El misterio de Baalbek

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El barco avanzaba rápido y constante sobre la superficie del agua.

Alana observaba al cazador, que a su vez se encontraba fijando su mirada en el horizonte con serenidad, pero con una intensa emoción. Les esperaba una nueva aventura plagada de experiencias distintas; él vivía para experimentar ese tipo de emoción, no saber con seguridad a que se enfrentarían, no era algo que le inquietara realmente, sólo le añadía más interés.

Alana acompañaba al cazador y su séquito, desde hace un tiempo y había llegado a conocer su forma de vida y su carácter, aunque de forma algo superficial.

Alana provenía de una acomodada familia inglesa, que tenían esta condición privilegiada, gracias al trabajo y esfuerzo de su padre, el cual había procurado darles a todos sus hijos e hijas la mejor educación con tutores privados, así como nociones de música y pintura; de esta forma sus dos hermanos varones estudiaron en exclusivas universidades, para hacerse de los conocimientos necesarios para heredar y manejar los negocios familiares, y sus dos hermanas, se habían criado de la forma más adecuada para ser excelentes prospectos de esposas de la alta sociedad. Verdaderamente eran el prototipo de familia que todos querían tener, con influencia, dinero y valores tradicionales de la Inglaterra de finales del siglo XIX.

Por otro lado, estaba Alana, la menor de la familia, que desde niña se había convertido en la favorita de su padre, aunque este amaba con locura a todos sus hijos e hijas, la personalidad naturalmente audaz y cariñosa de Alana le habían robado el corazón, diferenciándose de sus otros hijos, además de que compartían muchos intereses, como la lectura, en especial de libros de aventuras y ciencias que leían juntos cada vez que podían.

Al padre le maravillaba, la forma en que Alana podía comportarse como una señorita de sociedad y tocar el piano con toda propiedad, entreteniendo a los invitados, para al día siguiente, despertarse de madrugada y acompañarlo a una salida de pesca con toda despreocupación.

Sin embargo, este tipo de actividades se acabaron más temprano que tarde, pues la madre, no aprobaba esos comportamientos por parte de ella.

Durante los años de su niñez y adolescencia, la madre ejercía más presión para que abandonara los hábitos que para ella estaban mal vistos, dejara las actitudes "masculinas" y abrazara todos los modos de una señorita de su edad y estatus, en aras de encontrar en algún momento, un esposo adecuado para ella. Única motivación que debería de tener en la vida, según la madre.

A partir de esta presión constante y de la comparación con sus hermanas, Alana fue desarrollando un sentimiento de no ser suficiente, que se manifestó en una persistente timidez; a pesar de esto, con su padre era otra cosa y se sentía libre de ser ella misma.

Fue él quien la apoyó en su idea de estudiar periodismo, y la respaldó, quitando importancia al asunto cuando la madre trató de evitarlo, haciendo un escándalo de esto, movió sus influencias para que pudiera entrar a un instituto, pagó sus estudios y siempre estuvo alentándola.

Cuando su padre murió repentinamente, de una extraña gripe, fue un golpe duro para la familia, pero en especial para Alana, puesto que ya no contaba con ese apoyo y cariño incondicional.

Es esos momentos estaba trabajando de pasante en un periódico local, cosa que no gustaba para nada a su familia, que le rogaba que lo dejara y se empeñara de lleno en buscar marido.

Fue entonces, cuando el cazador llegó a la ciudad. Esto era una verdadera novedad y todos los periódicos se peleaban por contar sus hazañas y hacerle entrevistas, ella investigó donde estaría y se decidió hablarle un día en un restaurante y le contó con sus palabras como narraría sus épicas aventuras si le permitía ir con ellos.

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