Hoy me desperté con una nostalgia dulce que me llevó a recordar una historia que creo que deberían ver y leer cada detalle de lo que aquí se encuentra plasmado. No es una historia de amor dulce ni mucho menos de cuentos de romance o de película, sino una serie de pequeños momentos que juntos formaron algo especial.
Era una tarde de otoño, hace un par de meses, y el sol apenas comenzaba a filtrarse entre las hojas verdes con mucho color radiante. Recuerdo que esa tarde era como cualquier otra tarde de otoño las hojas se movían al compás del aire y se podía sentir la brisa fresca y también se podía escuchar los árboles moviéndose por la brisa del aire que había, uno de esos lugares que parecía tener su propio ritmo tranquilo y relajado o tal vez con mucho ruido de la gente o debería decir adolescentes que se encontraban en la cafetería en la escuela sentados platicando de sus vidas y de lo que vivían en casa. Mientras caminaba, vi a un joven sentado en una mesa de la cafetería concentrado tomando fotos de objetos que tenía. Sus ojos estaban tan concentrados en las fotos que parecía que el mundo a su alrededor había desaparecido. Me llamó la atención, no solo por lo concentrado y fijado que estaba, sino también porque su presencia parecía estar en completa armonía con su entorno.
Decidí sentarme en una mesa cercana de donde él se encontraba, sin intención de interrumpirlo ni distraerlo, pero con la curiosidad de ver cómo alguien podía perderse tan profundamente tomando fotos. Tras unos minutos, el dejo de tomar fotos y comenzó a observar a su alrededor, como si estuviera redescubriendo después de haber estado en otro mundo. En ese instante, me atreví a iniciar una conversación.
Hablamos sobre las fotos que tomaba y sobre como esto había impactado en su vida y del amor por la fotografía, y descubrí que tenía una pasión por las fotos que se reflejaba similar con mi pasión que yo mostraba por otras cosas profundas o por cosas que simplemente me gustaban hacer. Las horas pasaron sin que nos diéramos cuenta, y en ese tiempo que hablábamos veíamos que teníamos ciertas cosas en común, empezamos a platicar sobre nuestras historias personales. Él me contó sobre sus sueños de poder ser alguien y poder cumplir sus metas y objetivos tanto profesionales como personales, de cómo cada sueño y pensamiento era una ventana a mundos imaginarios y cómo esperaba algún día crear sus propios universos y todo lo que imaginaba. Yo, a mi vez, le conté sobre mi fascinación por los viajes y viajar por el mundo y cómo me gustaría capturar los momentos que me fueran pasando de la vida o simplemente tal vez poder plasmarlo en algún libro.
Esa conversación fue el principio de algo maravilloso. Empezamos a encontrarnos regularmente en la cafetería, pero aún no éramos muy amigos, tenía su grupo y yo el mío, solo había alguna que otra mirada o sonrisa, y no había una nueva idea para simplemente platicar y opinar. Simplemente éramos más que compañeros de clase, pero no amigos.
Con el tiempo, nos fuimos hablando y escribiendo por chat, ya empezábamos a platicar y tener temas de conversación. Cada experiencia compartida fue un capítulo en mi vida y su amistad había traído grandiosos colores a mi vida, o al menos eso yo pensaba.
Recuerdo una tarde en particular, cuando decidimos hacer una llamada. Mientras hablábamos podía imaginar lo lindo que podría llegar hacer, encontramos en esa llamada muchas opiniones y puntos de vista sobre nuestros compañeros del salón. Allí, entre curiosidades, descubrimos que se podía formar una linda amistad. Supimos que teníamos que ser amigos. Así, surgió la idea de escribirle una carta ya que pronto se acercaba el 14 de febrero ahí exprese muchos sentimientos que jamás había dicho, pero al mismo tiempo tenía miedo por el simple hecho de que el viera la carta y me dejara de hablar, así que una tarde lluviosa y con mucho frio decidí con un poco de miedo pero con muchas ganas escribirle y contarle sobre esta carta que le había escrito, así que en un momento de la llamada tome el Valor y con todas mis fuerzas le dije que le había escrito una carta con sentimiento pero también con mucho amor, después de varios minutos la llamada había finalizado y me había llegado un mensaje de el que decía que se había dado cuenta que era una persona muy linda y con un corazón muy bonito y que así mismo lo pudo notar y observar en la carta y que no se había molestado por lo que le había escrito, que además sobre todas las cosas me había ganado su cariño de una manera muy linda y tierna y también me dijo que ni pensara en lo que la gente opinara o hablara de mi y mucho menos pensara en todas mis inseguridades que existían dentro de mi y que en verdad era una persona muy valiosa, también así mismo me dijo que no habían sido como que sus mejores días y que recibir esa carta le dio alegría poder leerla.
Ahora, cada vez que miro hacia atrás, me doy cuenta de que lo que comenzó como una simple conversación en una cafetería de la escuela, se convirtió en una experiencia que siempre vivirá y estará llena de recuerdos. Lo que realmente recordare a pesar de que ahora ya hayan pasado meses que ya no allá una amistad y no hablemos es la forma en que esas pequeñas cosas, esos momentos y detalles, construyeron una conexión bonita y especial a lo que lo llevo a convertirse en una amistad.
Así es como nuestras historias se entrelazaron, cómo un encuentro en una cafetería en la escuela dio lugar a una amistad, dejo una huella en mi corazón. Espero que si la vida nos vuelve a juntar sea de la mejor manera o si nos volvemos a escribir todo sea tranquilo y de una manera muy simple y tranquila, aunque ahora ya no estemos en contacto y no sepamos ni del uno ni del otro quiero agradecerte por escucharme y ser tu mismo.
Gracias Gracias
Siempre te recordare y te llevare en mi corazón.