Amigo

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Esa noche, se organizó una cena elegante para todos los pilotos y equipos en un lujoso restaurante ubicado en lo alto de un rascacielos. El lugar estaba decorado con un estilo moderno y minimalista, con grandes ventanales que ofrecían una vista impresionante de la ciudad iluminada. Las mesas estaban dispuestas en un patrón ordenado, con manteles blancos impecables y copas de cristal que brillaban bajo la luz suave de las lámparas colgantes. El ambiente estaba impregnado de una mezcla de sofisticación y camaradería, típico de estas reuniones en las que la élite de la Fórmula 1 se relajaba después de un día de intensas actividades.

Cuando Max y Checo llegaron, varios pilotos ya estaban acomodados. Algunos habían optado por sentarse con sus amigos más cercanos, mientras que otros aprovechaban la ocasión para socializar con compañeros de otros equipos. Sin pensarlo demasiado, Checo y Max se sentaron juntos, como era de esperarse, y justo a su lado se acomodó Fernando Alonso, uno de los mejores amigos de Checo.

Antes de que la conversación pudiera arrancar, Max le lanzó una mirada significativa a Checo, sus ojos llenos de una mezcla de advertencia y súplica.

—Esta vez, te controlas —le susurró Max, tratando de sonar serio, pero su voz traicionaba un rastro de nerviosismo.

Checo lo miró con una sonrisa traviesa y un brillo juguetón en los ojos. Era imposible tomar en serio las palabras de Max cuando intentaba imponer alguna regla. Max, con su expresión seria y sus advertencias, le parecía tan adorablemente ingenuo que Checo simplemente no podía resistirse a provocarlo un poco.

—Lo prometo —dijo Checo, alzando una mano en un gesto de juramento, pero su tono era tan dulce y lleno de picardía que Max supo de inmediato que no podía confiar completamente en esa promesa.

Antes de que Max pudiera responder, Fernando se inclinó hacia Checo, saludándolo con una palmada en el hombro y una sonrisa relajada.

—Hola, Checo. Hace tiempo que no compartimos una cena como esta —dijo Fernando, su voz con ese toque amistoso que siempre tenía cuando hablaba con él.

—¡Es verdad, Nano! —respondió Checo con entusiasmo—. Siempre es bueno compartir una comida con un buen amigo.

La conversación entre los dos fluyó naturalmente, con bromas sobre las carreras recientes y recuerdos de tiempos pasados. Mientras tanto, Max estaba inmerso en una conversación con Charles Leclerc, ambos riendo y compartiendo anécdotas.

Pero entonces, Fernando cambió el tema de manera inesperada, su expresión se volvió un poco más seria pero con un brillo travieso en los ojos.

—Por cierto, Checo... —empezó Fernando, bajando la voz para que solo él pudiera escucharlo—. No quería decirte nada, pero... ¿has considerado insonorizar tu habitación?

Checo lo miró, confuso al principio, pero luego, al captar la insinuación, sus ojos se abrieron con sorpresa. No había caído en cuenta de que los fuertes gemidos de Max durante sus momentos íntimos podían haber sido tan... audibles.

Fernando, viendo la realización en la cara de Checo, no pudo evitar soltar una pequeña risa.

—No te preocupes, hermano. Todos lo hemos pasado alguna vez —añadió Fernando con una sonrisa cómplice—. Pero tal vez quieras tener un poco más de cuidado. No es que nos moleste... pero algunos de nosotros necesitamos dormir de vez en cuando.

Checo no pudo evitar reírse en voz baja, un poco avergonzado pero también divertido por la situación. Se disculpó con Fernando, prometiendo que la próxima vez sería más discreto, aunque en su mente ya sabía que eso sería más fácil decirlo que hacerlo.

—Lo siento, Nano, no volverá a pasar... al menos lo intentaré —dijo Checo con una sonrisa.

Fernando solo asintió, satisfecho con la respuesta, mientras le daba una palmada en la espalda a Checo. Era una de esas bromas que se compartían entre amigos cercanos, y ambos sabían que no había ninguna mala intención detrás de ello.

El Intimidador - CHESTAPPENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora