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El viento es fuerte y hace un ruido afuera. El cielo está encapotado por nubes grises, al parecer llovería. Todos usan grandes suéteres para cubrirse del frío, guardar un poco de calor y sentirse cómodos mientras realizan sus actividades diarias. Días así en Australia eran normales, así que eso no impedía a la gente sentirse contenta y serena. Bocinas de autos suenan al exterior de la casa, indicando que a ellos no les importaba el frío viento que hacía y seguían con sus vidas normales.

No hay nada mejor que tomar un chocolate caliente cuando hace frío en un día como hoy. Jeongin da un sorbo a la taza y suspira, cerrando sus ojos. El sabor parece rozar todas y cada una de sus papilas gustativas, sabía delicioso, aunque quemaba ligeramente. Lleva un buen tiempo sin tomar algo así. Christopher está preparando los wafles para el desayuno y Félix no puede esperar más. Su pancita suena fuerte. Tiene hambre. Lo único que cenó la noche pasada fue un vaso de leche blanca.

El rizado pasó por ellos para ir a desayunar a su casa. Christopher había ido temprano a su oficina, atendió todos sus mandados, hizo un par de llamadas a proveedores y de ahí fue por Félix y Jeongin. Es un poco tarde para un desayuno, pero está bien para los tres, ya que ninguno ha comido nada.

—¿Quieres ponerle algo especial, Félix? —Christopher pone el plato con dos wafles frente al niño y él pide leche condensada.

El mayor baña un wafle de la leche y en el otro simplemente escribe el nombre del niño. El ríe encantado por eso. Sirve otros dos a Jeongin y él se pone tres en plato. El castaño come demasiado lento a comparación de su hijo y Christopher. Pareciera que alguien se los iba a quitar o era el fin del mundo. Félix termina de comer y el mayor le dice que puede ver la televisión pero que antes se lavara las manos y la boca.

Christopher ha terminado de comer y Jeongin apenas va por el segundo. Corta lentamente cada pedazo con sus cubiertos, se los lleva a la boca y mastica calmadamente. Estaban muy buenos, el rizado le había puesto un montón de cosas como leche condensada, Nutella, chocolate amargo hasta fresas. Christopher sí que sabía cocinar, pero aún con todo y el sabor buenísimo no podía comer, no sentía tanta hambre.

—Estás preocupado. ¿Pasa algo con Félix?

Jeongin trata de sonreír para el rizado y niega la cabeza.

—Todo está bien, sólo no tengo mucha hambre —miente.

Lo de Matt no deja de girarle por la cabeza. No sabe que pensar o esperar. No sabía si el hombre hablaba en serio sobre la visita que seguridad infantil le haría, tal vez era una mentira para que se mantuviera lejos de Christopher.

—Puedes decirme lo que sea.

Vuelve a sonreír, cansado. Aleja su plato a medio comer y bebe su vaso de agua. No quería atormentar a Christopher con sus problemas, pero necesitaba hablar con alguien. Aun así, niega con la cabeza y dice que está bien.

—El lunes hay visitas en el colegio de Hyunjin. O sea, niños van un día para ver cómo se trabaja y ver si la escuela les agrada. Tal vez Félix podría ir.

—Christopher, es un colegio privado. No tengo para comprar una cajita feliz a mi hijo, ¿Cómo piensas que pagaré eso?

—Yo podría hacerlo. No me molesta. Además, dijiste que él quiere ir a la escuela. Tiene 6 y sabe lo que un niño de su edad debe saber. Así que posiblemente lo acepten en segundo año este curso que viene.

—No, Christopher. Déjalo así. El día que decidas irte, ¿qué va a pasar? Félix llorará porque tendrá que dejar la escuela y yo no podré pagarla nunca.

—¿Por qué razón me iría? —achina los ojos, inspeccionando a Jeongin.

Se encoge de hombros.

—¿Por qué razón te quedarías?

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