Capítulo 1

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Las épocas han cambiado, de pronto, un segundo género surgió, uno que se creía perdido, y que lentamente fue destituyendo a los alfas dominantes como los líderes. Los niveles de la jerarquía cambiaron desde ese momento.




En un lugar desértico, una antigua leyenda tan añosa e ilegible decía que en el calor inllevable, sin la ayuda del agua, estanque de la vida, una flor surgiría sin la ayuda de los elementos y cambiaría la cadencia del mundo, el nuevo líder soportaría la hostilidad para resurgir al imperio.

Con la llegada del nacimiento de Hassan se dijo que aquella leyenda era suya pero más allá de estar equivocados el mismo Hassam jamás lo creyó, no era una promesa y tampoco un libertador, pero su gente con fervor lo seguía. Al final las leyendas llegan a ser falsas con elementos fantásticos tan inviables de creer parecido a una mala historia. En el pasado y el futuro, las historias no pueden erigirse pero la reconstrucción de la misma puede devolver a la casa Almansouri a su nueva era.

En el momento que las ramas internas del imperio eran vistas por el gobierno emiratí un disgusto recayó sobre los hombros de Hassan. Los distintos mandos, encargados de los establecimientos privados familiares, eran cuestionados, no tanto por las ventas sino por la seguridad de los individuos. Así que los mustashāūn creyeron que sería mejor una autoevaluación de los distintos lugares en el mundo. E iniciaría así un viaje.

El ruidoso golpe del mar con sus olas y los jóvenes a los costados con guitarras y una fogata, parecían ilusiones para Hassan. En la arena los diminutos caracoles y estrellas se aferraban a las pequeñas piedras para evitar ser arrastrada por la vastedad del mar sin fin, tal vez así era como él se aferraba a la vida. Sus pies descalzos abrazaban el agua, no tenía la voluntad de irse, no cuando su estado mental se volvió tranquilo, libre de la perturbación y con una serenidad. El país que visitaba y no por gusto se había vuelto en su gracia.

A su derecha, con un trago en su mano, Hamza perseguía a una hembra, alta y delgada de cuerpo esbelto y bronceado. Era lo llamativo del país, un lugar donde las mujeres podían andar desnudas y no eran criticadas. Donde los gādat’ askarīyūn no las golpeaban y las arrestaban. Lo opuesto a su patria.

—¿Quiere que lo traiga aquí, Shaykh? —Rashid comentó cerca de Hassan con claras intenciones de avergonzar a su camarada.

—Está oscureciendo, es la hora, llámalos a todos.

No fue planeado detenerse frente a la playa, más bien, fue una votación entre los cinco guardias que acompañaban a Hassan. Los rijāl hukamā creyeron que sería mejor ir respaldados de los mejores hurrās así prevenir algún ataque contra el gran jefe.

Habían estado en Asia, parte de Sri Lanka e Indonesia y por Europa en Macedonia del Norte, no podía negarse a la belleza de la parte turística pero los trabajos que dentro de su propiedad habitaban dejaba mucho que desear, era doloroso la rama sobre su tronco. 

Ahora sus pies pisaban tierra alegre y viva, Puerto Rico. En el trayecto los seguían dos camionetas blindadas de una tonalidad oscura que parecía desaparecer en la noche, debían llegar a San Juan, cerca de un barrio colorido estaba construido un establecimiento perteneciente a su familia, un club nocturno que fue organizado por el antiguo Shaykh, Kaseem I, gran líder emiratí y genocida sanguinario.

A decir verdad, la familia Almansouri guardaba bien sus secretos, escondidos bajo los mantos que ocultaban las lágrimas de su gente. La verdad y la justicia se basaba en sus palabras, no había individuo que desafiara al gran líder sin perder algo a cambio.

Luego de estar en movimiento la camioneta iba minimizando su velocidad, una multitud de personas hacían imposible su transposición, se debía más a la fecha, venir un sábado por la tarde a San Juan no era una buena idea. Los ojos de Omar parecía involuntariamente coquetear con las mujeres y hombres omegas, el olor de las feromonas era dulzón y su interior sentía una estimulación. A diferencia de Hassan que no experimentaba ningún tipo de excitación o deseo, desesperarse por aparearse no estaba en sus instintos.

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