Caín

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Todo el fin de semana Volkov se avergonzó de su acto... y se quejaba constantemente de su apariencia. Esto llamó la atención de su padre... pero decidió no comentar mucho al respecto en las horas que estuvieron juntos. Era un día lunes, y Herbert estaba listo para ir nuevamente a la escuela, ansioso ante la posibilidad de volver a ver a Hansel, quizás eso calmaría sus hormonas, el pensaba. El viaje en autobús fue más lento de lo usual, al igual que la caminata a su salón. Día lunes, primera clase, religión. Entraba al salón, justo a las 8 de la mañana... en el acto, sus ojos se encontraron con los de Hansel, quien se dirigía a la puerta. El maestro no había llegado y mientras los demás alumnos armaban relajo Hansel se disponía a tirar el envase de café de cartón que yacía vacío en sus manos. Ambos jóvenes casi chocan... nunca habían estado tan cerca. Herbert observó los ojos de Hansel, tomándolos y copiándoselos en el cerebro, con la misma intensidad como se le debería mirar a Dios. Unos cuantos segundos duró el acercamiento... luego, Hans tiró el envase en el basurero fuera de la sala, y cerró la mochila de Herbert... quien la había dejado abierta, otra vez. Luego de eso le dio una palmada en la espalda, cerca del cuello... discretamente enderezándolo. El acercamiento terminó ahí, sin embargo hubo un giró algo extraño cuando Herbert se dirigió a su asiento... Hans estaba sentado justo a su lado, ¡Al lado suyo! Ese puesto no le pertenecía, claramente. Volkov toma asiento al lado de Hansel, inmediatamente el aroma al shampoo y fragancia de Hansel le llegan a su nariz. Esto enciende todas las alertas en la cabeza de Volkov, impulsándolo a mirar a su derecha. Sternberg yacía en el asiento mirando sus anotaciones al respecto de la clase anterior. "Caín y Abel" era el tema... Hansel le devolvió la mirada repentinamente, viéndolo con tranquilidad, y una amistosa sonrisa.
—¿Estás perdido con la historia?—
—N...No, o sea, un poco...—
Herbert notó que si demostraba ignorancia, podría obtener una fructífera respuesta a cambio. Solo quería escuchar la voz de Hansel, su actuar, una demostración de su intelecto... a los ojos de Volkov, Hansel es un chico amable, inteligente y dulce... quizás descripciones que lo hacen sentir confuso, ya que ninguna de estas suena muy heterosexual. Hansel se acercó al puesto de Herbert y se dispuso a explicar la historia rápidamente, moviendo las manos a la par de que las palabras fluían naturalmente de su boca. Usaba términos fascinantes como palabras del día a día... ¡y parece ni siquiera darse cuenta!  Conjugaciones verbales que a Herbert jamás se le habrían ocurrido...
—Y esa es la historia... resumidamente.—
—Mh... el profesor siempre habla de Caín como el malo de la historia... ¿Por qué tú no?—
—¿No te has puesto a pensar en eso?... para mi, la biblia no es exactamente lo que se retrata, se pueden obtener interminables interpretaciones a raíz de una sola historia... por ejemplo. Caín y sus hermanos tenían la marca... una marca que los hacía especiales...—
A la par de que hablaba, señalaba la cicatriz (o su apellido), rasgo que... a propósito, a Hansel le parecía atrayente.
—¿Por qué entonces, Caín no era un fuerte hombre defendiendo a los suyos y Abel un cobarde indispuesto a aceptar la diversidad de sus iguales como Jesús profetizaba?...—
—...—
—¿Sabes? Tú me recuerdas un poco a Caín...—
Hansel dejó en paz la cara de Herbert, la cual ahora recién dejó de señalar. Luego de eso, Hans volvió a su puesto, sentado, satisfecho de haber dado una nueva visión de la historia a Herbert... dejándolo solo para que pensara.
Herbert no podía más, estaba rojo de la vergüenza, nunca en su vida se le habría ocurrido ver la historia desde otra forma... era una manera muy atrevida. Todo esto... todo lo que Hans representaba, el quiebre de su forma errática de ver la vida, su perdición y salvación. Hasta ahora, Herbert se había sentido mal por una pequeñez todo el fin de semana... pero a cada segundo se arrepentía menos de no haberlo echo otras 4 veces. Según Hansel, Herbert tenía la marca de Caín, la marca de un cruel asesino... o de un heroico justiciero.

La clase terminó, Herbert se levantó rápidamente tirando unos cuantos lápices torpemente los cuales cayeron sonoramente al piso... pero se las arreglo para caminar un paso hasta el puesto de Hansel y lo encaró. Necesito toda la clase de religión para reunir el valor y el coraje.
—¿Quieres venir conmigo? El... el recreo es largo... y siempre estás leyendo...—
—¿Lo notaste? Es un libro muy interesante... te hablaré de él si quieres.—

Lo miraba hacia arriba sonriéndole, orgulloso. Finalmente Volkov tuvo el valor de hablarle también,  levantándose con la tranquilidad de un cisne, camino junto a Herbert... no sin antes recoger sus útiles que cayeron al piso.
—Ten más cuidado con tus cosas.—
—Oops...—
Admitió, con una risa nerviosa.

Lentes para dosWhere stories live. Discover now