3| Paso a paso

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Sergio Moretti

   17 de Agosto, año 2023; 19:54 p.m.
   Buenos Aires, Argentina.

   — ¿Cuántas cosas más se filtraron? — Sergio se llevó el vaso con cerveza a la boca, dejando que la bebida fría inundara su boca, y que el sabor amargo se impregnara en su lengua. Una falsa ilusión de satisfacción y alivio se adueñaran de él, imaginando por unos pocos segundos que su amargura interior bajaba con el alcohol ingerido. 

   — Destaparon el negocio de María, van a ver si la procesan o no, pero mientras esté dentro de Diputados la salvan los Fueros — Víctor prendió el cigarrillo que se llevó a la boca, y dio una larga calada. El humo se dirigió casi solo hasta los pulmones, dándole una placentera calidez que quemó todo a su paso —. Están todos los canales hablando del curro con los asesores, encima esta mina tenía 13, creo. ¿Sabés cuánto ganaba? Bah, sigue ganando — suspiró, y se llevó el vaso a la boca, dándole un sorbo largo y lento.

   — ¿Nosotros ligamos algo?

   — No, no directamente. La gente ya sabía que ella estaba en nuestra fórmula, así que la noticia nos dio una mayor imagen negativa — hizo una mueca —. María está cayendo, y nos está arrastrando con ella de a poco.

   — Qué mina pelotuda — no pudo evitar decir, y se encorvó, llevando los codos a las rodillas y las manos a la frente con frustración —. Decime, ¿cómo va a mandar eso por mensaje? ¿Me podés decir?

   — Y bueh, nadie se espera que le hackeen el celular.

   — ¿Averiguaste algo de eso?

   — Todavía no — su negativa hizo que Sergio insultara por lo bajo, pero antes de poder decirle algo, Víctor volvió a hablar —. Pero me voy a contactar con alguien que sabe del tema, vamos a ver qué se puede hacer. ¿Qué pensás hacer cuando sepas quién es?

   Sergio se quedó callado, mirando a la nada misma. A la mesa de madera baja, a la botella de Quilmes, los cigarrillos ya consumidos de su compañero, con las manos entrelazadas sobre la boca. Se quedó así un rato, pensativo.

   — ¿Vos qué harías?

   — ¿Yo? — se mofó, con una sonrisa divertida, cansada y hastiada — Si fuera por mí, lo haría desaparecer. Pensá, por mucho que lo mandes a prisión, ¿vos sabés qué hacen los presos en prisión?

   — No, ¿qué hacen?

   — ¡Su vida! ¿Qué van a hacer? Si los dejan tener televisión, celulares, ¿vos sabés la cantidad de cosas que se trafican en la cana? — hizo un gesto con la mano, riéndose — ¡Hasta las mujeres se mueven como quieren! ¿Qué va a hacer la policía si hay mil tipos ahí? Imaginate que se le amotinan a unos azules, ¡los hacen bosta! Nah, los canas hacen la vista gorda. Te va a seguir jodiendo, por mucho juicio que hagas, que esto que lo otro. ¡Bah! Un tiro en la frente y se acabó. Te va a salir más barato — movió las manos y negó con la cabeza, dándole otra calada al cigarrillo, dejándolo a 3/4. 

   — ¿Vos decís? 

   — ¿Vos te pensás que Carmen no tiene muertos en el armario? — se rio — Mirá si no, al armario lo tiene que atar con tres cadenas para que no se le abran las puertas. Vos fijate, hacé lo que quieras. Yo lo haría desaparecer.

   — Bueno, no nos adelantemos todavía. Traé al tipo que decís y después vemos cómo sigue este asunto. Y si el hacker sigue jodiendo... 

   Víctor se echó hacia atrás en el sillón, relajándose y tirando la cabeza para atrás. La habitación, iluminada con luz fría del otro lado, pareció agrandarse a sus ojos, apenas. 
   Sergio miró las líneas blancas sobre la mesa, justo entre él y Víctor. La tarjeta de crédito tenía pequeñísimas motas blancas pegadas al azul oscuro del instrumento bancario, a un lado tirada y olvidada, y el billete doblado en un fino cono justo donde los ojos del prócer parecían estar mirándolo, inmortal y acusatorio al paso del tiempo. 
   No lo pensó más, lo necesitaba, quería calmar la mente de una u otra forma. La presión de los últimos días, las malas noticias, los noticieros que no hacían sino esparcir aún más la pólvora en el aire. Sólo hacía falta una chispa, algo que hiciera cortocircuito en el aire para mandarlo todo al carajo.
   Sergio agarró el billete con dureza, y aspiró con fuerza sobre la línea blanca que inundó de inmediato su sistema. Sus pupilas se dilataron, y se dejó caer hacia atrás, en el respaldo del sillón.

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