𝒫𝓇ℴ́𝒻𝓊ℊℴ𝓈

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27 de Julio de 1986, Palacio de Gobierno, Perú.

La decoración de Palacio había sido especialmente adecuada para la ocasión. Los amplios salones estaban adornados con tapices lujosos y candelabros de cristal que emitían una luz cálida y brillante. Las paredes están decoradas con obras de arte exquisitas y elegantes cortinas de terciopelo que caían suavemente desde los altos ventanales. Las mesas cubiertas con manteles de seda, y los centros de mesa con arreglos florales frescos con rosas, cantutas y orquídeas en tonos suaves. Los platos de porcelana fina y los cubiertos de oro brillaban bajo la luz de las lámparas. El servicio de alimentos y bebidas era impecable, con un menú gourmet que variaba desde entradas sofisticadas hasta platos principales exquisitos y postres elaborados con recetas únicas de la más alta calidad gastronómica.

Los invitados, vestidos con trajes de noche y vestidos de gala, se sentían envueltos en un ambiente de lujo, donde cada detalle había sido cuidadosamente planeado para ofrecer una velada memorable y encantadora.

Todo esto para celebrar el cumpleaños de nuestro querido país.

Sin embargo, éste por el contrario estaba viviendo un martirio. Apenas y aguantaba el dolor de pies por haber estado de un lado a otro en la organización de su propia fiesta que ni siquiera estaba disfrutando, y encima ahora seguía atendiendo a los invitados. Estaba hasta el tuétano, le era totalmente incómodo saludar e interactuar con países que ni siquiera conocía de cerca, además de aguantar escuchar malos comentarios y "chistes" sobre tipos de su "clase".

Lo único que le reconforta un poco es que, de vez en cuando su grupo de latinoamericanos lo sacaba de ahí, disimulando que lo necesitaban, y ya cuando lo tenían le animaban mientras todos se burlaban de sus propios trajes o del bigote tan raro de Rusia y el extraño peinado de la cacatua de Francia. Al menos se divertía más con ellos.

Pero no todo era felicidad...

Por dentro, Perú estaba muy angustiado por cierto país que no encontraba por ningún lado. La ansiedad que le provocaba las dudas de si estaría en Palacio o no, lo tenían apretando sus manos entre sí una y otra vez. No podía dejar de rascar su cuello, apretar su cabeza y, de vez en cuando, morder sus uñas.

¿Y si de verdad no había asistido?

Su inseguridad se debía a que la ONU le había pedido que invite obligatoriamente a la chilena, apesar de que él le haya explicado su situación respecto a la poca relación que tenía con ella, justificadamente. Pero la ONU no le permitió refutar. Y a consecuencia tenía al país paseandose sin descaro por su propio territorio, que en realidad, a él no le afectaba tanto, pero podría ser una gran razón por la que la Argentina haya deseado no asistir, pues ya todos sabemos que hace unos años, apenas había culminado la guerra por las Malvinas.

—Papá? —la voz de Lima en la radio que tenía en su bolsillo lo sacó de sus pensamientos. Inmediatamente acercó la radio a su boca.

—Dime. Todo en orden?

—Está en la cocina.

Esa sola frase hizo que la adrenalina se active en su sistema y su corazón se acelere sin parar. Claro que no sabía a que se refería con exactitud, pero el que tiene hambre en pan piensa.

—Te refieres a...?

—AY YA CALLATE BAIRES! —Perú alejó la radio por los, bastante claros, murmullos del joven Buenos Aires mientras que Lima intentaba alejarlo de la radio.

—Perdón! Ejem, Baires dice que está en la cocina, esperandote.

—Gracias.

—De nada, disfrute de la fiesta, chau. —dijo el argentino y sin más le cortó la comunicación.

𝙋𝙧𝙤́𝙛𝙪𝙜𝙤𝙨 ; ᵃʳᵍᵖᵉʳ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora