Sala vacía

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_Era un día frío aquel día... como todos los días en Nevadax. El cielo se ve completamente opaco por distintas nubes llenas del fino cristal que cae suavemente (hoy más que otros días) sobre la escuela Black Stone. Herbert, naturalmente, asistiría a esta escuela. La estructura recibía al adolescente escuálido con las puertas abiertas, notándose de inmediato el cambio de temperatura entre el exterior y el interior. El pequeño pelinegro caminaba algo encorvado a su sala... era algo temprano, 7:45. 15 minutos antes de que empezaran las clases, Herbert se aproximaba cada vez más al salón... despierto, emocionado, con una taza de café con 5 cucharadas de café encima, cortesía de su padre. Su rostro denotaba alegría, sus ojos, a pesar de las ojeras producto de no haber dormido demasiado, se mostraban brillantes al por venir. "¡Al fin llegaré primero que Hans!"  Pensaba en su cabeza. Herbert había notado algo a lo largo de su año escolar. Este chico... Hans, siempre llegaba de los primeros al salón. No importaba lo temprano que intentara levantarse Herbert... Hans siempre llegaba primero. Volkov abrió la puerta del salón, estaba oscuro... casi vacío. Su presencia llenaba las 4 paredes cerradas... y la del cabrito también. "¿QUÉ?" Su mente pudo retratar en sus ojos. Cerraba rápidamente la puerta tras de el, dirigiéndose a su asiento... atrás del salón. Herbert era torpe en algunas cosas, algunas materias (como a cualquier alumno) le costaban más que otras... Sin embargo, amaba calculo... y ciencias. Esas dos materias tenían algo que le llamaba. Su estancia en la parte trasera del salón solo significaba para el que no tanta gente lo vería. Ser hijo de un Volkov trae ciertas cosas a tu vida... una de esas es ser mirado... por atractivo, y miedo.

Hans yacía hundido en un libro, leyendo página tras página con la misma facilidad como si bebiera agua. Las palabras se traslucían por sus lentes con ferocidad... con la poca luminiscencia que le otorgaba la ventana era suficiente para hacer visible el libro, sin embargo, la presencia de Herbert no había sido pasada por alto por el castaño. Hans levantó suavemente la mirada. Estaba de espaldas contra la ventana, teniendo una vista periférica de todo el salón. En su radar entró Hebert, ambos hicieron un breve contacto visual. Sus lentes dejaban entrever sus ojos... los lentes cuadrados de Herbert mostraban sus globos oculares, abiertos mirando con atención a Hans. Los cuernos... le encantaban esos cuernos. Le gustaría hablarle y preguntarle acerca de ellos, tocarlos un poco, pero era demasiado tímido. Hans después de todo, era un tipo muy adulto... se veía algo más grande. Hablaba, miraba y explicaba como todo un hombre. Tenía el conocimiento de uno, esto a Herbert lo intimidaba un poco. Secretamente, Volkov piensa que el contrario no le tiene demasiada estima a su presencia. Por otro lado, en los lentes de Hans, redondos... se puede notar una mirada adulta, analítica, deconstructiva. Sonrió primero con la boca, luengo con los ojos, y finalmente... saludó con la mano a Herbert... quien, nervioso, saludo de vuelta; tan solo levantando levemente su mano. A los pocos segundos, Herbert miró el libro otra vez, volviendo a hundirse en su mundo. Herbert hizo lo mismo... pero esta vez, este saco un cuaderno y empezó a garabatear el craneo de una cabra. Ambos recordarían este encuentro en días posteriores...

La clase transcurrió con normalidad, esta fue una clase de religión. Sí, en esta escuela tienen una clase de religión... por más contradictorio que parezca. Herbert no prestó mucha atención al relato de Caín y Abel... estaba concentrado observando el perfil de Hans. Esa mirada... esa nariz, ese mentón. Todo le resultaba tan intrigante. Ese chico nunca le había llamado especialmente la atención hasta este momento. Se siente extraño... quizás esta sea la primera cosa que considerará no contarle a su padre. No querría tener que explicarle a su padre como observa como un cuervo a su compañero. Sus dedos cuando sujeta un lápiz, su voz... jovial pero profunda al realizar una pregunta... su pequeño rabo de cabra... no, no no. Omitiría información a su padre, no creía que duraría mucho. Herbert, luego de observar unos 15 minutos sin parar, notó lo raro que debería verse observando tan atentamente al castaño. Bajo la cabeza y empezó a seguir trazando línea tras línea con su lapicera color negra...

Lentes para dosWhere stories live. Discover now