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KEY

Gracias a mi zancadilla la mujer rolliza cae de espaldas sobre el cuerpo de un niño. La madre de este profiere un alarido, y la Caída repara en el “culpable”: un pobre mercader, que evidentemente —lo evidente para mí—, no es el verdadero causante del problema.

—¡Sabandija!

—¡No he sido yo! —trata de defenderse de inmediato.

Me rio entre dientes, escondido en la protectora sombra de un callejón.  De pronto, oigo un graznido.

—¿No te divierte? —pregunto con una sonrisa de oreja a oreja. Mi espalda pegada a la pared.

—¿Causando problemas? ¡Divertirse! Tú ya no ríes como antes, lo demuestra este incidente —canturrea la cuervo, que se encuentra posada en un tacho de basura.

—¿Ah sí? 

Veo como la discusión comienza a avivarse. Quizás podría azuzarla un poco más, pero la mirada Shirley impide que haga nada. Así que con una sonrisa tensa de disgusto me dedico a observar cómo el rostro del mercader se ruboriza, a causa de la cólera o del bochorno.

—Bueno, quizás necesite algo nuevo.

—¡Nunca, nunca! He visto todo contigo, y va.

“¿Y va?” A veces sentía que la cuervo decía cosas incoherentes, solamente para que terminarán en rima.

—¿Has visto todo? A mí me encantan las novedades, y mucho más si las puedo compartir. —Al ver que el revuelo va más allá, llegado al punto donde unos guardias deciden intervenir, decido comenzar a internarme en las profundidades del callejón, dirigiéndome a la salida que desemboca en el lado contrario—. Así que dime ¿Hay algo que no hayas visto?

Oigo el aleteo oscuro de sus alas, mientras me sigue.

—¿Sabes algo que nunca he visto? —Se posa en mi hombro, escudriñándome con uno de sus ojos.

—No, Shirley, no lo sé. —Le sigo el juego, con mi sonrisa perpetua.

—A un sabelotodo ser feliz —grazna.

Mi ojo brilla, con una correntada de satisfacción.

—Muy bien jugado.

Las plumas de ella se erizan en su pecho, dejando a la vista el orgullo que siente por mi halago.

๑๑๑

Regresé al patio del castillo, vestido con unas botas negras de cuero que me llegan casi a las rodillas. Unos pantalones negros y ceñidos para montar. Un saco oscuro abrochado a la mitad, entallado, con los bordes de las solapas bordados con hilos dorados. Al finalizar en las muñecas, las escurridizas mangas de mi camisa se vislumbraban levemente. Por debajo usó un chaleco de traje —negro también—. La última prenda es mi ya nombrada camisa blanca, que va por debajo de todo, tiene un cuello en V así que se puede detallar un poco de mi clavícula. Hoy de mañana hace frío, así que esta aparatosa indumentaria me viene bien.

—¿Qué tal este? 

El mozo de cuadra vuelve a llamar mi atención.

Me había mostrado de todo: desde el appaloosa más manchado y leal, hasta el árabe más puro y errático, aunque, también había traído un poni, a lo que yo, naturalmente, solté una carcajada. Al menos el humilde chico es simpático.
Pero ahora trae uno diferente que atrapa todos mis sentidos.

—Un KWPN, una codiciada raza de caballo, este en especial ha sido de los mejores ejemplares en su estirpe, de otra manera no estaría en estos establos. —Desfila al caballo frente a mí, haciéndolo caminar en círculos. Observo sus ojos, vivarachos. Su comportamiento que trata de rehusarse al camino que le indicaba el muchacho—. Tiene un carácter inteligente y confiado, me gustaría decir amigable, pero en cuanto a personalidad es muy rebelde. Aun así, es un caballo atlético, formado para arduas jornadas de trabajo, e incluso, para viajar. Además de su natural elegancia, es versátil: un compañero perfecto para su misión.

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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