Llevo algunos años viviendo en la granja. Tiempo sin salir, meses sin comer, días de silencio absoluto en los que apenas y el sol me acaricia cuando por segundos se para en la ventana.
Me gusta así. Me gusta el silencio, el vacío, la obscuridad. Veo entre manchas de humedad la compañia de un desastre en la cocina, basura en el suelo de la habitación que ni siquiera entiendo de dónde ha salido. Polvo que de mi piel no está compuesto, y una cama que no uso ni volveré a usar jamás.
Las luces no sirven, y es así hace bastante. No tengo motivos para repararlas, ni tampoco para abrir las cortinas. Me duelen los huesos por el frío que no hace, y la piel me arde de lo mucho que la hago explotar.
No hay mucho ruido por aquí, y así me gusta. Los sonidos me irritan, pero en mi cabeza repito las mismas canciones. Ya están mezcladas las frases, las melodías y voces. Difusas con mis mismos pensamientos que, aunque jamás fueron canciones, me han resultado más pegadizos que cualquier concierto.
No puedo moverme y no me siento vivo. Huele a que algo ha muerto hace bastante dentro de mí, y quizá sea yo mismo. Mi falta de cuidado personal reflejado en los contadores de mi libreta, la cual hace meses no soy capaz de abrir.
No me gustan los números y jamás fui bueno en matemáticas, pero hasta yo sé que ducharse apenas treinta veces en nueve meses no debe ser sano. No es agradable, eso sin duda.
No me es más importante. Quiero salir de aquí, pero no puedo moverme. No sé pedir ayuda porque nadie nunca ha escuchado, y así es como me gusta. Me gusta el silencio, ¿no ha quedado claro?
La música que el aire compone cuando juega con las hojas y hace que las ramas se choquen con el tejado de la granja es agradable. Lo es algunas veces, también cuando llueve un poco, pero sólo ligeramente. A veces ayuda a que olvide dónde estoy.
Uno de esos días, cerrando los ojos o, quizás, abriéndolos de nuevo, me di cuenta de que había en la granja de al lado un nuevo espantapájaros. ¿O será que ya lleva tiempo ahí...? No puedo saberlo. No me di cuenta, tal vez, pero se ve viejo, o es que quizás está cansado.
Sus ropas desgastadas, la paja dañada, ojos cansados... Incluso ha perdido su sombrero, y su madera se ve un poco podrida. Lo comprendo. Incluso si es nuevo, sé que debe ser agotador.
Lo miré por un buen rato. Ni siquiera sabía lo que estaba haciendo, pero lo miraba atentamente, como si esperase que mirara de vuelta, que me saludara o hiciera algo diferente, pero no. Se quedó ahí, en su sitio de siempre, en silencio. Eso me hizo enojar.
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the scarecrow who lived on the farm next door
PoetryDemasiadas palabras, ninguna conclusión. Un sinsentido absoluto. Una ventana abierta, un espantapájaros y un cuerpo sin vida que aún respira, ¿quién es quien mira desde adentro, en realidad?