Parte uno

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Milo se detuvo en la puerta de embarque del aeropuerto, se giró de nuevo hacia a Camus con una mezcla de alivio y culpa. Sabía que este sería su último adiós, más no compartía la misma tristeza que debería sentir como aquel joven que lo observaba con melancolía

- Camus - dijo Milo con voz neutra - es hora de que me vaya.

Aquel joven de cabellos rojizos lo miró con tristeza, aunque el contrario no demostraba ni amor ni cariño en sus orbes, solo una dependencia que siempre lo había hecho sentir atrapado.

- ¿No vas a extrañarme, Milo?- preguntó Camus con voz débil.

Milo se encogió de hombros. - No sé, Camus. Tengo que seguir mi camino.

Camus asintió lentamente, como si hubiera esperado esa respuesta.

- Entiendo. Gracias por todo lo que hiciste por mi, Milo.

Milo se sintió incómodo con el agradecimiento - No hay nada que agradecer, Camus. Simplemente es así.

Con un último vistazo, Milo se dio la vuelta y desapareció en la multitud del aeropuerto, dejando a Camus solo en su silla de ruedas, sin mirar atrás. Camus observó como desaparecía detrás de la puerta, sabiendo que nunca volvería, y que Milo nunca lo había amado de verdad. Pero también sabía que debía seguir adelante, sin Milo, y encontrar su propio camino...

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"¿De verdad habías pensando que sentía algo por ti?"

Su voz hacia eco en su mente al recordar como se fue sin decir algo más, esperaba que al menos compartiera el mismo sentimiento que el pero no fue así.
Al parecer Milo llevaba prisa por irse y Camus debido a su condición no era nadie para detenerlo.

Con mucho esfuerzo se levantó de la silla para poder tomar asiento en la orilla de la cama mientras sentía como su corazón se quebraba en pedazos.

- Si tan solo no hubiera huido de casa... Esto no estuviera sucediendo.

Con el corazón hecho añicos, abrió su cajón para poder romper esas fotos que guardaba con esmero y ahora solo servirán para una sola cosa.

- Todo esto a la basura.

¿En serio dejaría que este suceso lo dejara derrumbarse?
Claro que no, el verdadero obstáculo era vivir sin la dependencia de alguien.

- ¿Que pensarán mis padres al ver que soy un total inútil?

Mientras se acomodaba en la cama para poder recostarse, en su mente vino los recuerdos que había pasado a lado de su familia, de sus hermanos y despues...
Tomando la decisión de salir de casa porque detestaba las reglas que sus padres le imponían.

- No tengo las agallas de volver a casa y en esta situación menos.

Tenía la ligera esperanza que Milo sintiera algo por el; varias ocasiones soñó con una vida juntos pero no fué así.
Intentó cerrar sus ojos para descansar, necesitaba hacer algo para tener dinero, sus gastos, pagar las consultas, el costo de ese departamento y evidentemente sus alimentos.

El dinero que se había transferido desde la cuenta de sus padres antes de salir de casa estaba por terminarse y era hora de ver por si mismo.

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A la mañana siguiente Camus se levantó con entusiasmo, esperaba que por lo menos encontrara un trabajo donde pueda ser de ayuda en su estado.
Algo que realmente le agradecería por siempre a Milo es que se preocupó por ayudarle a conseguir la zona de la planta baja de esos pequeños departamentos para que no tuviera que preocuparse por subir demasiadas escaleras, de lo contrario, aquello se volvería una labor muy difícil para Camus estando completamente solo.

Colocó sus documentos detrás de la silla en una pequeña maleta que colgaba, seguido de eso comenzó a moverse con ayuda sus manos para darle movilidad a las ruedas.

Dispuesto a comenzar por la zona oeste de la ciudad, recorrió sin prisas cada calle y avenida buscando algún indicio o letrero donde solicitaran empleados.
Aunque la única desventaja que tenía en cada postulación era su condición y así estuvo por un largo tiempo intentando lograr su cometido.

Unas horas más tarde, Camus avanzaba por la acera en su silla de ruedas, su mirada fija en el horizonte donde el atardecer teñía el cielo de naranja y rosa pero la belleza de ese momento no le distrajo de su objetivo: encontrar un trabajo.

Mientras se acercaba a la esquina de la calle principal, notó que el viento empezaba a cambiar. Las hojas de los árboles susurraban entre sí y las nubes oscuras se cernían en el horizonte. La lluvia se acercaba, y Camus sabía que no le favorecería, la silla de ruedas no estaba diseñada para soportar el agua y el viento, y las calles resbaladizas serían un desafío.

Pero no se detuvo, siguió adelante, su determinación impulsándolo a pesar del clima adverso. Tenía que encontrar un trabajo, y no iba a dejar que un poco de lluvia se interpusiera en su camino.

La lluvia empezó a caer con fuerza, golpeando la acera y formando charcos en el suelo.
Camus aceleró su ritmo, ansioso por encontrar refugio. De repente, logró ver un letrero muy llamativo donde se podía leer "Sastrería Aries" y se dirigió hacia ese lugar.

Empujó la puerta, entró en el local, después sacudió un poco el agua de su cabello. El interior era acogedor y cálido, con olor a telas nuevas. Una figura delgada con el cabello rebelde en tonalidad verde y ojos amables se acercó a él.

- ¿En qué puedo ayudarte?

- Estoy buscando trabajo - respondió, secándose el rostro con una mano - Me llamo Camus.

Aquel caballero sonrió - Un gusto, mi nombre y es Shion y soy el dueño de esta sastrería. ¿Qué habilidades tienes?

Camus dudó por un momento antes de responder, esperando ser de ayuda - Soy bueno con las manos. Puedo coser, cortar telas... cualquier cosa que necesites.

Shion lo miró con curiosidad - ¿Y por qué buscas trabajo en una silla de ruedas? ¿Que te sucedió? Claro, si se puede saber.

Camus se encogió de hombros - Tuve un accidente, pero  eso no me detendrá. Necesito trabajar - Contestó motivado.

Shion asintió lentamente - Está bien, Camus. Te daré una oportunidad. Puedes empezar mañana, necesito un ayudante y tu ayuda me puede servir.

Camus sonrió, sintiendo una oleada de gratitud. - Gracias Shion, no te decepcionaré".

Shion sonrió de vuelta - Creo en ti... Ahora ve a casa y descansa. Mañana empezamos temprano - Señaló Shion un letrero donde se podía leer el horario de servicio del lugar.

Camus salió de la sastrería, la lluvia aún cayendo fuerte, pero su corazón lleno de esperanza al ver que en todo el día, si pudo lograr su objetivo.

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Personitas bellas, lamento mucho mi ausencia. Entre trabajo, vida de adulto no he tenido una sola oportunidad de tomar mi ritmo y he ido escribiendo de a poco...
También debo admitir que este lugar ya no lo siento como antes después de las nuevas normas de este lugar, el hecho de quitarme una que otra historia es decepcionante y bueno veremos hasta donde puedo llegar más.
Mientras tanto espero que está pequeña historia compense un poco mi ausencia, debo decir que esto se me vino de manera repentina y fui guardando las ideas hasta que resultó está historia corta, espero que sea de su agrado y más adelante veremos porque Camus está así.
Mientras les mando muchos abrazos ❤️❤️❤️❤️❤️

Solo te quiero a ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora