudaba en nada. Las ruedas se quedaban encalladas todo el rato, obligándolo a tirar con más fuerza de sus pertenencias. Estaba empapado en sudor y malhumorado. Quiso soltar una risa ácida, pero la verdad es que no se lo estaba pasando para nada bien. También quiso matar al chico que tenía junto a él, pero en el último momento decidió que acabar con su compañero de rodaje sería una mala idea. Al menos por ahora. Tenía que aguantar un poquito más. Unos meses, solo eso. No podía ser tan difícil. Solo tenía que respirar y seguir adelante.

Fingió una sonrisa enorme, quizás demasiado exagerada como para ser real. Martin, que lo había estado observando por encima del hombro mientras esperaba a que continuara caminando, pareció satisfecho de haber conseguido esa reacción en él.

—Eres un guarro —dijo el mayor, casi en un susurro contenido, con la boca apretada y las mejillas rojas por el calor.

—No me decías lo mismo la otra noche, ¿recuerdas?

—Tienes una obsesión un poco rara con lo del otro día. ¿Cuántas veces me lo has mencionado hoy? Si estás tan desesperado por repetirlo, solo dilo, no me lances indirectas.

—Más te gustaría a ti, chaval.

—Créeme, no te tocaría ni con un palo. Eres insufrible. Si lo hice fue porque iba muy borracho, no por nada más.

—Pues yo recuerdo que lo disfrutaste mucho. ¿Ya se te ha olvidado todo lo que me decías o qué? Si es así, puedo ayudarte a refrescarte la memoria. Empecemos por el principio, si quieres, cuando estábamos en la cama y me dijiste que por favor...

—¿Sabes? Te recordaba mucho más simpático. Y más guapo de lo que te veo ahora. No sé, creo que es la luz, que de repente te hace lucir un poco feo. ¿Tenías ese bigote tan ridículo la otra noche?

Martin se detuvo de golpe, frenando su paso justo cuando estaban a punto de llegar a su destino. Frunció el ceño y arrugó los labios, visiblemente ofendido. Juanjo lo miró con una ceja arqueada, esperando su respuesta, casi con ansias de ver qué le diría. El vasco se relamió los labios y se preparó para comenzar su réplica. Juanjo no pudo evitar dirigir la mirada hacia ellos, pendiente de cada movimiento.

—¿Pues sabes qué creo yo? Que eres un...

Se sobresaltaron cuando la puerta de enfrente se abrió de golpe. No sabían qué o a quién esperaban encontrar, pero definitivamente no era a la figura que apareció ante ellos. Una mujer rubia envuelta en un batín de llamativo estampado de leopardo los recibió al otro lado. Destacaban también los rulos que le envolvían por completo la cabeza, el antifaz de satén que descansaba sobre su frente y, por supuesto, la lima de uñas que llevaba en la mano. A penas les dirigió una mirada. De hecho, no se detuvo ni dos segundos a examinar a los dos chicos exhaustos y sudorosos que estaban plantados en su puerta. Comenzó a hablar con autoridad, directa al grano.

—¿Sois de la empresa de muebles, verdad? ¡Por fin! Llevo toda la mañana esperándoos. ¡Tengo una agenda que cumplir, queridos! Vamos, son dos colchones los que hay que retirar. Pensaba que vendría alguien con un poco más de músculo, más fuertes; son pesados, de los viejos... Eran de mis hijos... aunque ahora que son adultos ni se acuerdan de su pobre madre. Pero bueno, no me quejaría si no fuera porque estoy esperando a unos actores que se quedarán en mi casa. Soy coach de intimidad, ¿sabéis? Trabajo en el cine. ¿Cómo os quedáis? Impresionados, supongo. En fin, esos colchones ya no sirven; los muelles chirrían como si fueran a romperse y, como ya os he dicho, la semana que viene tengo a dos actores aquí que necesitarán practicar muchas escenas de cama. No es adecuado. Además, ciertas posturas serían un suplicio con esos trastos viejos. Así que... ¿pensáis entrar de una vez o vais a quedaros ahí plantados como dos pasmarotes todo el día?

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