Libreta de la muerte.

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Que si estaba ebrio a pleno madrugar, con los pantalones rasgados, chaqueta suelta, sobre un cartón. Con la botella, en mi regazo, y los ojos cansados.

Un chamaco todo wey me preguntó, qué hacía tan pedo si los pájaros aún no cantaban:

"Estoy de cumpleaños, todo borracho, y nada más", agregué: "Desde hace dos años en estas calles yo he celebrado. Pinche chamaco, ya vete a la escuela y deja de andar chingando. Que aquí te roban si no tienes cuidado".

Mi estornudo ahuyentaba a las muchachas de la colonia, mi tos a los niños. Los ladrones no se interesaban ni en mis cinco pesitos. Pero los ojos de algunos vecinos me advertían; estar en sus calles era normal aunque poco agradable; la zona era peligrosa para mí así que un arma pensé comprar, lo pospuse por recortes de presupuesto.

Un día de esos, de madrugada, una libreta negra cayó. Yo de curioso moví las chanclas para llegar a ella, pero meh, no me convenció. La escribieron con las patas porque el título no se daba a entender ni madres. Volví a mi cartón para abrazar una botella vacía.

Como a tres horas de aquel suceso, un viejo la observó. Prendió un cigarro, masticó el viento antes de abrigarse. Expresó en voz alta que un puto vecino tiró basura; si lo encontraba, lo quemaría. La última vez que tiraron basura el recolector se enojó y dejó a todos los vecinos un mes sin tirar sus deshechos.

La zona pequeña, pero peligrosa, era de gente que se conocía de hace 40 años. Todos se unían cuando de basura se trataba, aunque nadie la recogió.

Un elotero pasó por la noche, dos esquites y un elote vendió. La madre alcanzó a su hijo quien compraba, me echó una mirada que casi me sacó un pedo. También enojada le gritó a su mijo que no tocara la pinche libreta sucia en el suelo. Él no opinó, de curioso solo observó el título blanco en contraste al negro:

"Libreta de muerte, dice. ¿Ya ves que sí le metí nitro al inglés?"

"Los que adoran esas cosas de la Santa muerte dejan sus chingaderas tiradas por las calles como si fuesen suyas —exhaló, combinando el vaho de su boca con el vapor del esquite—. Pero me van a escuchar. El coordinador de la manzana les va a echar esta vez".

Los días pasaron, a veces helados, otros calurosos. La calle no recibía mantenimiento de ningún vecino, pero por quejas de satanismo el coordinador de la manzana pasó. Me preguntó si vi a quien tiró la libreta, o si era mía, que si andaba en cosas turbias o si necesitaba un apoyo económico. Me dijo que podía podar su patio, yo me hice el borracho para darle el bendito avión.

Se puso sus lentes, peinó su cabello y se encaminó. La libreta bajo su sombra se vio pequeña; el hombre era alto, de gran sonrisa, un elegante porte. La levantó sin temor a la suciedad o si tenía drogas, dijo que la confiscaba por unos días. Tal como dijo, no la vi por un tiempo.

Pero las cosas en la colonia se pusieron bien raras, como de experimento social. El señor que pulía zapatos a dos cuadras de mí estiró la pata, sus hijos le lloraron la semana entera y lo velaron en las calles. De la señora atropellada que vendía nopales nadie comentó, aunque yo le lloré pues fue la única en darme alimento en lugar de dinero para gastar en alcohol.

Al niño de otra manzana que olía a semanas sin bañarse le dio una fiebre que lo mató. Muy triste la pérdida. Todos suplicaban al director de la manzana que brindara apoyo emocional. En una de sus charlas mientras hablaba de abogacía y otros pedos más, preguntó mi nombre para tratar de que me uniera a la comunidad y me comprometiera a cuidar las calles.

"No recuerdo la última vez que usé mi nombre. Este apodo es lo único que sé escribir. Me llamo el Chulo, me gusta el alcohol, los cigarros y el arroz". Me taparon la boca unas señoras, corpulentas y sudorosas por el calor que quemaba las láminas, después me devolvieron a mi cartón. "Es peligroso para los niños, mejor repréndelo" aconsejaron al coordinador Ángel.

Ángel solo rió. Con el tiempo los pedos pararon, solo en la colonia pero en otros sitios había caos. Gente infartada, defensores de animalitos terminaron tiesos, algunas noticias que entristecieron a varios, otros dijeron que el país siempre fue así, continuó el discurso de una tierra sanguinaria pero no hubo más; ni indemnización, ni una semana en las noticias, solo la cara de una modelo acusada de infiel.

Los clientes de Angel se incrementaron, "estoy en exámenes para ser juez" explicó. Todos en la manzana sabían que el wey sacó alas, dejaría la zona, lejos de los pobres, los teloneros y los borrachos. Le lloraron también como si fuese asesinado. «Me mudaré en un mes, no los dejaré aún.»

Dios solo sabe lo que pasó la siguiente noche. Vi correr a un hombre de traje que juraba amistad, después maldecía con muchas copas en el sistema. Se tropezó conmigo, escupió en la acera y se tiró en el concreto a gritar de frustración.

Le arrojé mi botella vacía para callarlo. No le prestó atención a mi actitud pues una sombra le asustó. Retrocedió con ira, rehuyendo de la proyección que emitía la luz naranja de las calles.

Me aferré a la chaqueta que de manta usaba. "Has cambiado. Olvidas quién eres, de dónde viniste y a donde ibas. Éramos compas", gritó.

"Me tiras la envidia, puta y rencorosa víbora. Por tu mentalidad pobre estás cómo estás, ya no puedes ver más allá de la caja. Limpio las calles para que los niños vayan seguros. ¿Tú qué has hecho por tu pueblo?", demandó Angel. Con ese porte, un lindo traje y la mano en la libreta negra; siempre carita.

"No lo haces por el pueblo, ÁNGEL. Tan pronto puedas te largarás, Y CON TODOS LOS MUERTOS CARGARÁS." El joven arrastrado sacó un arma de fuego.

Lástima Dios, los dos forcejaron y un balazo se hundió en el saco. El pobre borracho murió de un infarto, el Angel lo presenció con las manos en el estómago, los dedos llenos de sangre y las manchas en su tez blanca.

Deslizó las palmas por su cabello castaño. Me miró de reojo, una sutil lástima me transmitió. Aún con la gente chismosa nadie se asomó, "putos balazos de madrugada", loco quien se atreviera a mirar.

Me di una vuelta por los dos cuerpos que bien vestían. Saqué algunos pesos y no hice más que mirar. La libreta empapada de sangre, las cosas escritas eran ilegibles. A su lado, el revólver con reflejos bellos me iluminó. Aquella pistola era todo lo que necesitaba.

"Dios, te luciste papá; te pedí protección, no el arma de un campeón".

• • •

Esta escrito nació hace un tiempo de la pregunta: ¿Y si la Death Note cayera en Latinoamérica?

Sí, no tengo más que decir. Les quiero mucho.

~MMIvens.

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⏰ Última actualización: Aug 29 ⏰

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