Capitulo 2: Extraño

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El tiempo había pasado rápido desde la primera batalla juntos, cuando Ryujin y Aeris habían logrado acabar con el Feralgres. Dos días habían transcurrido desde aquel enfrentamiento, y el ambiente entre ellos seguía cargado de una tensión silenciosa. Aunque habían aprendido a colaborar en combate, fuera de él, Ryujin mantenía una distancia impenetrable.

El paisaje a su alrededor se extendía en una mezcla de fantasía y misterio. El bosque era un lugar como ningún otro, un rincón olvidado de Nexus donde las criaturas más fantásticas y peligrosas prosperaban. Los árboles, altos y retorcidos, se alzaban hacia el cielo, con troncos gruesos y retorcidos que parecían viejos como el propio tiempo. El follaje teñido de tonos púrpura, magenta y dorado, creaba una atmósfera casi de ensueño, como si la naturaleza misma estuviera teñida de magia. A la luz del sol filtrada entre las hojas, la hierba brillaba con un suave resplandor, y los hongos que crecían en el suelo desprendían destellos de luz débilmente fosforescentes. El aire era húmedo y fragante, cargado del aroma de la tierra y de las flores silvestres, mezclado con un ligero frescor que presagiaba el anochecer.

En el claro, junto a uno de los árboles más gruesos, habían improvisado un pequeño campamento. No era más que un lugar temporal para descansar, pero había suficiente organización para mostrar la practicidad y disciplina que ambos compartían en combate. Aeris había encontrado algunas ramas secas y con sus habilidades había encendido un fuego tenue, más para calentar sus alimentos que por necesidad de luz, ya que las plantas alrededor del campamento emitían su propio brillo sutil. Cerca del fuego, había dejado su Espada apoyada contra un tronco y una pequeña bolsa de cuero con provisiones colgaba de una rama baja. En el centro del campamento había un pequeño tapiz improvisado con pieles de animales, que Aeris había conseguido el día anterior, tendido sobre el suelo.

Ryujin, por otro lado, se mantenía apartado. Sentado en una roca a cierta distancia del campamento, observaba el horizonte sin realmente fijarse en nada. Su postura, relajada pero con una tensión palpable, lo hacía parecer desconectado de lo que sucedía a su alrededor. Sus ojos, enfocados en el vacío, daban la impresión de que su mente estaba a kilómetros de distancia, inmersa en pensamientos profundos e inalcanzables para quienes lo rodeaban. El viento movía ligeramente su cabello mientras él permanecía inmóvil, con la mirada perdida, como si estuviera reflexionando sobre algo que no podía compartir.

A pesar de estar físicamente presente, su espíritu parecía ausente, como si el peso de un pasado complejo o de responsabilidades ocultas lo mantuviera alejado de todo, incluso de sí mismo. Aeris, desde su posición en el campamento, no podía evitar notar la barrera invisible que Ryujin levantaba entre ambos.

Aeris, al ver a Ryujin tan apartado y distante, decidió romper la barrera de silencio que los separaba. Con una sonrisa ligera, se levantó del campamento y tomó un trozo de carne que había cocinado en la fogata. Caminó hacia donde Ryujin estaba sentado, sus pasos eran firmes pero tranquilos, reflejando su naturaleza decidida pero amable. Aunque no conocía del todo a su compañero, tenía la intención de intentarlo, de acercarse a él, y no dejar que su actitud distante la desalentara.

-Aquí tienes -dijo Aeris, tendiéndole el trozo de carne mientras se inclinaba ligeramente hacia él-. Lo cociné lo suficiente, no te preocupes.

Ryujin, que no había movido ni un músculo desde que ella se acercó, desvió su mirada hacia el trozo de carne y luego hacia Aeris. Por un momento, pareció que iba a rechazar la oferta, pero finalmente extendió la mano y lo aceptó sin decir una palabra. Sus dedos rozaron los de Aeris, pero su expresión se mantuvo neutral, como si el gesto no significara nada para él.

-Gracias -dijo finalmente, su voz baja y contenida. Tras una pausa, añadió con cierta indiferencia-. Ahora ve a dormir. Mañana tendremos un largo camino.

El Hijo del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora