El viento cortante de octubre barría las hojas secas por las calles vacías, como si quisiera barrer todo rastro de calor. Me envolví en mi abrigo gris, apretando los botones hasta el cuello, y me dirigí al diner en la esquina. La campanilla en la puerta sonó con un tintineo que parecía desentonar con la penumbra de la mañana. Era un otoño inusualmente frío, y el aire fuera parecía contener la respiración, esperando algo que nunca llegaba.
El restaurante estaba tan cálido como siempre, una especie de refugio inmóvil. El aroma del café se mezclaba con el leve perfume de pan recién horneado. Me deslicé en mi asiento habitual, junto a la ventana, con la vista a la calle desierta. El camarero, un hombre de cabello gris y rostro cansado, me saludó con una familiaridad que bordeaba en lo automático.
"Buenos días," dijo, sin apartar la vista de la ventana. Su voz era monótona, casi como una grabación que se repite una y otra vez.
"Buenos días," respondí, mientras me sentaba en mi rincón. No era necesario decir mucho más. Cada mañana era igual a la anterior.
El mesero me trajo el café, llenándolo solo a la mitad. Lo dejó sobre la mesa con una precisión calculada y regresó a su rincón detrás del mostrador. Me pregunté si sabía por qué servía el café así, o si simplemente seguía una rutina establecida sin cuestionarla. Me incliné hacia adelante, tratando de enfocar mi mente en la página del periódico que tenía frente a mí. Pero en lugar de noticias, los titulares parecían extrañamente vacíos, como si nadie hubiera escrito nada en ellos.
La puerta se abrió nuevamente, y una ráfaga de aire frío se coló dentro del restaurante. Vicky entró, sacudiendo su paraguas empapado. En ese momento, el mundo fuera del diner se sintió aún más distante, como si los eventos reales estuvieran sucediendo en una película que se proyectaba en otro lugar. Vicky se dirigió al mostrador, donde el camarero la recibió con una sonrisa que parecía demasiado amplia, demasiado forzada.
"¡Buenos días, Vick!" dijo el camarero con un tono excesivamente jovial.
"Buenos días," respondió Vicky, sin levantar mucho la vista. Se sentó en una de las mesas cerca de la ventana, la misma mesa que ocupaba cada mañana.
Me obligué a mirar hacia otro lado mientras ella se sentaba, como si mi curiosidad pudiera ser detectada. En lugar de fijarme en ella, observé cómo ella se movía en una serie de gestos que parecían repetirse en mi memoria, como un viejo fragmento de película. Me pregunté si Vicky alguna vez notaría que estaba allí, en la misma habitación, repitiendo la misma escena una y otra vez.
"¿Te sirvo un café?" preguntó el mesero, y el sonido de su voz parecía provenir de muy lejos.
"Sí, por favor," respondió Vicky, dejando caer su paraguas sobre la silla a su lado.
El camarero se alejó y se dirigió hacia la máquina de café, realizando el mismo ritual de siempre: llenó la taza con café hasta la mitad, sin prisa, como si cada movimiento estuviera cuidadosamente ensayado. Me pregunté si él sabía por qué servía el café así, o si simplemente lo hacía por costumbre.
Me levanté para servir un poco de leche en mi café, tratando de mantenerme ocupada. La leche parecía no mezclarse con el café, simplemente flotaba en la superficie, creando un remolino blanco que no se disipaba. Miré alrededor del diner, observando a los demás clientes. Todos parecían absortos en sus propias rutinas, pero había una sensación de desasosiego en el aire, como si estuviéramos todos esperando algo que nunca sucedería.
"¿Te pasa algo?" me preguntó el camarero, deteniéndose momentáneamente frente a mi mesa. Sus ojos eran vacíos, como si no esperara una respuesta real.
"No, solo..." empecé a decir, pero no encontré las palabras. Me quedé con la mirada fija en el café, el cual parecía perder color a medida que se enfriaba.
La puerta se abrió nuevamente, y una ráfaga de aire frío se coló dentro. Vicky se inclinaba sobre su taza, y el vapor se levantaba en espirales que parecían perderse en el aire frío. El reflejo de Vicky en el cristal era más claro que la realidad; en el reflejo, sus movimientos eran más definidos, más expresivos. Me pregunté si lo que veía era realmente Vicky o solo una ilusión, una versión de ella que existía solo en el borde de mi conciencia.
"¿Todo bien?" preguntó el camarero, rompiendo el silencio. Su tono era tan neutro que no transmitía preocupación real.
"Sí, todo bien," respondí, sin levantar la vista de mi café. Mi mente estaba ocupada en el reflejo de Vicky, preguntándome si ella también sentía la misma extrañeza que yo.
"Si necesitas algo más, avísame," dijo, volviendo a su rincón detrás del mostrador.
El reloj en la pared, un viejo modelo con números romanos, parecía no avanzar. Las manecillas estaban fijas en las 8:15, el mismo tiempo en el que entré cada mañana, el mismo tiempo que marcaba cada vez que miraba. La sensación de que el tiempo no pasaba era abrumadora, y cada segundo se sentía como una eternidad.
Vicky se levantó, y su figura se desvaneció en la salida, dejando una estela de aire frío detrás de ella. La campanilla sonó de nuevo, y me pregunté si ella también sentía la misma extrañeza, la misma sensación de estar atrapada en un ciclo sin fin. La puerta se cerró con un clic, y de repente el restaurante volvió a sumirse en un silencio profundo. El mesero continuó con sus movimientos automáticos, y el hombre de negocios a mi lado volvió a leer su periódico con una concentración vacía.
Me senté de nuevo, sintiendo el peso de los segundos que pasaban sin cambiar. Miré el reloj, que seguía en las 8:15, y supe que todo estaba destinado a repetirse. Mi café, a medio llenar, se enfriaba lentamente mientras los pensamientos se agolpaban en mi mente. Cada mañana era la misma: la llegada de Vicky, el mismo saludo, el mismo café a medio llenar, el mismo tiempo detenido.
Era como estar atrapada en un sueño del que no podía despertar, un sueño en el que el mundo seguía moviéndose, pero yo permanecía inmóvil, observando a través de una ventana a un mundo que parecía tan cercano y tan distante al mismo tiempo. Ese restaurante, con su aire estancado y su tiempo congelado, se había convertido en mi prisión, y yo era una espectadora condenada a repetir la misma mañana una y otra vez, esperando algo que nunca llegaría.
Cuando me levanté para irme, el mesero me habló con la misma sonrisa forzada.
"Que tengas buen día," dijo, su voz tan mecánica como siempre.
"Gracias, igualmente," respondí, saliendo.
El viento frío me golpeó en la cara mientras el mundo afuera parecía seguir su curso indiferente. Mientras caminaba hacia la estación de tren, me pregunté si algún día conseguiría salir de este ciclo interminable o si simplemente quedaría atrapada en este rincón del tiempo, esperando un cambio que nunca llegaría.
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⌞TOM'S DINER ⌝ ── YOUNG MIKO ₊˚⊹⋆
Fanfiction⊹₊⋆𝒜hora que estás despierta, ¿sabías que fuiste prisionera de tu propia mente, y no del lugar del que creías escapar? ⊹₊⟡⋆