La prisión ya no era solo un refugio. Se había convertido en una pequeña civilización, llena de rostros nuevos, voces que resonaban en los pasillos y conversaciones que llenaban el aire con un ruido constante. Pero, a pesar de toda la gente a mi alrededor, me sentía extrañamente sola. Había pasado mucho tiempo desde que hablé con Carl. Las circunstancias nos habían separado, y aunque lo veía en la distancia, nunca encontraba el momento adecuado para acercarme.Mientras caminaba por los corredores, el bullicio de las personas apenas se registraba en mi mente. Mi atención estaba en otra cosa, algo que había intentado ignorar por semanas, pero que ahora no podía dejar de pensar. Aquel papel que Andrea me entregó antes de morir... Nunca lo leí con atención. Lo había guardado en un bolsillo, prometiéndome a mí misma que lo revisaría después, pero ese "después" nunca llegó.
El peso de la culpa empezó a apretar mi pecho. ¿Qué si había algo importante escrito en ese papel? Algo que podría haber hecho una diferencia. Sentí un nudo formarse en mi estómago mientras mis pasos me llevaban de vuelta a mi celda. Era un rincón más de la prisión, uno que había convertido en mi refugio personal.
Me arrodillé junto a la cama, alcanzando la mochila que había dejado bajo ella. Mis manos temblaban mientras la abría, rebuscando entre las cosas hasta que mis dedos encontraron el trozo de papel arrugado. Lo saqué y lo desdoblé lentamente, como si temiera lo que pudiera encontrar.
La tinta estaba algo desvanecida, pero las palabras aún eran legibles.
<<Woodbury, hermanastro, de tu edad.>>
Me detuve, el corazón latiendo con fuerza. No había prestado atención antes, pero ahora, estas palabras tenían un peso que no podía ignorar. ¿Hermanastro? Nunca había oído hablar de él. Nadie lo había mencionado.
Mis pensamientos se agolpaban, tratando de darle sentido a todo. Andrea había encontrado este papel en la granja, antes de que todo se quemara. ¿Mi madre sabía sobre esto? ¿Por qué nunca me lo mencionó? La revelación cayó sobre mí como una losa, abriendo una herida que ni siquiera sabía que existía.
Con el papel aún en la mano, me levanté, mis pensamientos girando en círculos. Tenía que saber más. Tenía que entender qué significaba todo esto. Y lo único que sabía con certeza era que este papel me estaba llevando hacia un camino peligroso, uno que podría cambiarlo todo.
No había salido al exterior en semanas. El constante bullicio dentro de la prisión me mantenía ocupada, pero también me hacía sentir atrapada, como si las paredes se cerraran lentamente a mi alrededor. Necesitaba aire, un respiro lejos de la rutina opresiva que se había formado entre estas rejas.Además, había escuchado rumores de que había otros jóvenes en la prisión, niños de mi edad o cerca de ella. Eso me intrigaba, y tal vez, solo tal vez, encontraría a alguien con quien hablar, alguien que no estuviera sumergido en las preocupaciones constantes de los adultos.
Salí al patio, sintiendo la calidez del sol en mi piel. El cielo estaba despejado, y por un momento, casi me olvidé del mundo devastado en el que vivíamos. Mientras caminaba por el terreno, noté un pequeño grupo de niños jugando no muy lejos. Parecían tan despreocupados, corriendo y riendo, como si el peligro no estuviera acechando más allá de las cercas.
Me acerqué, sintiendo una ligera tensión en mis hombros al hacerlo. Había estado tan acostumbrada a la compañía del grupo adulto que la idea de interactuar con otros jóvenes me parecía extraña. Pero justo cuando estaba a punto de hablar con uno de ellos, mi atención se desvió hacia un rincón del patio, donde una discusión acalorada llamaba mi atención.
Era Carl, de pie frente a una niña de cabello rubio y mirada decidida.
Ella tenía los puños cerrados y la voz firme, discutiendo con Carl sobre algo que no podía escuchar bien desde donde estaba. Me acerqué con cautela, intentando entender lo que sucedía sin interrumpir.—Tenían nombres cuando estaban vivos, ahora están muertos— dijo Carl con obviedad, su voz grave, pero con una calma que demostraba que no era la primera vez que tenía este tipo de discusión
—No es cierto. Son diferentes—
gritó la niña, que reconocí como Lizzy, una de las más jóvenes que había llegado con un grupo reciente. Había algo en su tono, una mezcla de desafío y frustración que me hizo sentir incómoda.
—¿De que mierda estás hablando?... Mira, ellos no hablan, no piensan, se comen a la gente, ¡matan a la gente!—
Exclamó molesto
—Las personas lo hacen, y aún tienen nombre—
insistió ella, dando un paso hacia Carl. "No son monstruos. No todos. Algunos pueden cambiar, lo sé."
—¿Han visto lo que sucede? ¿Han visto a alguien morir así?—
—Si, lo he visto—
—No son gente y no son mascotas. No les pongan nombres—
Fruncí el ceño, tratando de entender lo que Lizzy estaba diciendo. Pero lo que realmente me perturbó fue la forma en que Carl la miraba. Había una mezcla de preocupación y determinación en su expresión, como si supiera que no podía convencerla, pero que tampoco podía dejarla seguir pensando de esa manera.
Finalmente, intervine, no pudiendo soportar más la tensión
—¿Qué está pasando?—
Ambos se voltearon hacia mí, sorprendidos por mi interrupción. Carl parecía aliviado de ver una cara familiar, mientras que Lizzy solo se cruzó de brazos, claramente molesta por la situación.
—Nada—
respondió Lizzy rápidamente, pero Carl la interrumpió.
—Lizzy cree que los caminantes pueden hablar—
explicó Carl con un suspiro, como si las palabras mismas le pesaran.
—Estoy tratando de hacerle entender que es peligroso pensar así—
Miré a Lizzy, viendo la desesperación en sus ojos. No era solo una niña rebelde; realmente creía en lo que decía. Y eso me hizo darme cuenta de cuán dañada estaba la mente de una niña tan joven en este mundo cruel. Pero también sabía que Carl tenía razón. No podíamos permitirnos pensar de esa manera. Era un camino que solo conducía al peligro.
—Lizzy, sé que es difícil— le dije con suavidad, intentando acercarme a ella de manera que entendiera. —Pero los caminantes no son personas. No podemos arriesgarnos a pensar que podrían serlo—
Lizzy me miró con una mezcla de incredulidad y dolor, como si no pudiera entender por qué nadie más veía las cosas de la misma manera que ella. Finalmente, sacudió la cabeza y se alejó junto con su hermana, dejándonos a Carl y a mí solos en medio del patio.
—Es difícil para ella—
dijo Carl después de un momento, mirando a Lizzy mientras se alejaba. —Pero no podemos permitir que esos pensamientos se extiendan. Es demasiado peligroso—
Asentí, entendiendo lo que quería decir, pero también sintiendo una profunda tristeza por Lizzy.
Este mundo había hecho que incluso los más jóvenes tuvieran que enfrentar realidades que nunca deberían haber conocido. Pero así era la vida ahora, y no podíamos darnos el lujo de olvidar lo que estaba en juego.
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Entre odio y pasión | Carl Grimes
Science-FictionHelouuu, esta es una historia "enemies to loves", es mi primera vez haciendo esto y espero tenga apoyo