El Reflejo del Lago

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El aire soplaba a través de las ramas de los árboles, llevándose algunas hojas consigo. La cálida y cómoda briza con los diferentes aromas del bosque dejaba una sensación agradable, contradictoria a la tensión que existían entre las dos únicas personas que se encontraban cerca del lago en medio del bosque.

El joven miraba profundamente la espalda de la mujer con ojos llenos de anhelo, como si tratase de capturar cada línea y trazo de ella. Deseaba tanto acercarse y abrazarla con todas sus fuerzas hasta fundirla en su ser de modo que nunca se fuera.

Ese sentimiento que sintió por un instante, lo asustó y no se atrevió a dar un solo paso hacia delante, porque en el momento en el que lo hiciera, su razón quedaría enterrada y su instinto actuaría. Se quedó parado ahí, como si de las plantas de sus pies hubieran crecido raíces que le impedían moverse.

El silencio reinó por un largo tiempo, hasta que se escuchó una suave voz en un tono frío e indiferente, uno que jamás pensó escuchar venir de ella.

-Jamás tuve la intención de quedarme a tu lado y es por eso que nunca respondí a ninguna de tus promesas. -decía mientras se daba la vuelta para encarar al hombre. Él no dijo nada y esperó pacientemente a que ella terminara.

-Creo que siempre fuiste consciente de lo que buscaba de ti, pero dejaste que te usara. - Miró directamente a sus ojos como si quisiera ver en lo profundo de su alma.

-Tal vez fui yo, quien te utilizó a ti. -dijo él, con una voz fuerte y neutral, tratando de no dejar ver el tumulto de emociones turbulentas que golpeaban su corazón.

Él sabía que el corazón y el alma de la mujer frente a él ya pertenecían a otra persona, pero fue codicioso y quiso robar un poco para él. Pero al final, aunque intentó con todo su ser, solo pudo obtener un frío beso de despedida.

-Todo este tiempo fuiste un enigma para mí. -dijo ella, se giró y caminó directamente hacia el centro del lago. -Pero está bien, si lograste obtener algo de todo esto, eso aliviara un poco mi culpa.

-¿Surgió algún sentimiento de toda esta farsa? -preguntó él, que aún todavía guarda la esperanza de que hubiera algo de verdad entre ellos.

-Mi corazón es pequeño, no tiene cabida para demasiadas personas, pero si te sirve consuelo, llegué a apreciarte. -Tomó una bolsa de piel y sacó de ella unas piedras de diferentes colores y las esparció en el lago formando un círculo alrededor de ella.

-¿Serás feliz? -preguntó mostrando una actitud tranquila, sin mostrar un solo ápice de su tristeza.

-Lo seré. -Su rostro se iluminó con una hermosa sonrisa capaz de hacer temblar el corazón de cualquiera que la viera.

Sin más que decir, comenzó a tararear una melodía y bailó como un elegante cisne, balanceando su cuerpo de un extremo al otro dentro del círculo. La luz que se reflejaba en el lago fue a atraída por ella y de un momento a otro fue tan intensa que no pudo evitar cerrar los ojos, para cuando los volvió a abrir ella había desaparecido, dejando solamente un recuerdo, y una profunda cicatriz que pensó que nunca desaparecería.

A lo lejos se escuchó el sonido de los cascos de los caballos y minutos después alguien lo cubrió con una capa evitando que el sol le diera directamente y lo llevó a un carruaje.

-Mi señor, enviaremos a alguien a perseguirla. -El hombre todavía seguía perdido en sus pensamientos con un sentimiento de arrepentimiento en su corazón.

Tal vez debería haberle dicho que la amaba, talvez debía abrazarla y decirle que se quedara, talvez debió dejar actuar a su instinto para atarla a su alma. Tal vez, solo sí, tal vez... Pero el "sí, tal vez" no existe y ella no regresará a calmar su tristeza nunca más.

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