«Desde el primer día que se conocieron, no se soportaron ni un segundo. Su odio se volvió mutuo, y la rivalidad aumentó, transformándose en una competencia extrema. Los enfrentamientos dentro de la cancha y fuera de ella los llevaron al límite. Cada...
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ATENCIÓN LECTOR/A. El siguiente cap será largo, Espero que no te aburras.
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ISHAWAKA:
El entrenador nos descubrió a Kageyama y a mí en pleno enfrentamiento antes del partido contra Seijoh. Apenas entré al gimnasio, me alzó la voz y armó un escándalo. Le respondí con más furia aún. La ira me encendió, y sin pensarlo, le quité una pelota a Shoyo y la lancé directo a la cara del dictador, apuntando a su nariz. ¿Sangró? Claro que sí. ¡Le lancé todo el rencor acumulado! Estaba harta de su eterno comentario: "Vete con tu novio y déjame en paz". ¡Por el amor de Dios! ¿Qué alucina este idiota? Yo no soy la novia de nadie, y mucho menos de Toruu. La situación aquella en la que me vio con él no significaba nada, pero que lo anunciará en voz alta, delante de todos... Eso me enfureció.
Ahora, jugaríamos separados, por orden del entrenador. Genial. Un alivio no compartir terreno con él, con ese aura suya de conflicto y tensión. Desde lejos, observé cómo él y Toru se peleaban por una pelota, como si fueran niños pequeños. Al final, Toru soltó el balón y Kageyama cayó de espaldas, enredado en sus propias piernas.
—Esto merece una foto —sin perder tiempo, saqué el celular y capturé a Kageyama boca abajo en el suelo, con Toru riendo como maniático frente a él.
Guarde mi celular y un chico de Aoba Johsai, cabello castaño y ojos pícaros, se acercó con la misma actitud de quien había intentado coquetear con Yachi, aunque sin éxito.
—Disculpa, linda ... ¿Me podrías pasar ese balón? —preguntó de la misma forma que escuche con Yachi.
Estaba por responderle cuando, de repente, Shoyo, Nishinoya y Tanaka aparecieron frente a mí, protegiéndome como tres dobermans. El chico de Seijoh salió corriendo, pues el trío lo asustó con sus peores caras como si de maleantes se tratasen.
—No era necesario, chicos, saben que puedo defenderme sola. Pero, gracias —les sonreí levemente. Aun así, los tres se sonrojaron. Me cuesta entender que me vean bonita.
Caminé hacia la banca y me senté junto a Kei, quien sostenía la cinta que necesitaba para vendarme los dedos. Observé, fascinada, cómo sus manos meticulosas se movían, delicadas y precisas. Algo en su concentración lo hacía parecer reservado y atractivo. Entonces notó mi mirada fija en sus dedos.
—¿Te gustan mis dedos o por qué los miras tanto? No son comida —dijo en tono burlón, dejando la cinta a un lado.
No pude evitar reírme. Es tan Kei.
—Necesito vendarme los dedos —respondí.
—No has respondido a mi pregunta —tomó la cinta y extendió su mano hacia mí— ¿Qué esperas? Dame la mano. Podrás ser buena colocando, pero vendando tus dedos... Eso sí que no, eres pésima.
