El Hijo del Caos

capítulo 1

En el principio, sólo existía el Vacío.
Un vasto e insondable abismo, una nada infinita que devoraba todo lo que intentaba formarse en sus límites. Sin luz, sin sombra, ni siquiera el tiempo tenía lugar en ese no-espacio. Pero incluso en el vacío más profundo, algo se agitaba. Algo primigenio, más allá de la comprensión de cualquier ser, aguardaba en silencio. Los Primordiales.

De este Vacío, surgieron las primeras voluntades conscientes: seres de pura energía, nacidos de la necesidad del universo por el orden y el caos, la vida y la muerte, la luz y la oscuridad. Fueron ellos los que moldearon el tejido de la existencia. Los 22 Primordiales, fuerzas inconmensurables, cada uno con un dominio único, manifestaron sus poderes y dieron origen a lo que eventualmente se conocería como Nexus.

Tharnyx, el Primordial del Caos y la Antimateria, fue el primero en despertar. Con su mera presencia, desató una tormenta cósmica que rompió las cadenas del vacío, liberando la energía primordial que sería la materia prima para crear los mundos. A su lado, su opuesto, Akirami, la Sabiduría y el Orden, surgió para controlar el desborde del caos, imponiendo estructura sobre la energía desatada por Tharnyx.

Ambos hermanos se miraron en un entendimiento silencioso. Caos y Orden eran las dos caras de una misma moneda; uno no podía existir sin el otro. Juntos, comenzaron a dar forma a los primeros fragmentos de Nexus, un mundo que serviría como punto de convergencia para todas las realidades.

Con ellos llegaron más.

Umbryss, el Primordial de las Bestias y la Vida Animal, llenó los primeros paisajes con criaturas salvajes, seres cuya naturaleza reflejaba el instinto más puro. Bajo su tutela, los bosques y las montañas se alzaron, poblados por bestias indomables.

Terragron, el Poder personificado, forjó montañas que rasgaban los cielos, creando paisajes titánicos que resonaban con su esencia inquebrantable.

Crysalion, guardián del Tiempo Congelado y del Equilibrio, tejió los hilos temporales, asegurando que cada momento fluyera en armonía con los eventos futuros y pasados, fijando los pilares del tiempo mismo en Nexus.

Obsidrak, la Oscuridad y el Vacío, envolvió los rincones más distantes en sombras, creando los espacios donde lo desconocido y el misterio pudieran florecer.

Luxorion, el Primordial de la Luz y la Justicia, fue quien iluminó el recién nacido mundo, su resplandor divino otorgando dirección y propósito. La luz de Luxorion tocaba todo lo creado por sus hermanos, trayendo balance y revelando su belleza.

Así, Nexus comenzó a tomar forma.

Los 22 Primordiales, cada uno aportando su poder y su visión, moldearon sus respectivos dominios. Mientras algunos, como Aetherion el Señor de los Espíritus, y Vitalys, la guardiana de la Vida, colaboraban estrechamente para dotar de alma y esencia a las criaturas vivientes, otros como Mortyra, la encarnación de la Muerte, preparaban el ciclo inevitable del fin, asegurándose de que nada permaneciera inmortal.

Durante eras incontables, los Primordiales trabajaron en armonía, y el mundo de Nexus floreció como un bastión de poder, conexión y equilibrio entre los diferentes planos de existencia. Era un lugar donde lo imposible era posible. Los portales se abrieron, trayendo seres de todos los rincones del omniverso: de diferentes dimensiones, épocas y realidades. Humanos, bestias, dragones, deidades menores, vampiros y ogros; todos fueron atraídos a Nexus como polillas a una llama. Un crisol donde todas las realidades convergían.

Pero la paz de Nexus siempre fue precaria. Dentro de cada Primordial se ocultaba una ambición, una voluntad propia que amenazaba con desatar caos, incluso entre sus iguales. Los ideales se contraponían. Tharnyx, insatisfecho con las limitaciones del orden impuesto por Akirami, comenzó a ver en Nexus una oportunidad para expandir su caótica influencia. Al mismo tiempo, Luxorion, el guardián de la Justicia, vio en los constantes conflictos entre mundos una amenaza al equilibrio que él y sus hermanos habían trabajado tanto por crear.