Capítulo VI

34 10 5
                                    

Emma

Voy a mantener la calma, pero es imposible, si tengo a decenas de guardias armados persiguiéndome e intentando matarme, ¡¿cómo puedo mantener la calma?!

—¡Ay!— mi cuerpo se cae al suelo haciendo un estruendo y suelto un chillido— ¡¿Y no podía haberme caido en otro momento?!— pienso lamentándome— Hay una puerta a unos pocos metros, tal vez esté allí Will— sigo pensando.

—Lo siento, señorita, esto es propiedad privada— dijo una guardia que llevaba el pelo rubio y lacio recogido en una coleta alta y unos ojos azules como el cielo, era hermosa comparada conmigo, sus labios rojos resaltaban en su cara pálida y no tenía ni una sola arruga.

—Mire, no tengo tiempo, déjeme pasar antes de que le pase algo malo— le dije y al momento me di cuenta que sonaba un poco mal.

—Oh, ¿eso... es una amenaza?— preguntó arqueando levemente una ceja.

—Eh... no... — titubee.

—Su documentación, ahora— ordenó la guardia.

—Es que... esto— me empezaron a sudar las manos e intenté secármelas en la sudadera negra— no la llevo encima— respondí rápidamente, ya se me estaban empezando a resbalar las manos de la sudadera.

—Qué bien, ¿no?— dijo sarcásticamente mientras sacó su Walkie Talk y dijo— Código diez vei...— no terminó ni la frase cuanto le dí una fuerte patada en el estómago que la dejó sin aire. Cayó al suelo y luchaba por obtener una bocanada de aire, cosa que no consiguió por aproximadamente veinte segundos.

—¿Ahora quien tiene el poder, eh, rubita?— dije con una sonrisa en mis labios.

—Po... por... porfavor— consiguió decir después de mucho esfuerzo.

—No, no, no, no pidas clemencia, no voy a tener piedad, todos vosotros vais a pagar por lo que me habéis hecho, ¿Entendiste?, ¿o te lo digo en inglés?—  dije honestamente, esas palabras ni las pensé, me salieron del corazón, sentía una furia tremenda que tenía que desatar de un momento a otro, me hicieron daño a mí, pero a Will no lo toquen, y lo hicieron, se atrevieron a hacer daño al único amigo que tengo, ahora se van a arrepentir.

Le pisé la cabeza con las Convers negras que llevaba puesta, le arranqué la pistola y el bate del cinturón y los puse al lado de mí, fuera de su alcance.

Le cogí el Walkie Talk y lo pisé con todas mis fuerzas, después, agarré el bate y empezé a golpearlo, cada golpe suponía cada trocito que salía volando, a saber dónde aterrizaba.

Sin darme cuenta, ya tenía la pistola en la mano y apuntaba hacia la chica en el suelo, mi brazo estaba más tenso que nunca.

—¿Últimas palabras?, Ah, no, cambio de planes, vas a sufrir, te voy a torturar, voy a romper tus huesos uno por uno ¿Escuchas?— dije y al momento una parte de mí pensó: «Tú no eres así, ¿porqué haces esto?» y otra parte de mí pensó: « Ahora es su turno de sufrir, ya sufriste bastante, querida»— ¿te torturo, te dejo libre o dejo que te mueras de hambre?— pregunté con una sonrisa de maldad en mis labios.

—Por favor... déjame libre... te lo pido...— suplicó la chica en el suelo, aterrorizada. Salió una carcajada de mi garganta, esa no era yo, yo no sonaba así, o eso creía hasta ahora, parecía una psicópata, una maníaca en toda regla.

—Lo siento, esa opción la descarté hace...— miré mi brazo simulando un reloj— diez segundos, así que ya estás cambiando de opción— dije cruelmente.

Vi unas lágrimas gruesas escaparse de los ojos de la mujer y por muy psicópata que sea, me gustó esa imagen—  Entiéndelo, no te voy a dejar viva, te interpusiste en mis planes, y ahora pagarás por ello, por tan poco que hayas hecho, estuviste en mi camino— dije meneando la cabeza.

—¿Dónde está Will Storm?— le pregunté apuntándola con la pistola en la cabeza— te juro... como no hables... ahora... te volaré la cabeza— amenazé sin moverme ni un solo centímetro.

—Está en la sala de ejecución— murmuró con los ojos llorosos, el pelo despeinado, el uniforme con varios agujeros...

—¿Que qué?— pregunté estupefacta.

—Dijeron que iban a... ya sabes— pasó el dedo pulgar alrededor del cuello.

—¡¿Porque no me lo dijiste antes?!, ¡¿Y si ya lo han matado?!— dije con las manos temblando.

—No empiezan hasta las diez de la noche- dijo ella encogiéndose de hombros— además,creo que no lo van a matar, sólo lo van a hacer sufrir por sus actos hasta que rogue clemencia.

—La que va a pedir clemencia vas a ser tú, no pienso tolerar que lo humillen, así que, como no hables, apretaré este gatillo de una vez por todas.

—Apriétalo, venga, acaba con mi vida— dijo ella sin mostrar importancia.

Se escuchó el sonido de una bala, un fuerte chillido, un cristal roto y por último, el crujido de un hueso.

—No, no, no, por favor, despierta— dije sacudiendo al cuerpo sin vida— no soy así, te lo prometo, reacciona, por favor — dije propinándole un par de palmadas en la mejilla— oh, no... se fue.

Me dejé caer de rodillas al suelo y en un espejo del pasillo, no me vi a mí misma, vi a una mujer violenta, con bastantes ojeras, poco pelo rubio y con una pistola en las manos esqueléticas por casi no comer, los ojos que alguna vez eran azules vivos, ahora reflejaban un azul intenso, casi negro.

En el pasillo se escuchaban pasos... no, zancadas, grandes zancadas, de muchas personas.

—Oh, oh— dije y de inmediato me escondí en el cuarto de la lavandería, detrás de las fregonas.

La puerta de la lavandería se abrió haciendo un fuerte chirrido, mi corazón amenazaba por salir de mi garganta, temo que se escuche mis latidos por lo rápido y alto que suenan, mi respiración, mi respiración sonaba entrecortada y tenía que calmarme lo más rapido posible, me agaché muy lenta y sigilosamente para camuflarme.

—¡Ava!, ¡Reacciona!, ¡ Llamad a una ambulancia!, ¡Ya!— ordenó un hombre que tenía la voz bastante grave.

«Con que se llamaba Ava» pensé.

«Si está muerta»

«Al menos no he dejado pistas» «¿O sí?»

«La pistola la tengo en la mano, el bate también, el Walkie Talk está hecho pedazos, ¿qué pistas he dejado?» me preguntaba.

Tan rápido cómo se fueron, salí corriendo tan rápida y sigilosamente cómo pude, atravesando puertas, dejando atrás espejos y cuadros.

Un señor se encontraba borracho deambulando por uno de los pasillos de ese laberinto infinito, asco, asco es lo que me vino a la mente.

—Hola, preciosa— dijo ese señor.

Se acercó a mí pero le dí un empujón que le hizo caerse al suelo de espaldas.

—¡Aléjate de mí, inútil!— le grité y salí corriendo tan rápido cómo me lo permitían mis piernas.

Cómo no, me agarró de la pierna haciéndome caer al suelo junto a él, le dí una patada en la nariz, cosa que hizo que empezara a sangrar y se tocó la nariz, lo que hizo que me soltara, menos mal, ya era hora.

Salí gateando para que poco a poco fuera recobrando energía y ponerme de pie. Fallo, el hombre llevaba un cuchillo de hoja fina y afilada en la mano derecha.

Ya me están dando ganas de escribir el próximo capítulo🙃
Muchos besitos virtuales✨️❤️

DÉJAME ENTRAR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora