3. Traicionera

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En el comedor me esperaba una sorpresa, un letrero con: "¡Feliz cumpleaños". También había un pastel, algunas botanas y vasos de leche, a veces creo que olvidan que somos adultos, aunque debo admitir que me gustan, muy en el fondo esos detalles.

- ¡Feliz cumpleaños Ulquiorra! - dijo alegré Kurosaki quien me abrazó por los hombros

- ¡Feliz cumpleaños Ulquiorra! - dijo alegré Kurosaki quien me abrazó por los hombros

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- Pero aún no es mi cumpleaños... Además pensé que íbamos a hablar de ser tu padrino de bodas... - dije

- Ya sé que es en unos días, pero no voy a estar, e igual... quería felicitarte... - me dijo

Kurosaki Ichigo es mi mejor amigo, nos conocimos en el club de karate de la escuela. Estaba harto de que me molestarán en el salón por lo que podía ver, así que decidí aprender a defenderme. Ahí nos conocimos los dos, sinceramente no éramos muy diferentes. Los dos éramos niños acosados, su mamá era quien lo llevaba, yo había perdido a la mía, por lo que terminamos congeniando. Yo lo invitaba a comer a casa, así fue como mi hermana lo conoció. Yo a veces iba a convivir con su familia, hasta que en un accidente su mamá murió, rescatando a otras personas, fue una heroína, pero al igual que a mí me dejó un obsequio terrible ver un mundo oculto a plena vista.

El día que fui al entierro de su mamá, la señora Masaki, el caminaba de un lado a otro desconcertado, así que le pregunté que sucedió. Aún recuerdo lo que me dijo.

- Hay muchas personas en el funeral. Hay mucha gente que no conozco... pero hay muchos más que se qué están muertos, qué no se supone que estén aquí... - me contestó

Sorprendido le cuestioné.

- ¿Cómo sabes que están muertos? - dije

- Porque los papás de mi mamá murieron antes de que yo naciera, ahora... están justo ahí... junto al cuerpo de mi mamá... - me dijo

Entonces me di cuenta que él veía lo mismo que yo. Me alegro un poco, tenía miedo, pero ahora tenía un amigo.

- Esos son fantasmas... - le dije

- ¿Fantasmas? ¿No sé supone que no existen? - dijo asustado

- Los demás no los pueden ver... Pero eso no significa que no existen... Porque yo también los puedo ver... - confesé

Estaba aterrado. Había dicho lo que pensaba sin saber sí mi amigo me iba a creer. Sin embargo me sorprendió aún más.

- Sí tú los puedes ver eso significa que somos iguales... Aunque mi mamá siempre me dijo que hay cosas que no debo decirle a nadie... - dijo entre lágrimas

Su mamá estaba junto a él susurrando a su oído.

- ¿Por qué? - pregunté antes de que desaparecieran los tres fantasmas

- Porque nadie nos va a creer... - dijo con una falsa sonrisa

Gracias a eso nos volvimos más cercanos, constantemente nos metíamos en peleas. Por eso recibí muchos regaños, pero no deje de aprender artes marciales, taekwondo, Muay Tao, no solo karate. Fui tachado como problemático pese a mis buenas notas, en especial en música, el sonido del piano aliviaba mi agobio. Kurosaki y yo siempre estábamos en la clase de los castigados, era el único con él que podía hablar sin secretos. Pensando en ello, yo guardé su secreto y él, el mío, el ingenuo fui yo al contarle a mi hermana a los 10 años, quien no solo no me creyó, sino le dijo a nuestros padres y me mandaron al doctor, con un psicólogo. Desde ese día, mi amigo y yo tomamos caminos muy diferentes en cuanto como vivir con lo que veíamos. Kurosaki se metió a estudiar psicología clínica y psiquiatría, quería entender el porque nuestra mente podía ver esas cosas. Mientras que yo dejé de creer en las personas y en sus ideas, me volví nihilista. Me aisle de mi familia, solo iba de la escuela a la casa y viceversa, sin decir nada de lo que me pasaba, ni hacia.

Ni yo soy Hansel, ni ella es GretelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora